Por Diego Dequino y Fabio Ventre*
El dinero debe reunir al menos cuatro funciones básicas: ser una unidad de cuenta, es decir, medir valor de bienes y servicios, ser divisible, fungible y no falsificable; ser un medio de pago, es decir, utilizarse para transacciones, comprar y vender bienes y servicios; ser depósito de valor, o sea, almacenarse sin perder valor ni posibilidad de utilizarse como medio de intercambio en el tiempo, y ser patrón de pagos diferidos para que deudas y operaciones a plazo pueden expresarse en términos de dinero.
Las criptomonedas, formas recientes en el campo “digital”, constituyen intentos de constituirse como reemplazos del dinero de manera similar a lo ocurrido en mercados específicos: los granos en la agricultura o el mosto en el caso de las vides.
Poseen como característica adicional, respecto a granos o mosto, pertenecer de manera nativa al “mundo digital”. Esto implica que operen en paralelo sobre todas las transacciones de la economía real y no sólo de un sector económico específico. Por ello, tienen la opción de ser reconocidas sobre la totalidad de las transacciones de la economía, en tanto sean previamente reconocidas nativamente en el “mundo digital”.
Al considerar lo reciente del fenómeno (2008), es posible afirmar que las criptomonedas no cumplen con al menos dos de las cuatro funciones del dinero: unidad de cuenta en tanto la exigencia de contabilidad implica un amplio alcance y conversión de la criptomoneda sobre la totalidad de los bienes, servicios e inclusive otras monedas de la economía; es decir, no es suficiente la mera operación de múltiplo o división; y la de patrón de pagos de diferidos, en tanto que no permite asegurar a plazos indefinidos operaciones de deuda toda vez que la garantía de su existencia y ejecución futura se encuentran al margen de los sistemas jurídicos y legales.
El término “cripto” no constituye entonces una adjetivación sobre el dinero: “dinero que se produce/ gestiona/ distribuye con base en la criptografía”, y resulta inadecuado referenciarlas como “dinero digital”. Estamos entonces ante un neologismo como palabra completa: “criptomoneda”, cuyo contenido y alcance deviene por el momento en status de pseudodinero.
Las criptomonedas operan basadas en sistemas digitales de valuación, almacenamiento y transacción; el término “cripto” hace referencia a los sistemas que encriptan las operaciones mediante un código matemático.
A diferencia de las monedas físicas como el dólar, las criptomonedas no cuentan con un respaldo o garantía. Las monedas fiduciarias se encuentran respaldadas por metales preciosos, monedas de otros países y, principalmente, por la confianza de los agentes en el Estado que emite la moneda en cuestión; estas garantías no se encuentran presentes en las criptomonedas.
El valor de éstas se determina por oferta y demanda, sin intermediarios, por lo cual sólo el mercado fijaría su precio.
La emisión de criptomonedas se realiza de manera grupal y descentralizada; la cantidad de criptomoneda y su tasa de crecimiento están predefinidas y esa información es pública, lo cual no permite acelerar intencionalmente su generación. Cada vez que una persona envía a otra una cantidad de criptomonedas se genera un registro de una transacción. Ésta puede ser incluida en un “bloque” que encripta una cantidad máxima de transacciones.
Para que una de éstas sea aceptada y se efectivice, se debe resolver la encriptación del bloque en el que se encuentra; este procedimiento es conocido como “minado” de bloques.
Una vez que éstos han sido minados y sus transacciones efectivizadas, se agregan a una “cadena” de bloques que almacena toda la historia de transacciones llevadas a cabo en una criptomoneda.
Los agentes que se ocupan de crear los bloques y resolver su encriptación son denominados miners; cualquier persona interesada puede minar criptomonedas. Los miners reciben una retribución en criptomonedas por esa tarea.
Existen varias criptomonedas en circulación; la más reconocida es Bitcoin, que surgió en 2009; otras criptomonedas conocidas son Namecoin, Dogecoin, Litecoin y Ethereum. El día 1 pasado, Bitcoin se dividió en Bitcoin y Bitcoin Cash.
Las criptomonedas son de libre acceso, no requieren identificación para participar en la red y no se encuentran reguladas por ningún tipo de gobierno (no pagan impuestos). Estas características, junto con la falta de regulación del mercado, llevan a que el uso de este tipo de instrumento facilite la economía oculta, la evasión impositiva y el lavado de activos.
Las transacciones que se realizan, debido a la complejidad inherente al intercambio de criptomonedas y al difícil seguimiento de sus operaciones, posibilitan la evasión impositiva. Al ser los participantes del sistema anónimos, este tipo de operaciones permite el lavado de activos y el comercio ilegal, ocultos en transacciones complejas que impiden dilucidar el origen y destino de los fondos.
En síntesis, las criptomonedas no se ajustan estrictamente y por el momento al concepto de dinero, por ello tampoco éste puede ser adjetivado como “criptográfico” o “digital”.
*Economistas del Instituto de Investigaciones Económicas de la Bolsa de Comercio de Córdoba