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Consumo sustentable y género: validar la experiencia femenina

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Por Gabriela Eslava (*)

(*) Vocal de Cámara Civil y Comercial

El 15 de marzo se celebra el Día Mundial de los Derechos del Consumidor. En el contexto actual, en el que la agenda política y jurídica se encuentra marcada por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 2030 o Agenda 2030, la fecha indicada nos brinda una oportunidad única para reflexionar sobre el rol de las mujeres en la contribución a la proyección mundial de un medio ambiente sano. 

Si bien éste es el eje central de los mentados objetivos, no resulta un tema menor destacar que aquél ha sido mirado desde una perspectiva claramente transversal y sistémica. Tan es así que el ODS N° 5 está específicamente referido a la igualdad de género y fija una serie de metas, entre las cuales la 5.4 y la 5.5 están referidas, la primera al reconocimiento y valor de las tareas de cuidado, trabajo doméstico no remunerado y corresponsabilidad familiar, y la segunda a asegurar la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo en todos los niveles decisorios en la vida política, económica y pública. A su vez, la 5.a indica que se deben emprender reformas que otorguen a las mujeres igualdad de derechos a los recursos económicos, así como acceso a la propiedad y al control de la tierra y otros tipos de bienes, los servicios financieros, la herencia y los recursos naturales, de conformidad con las leyes nacionales. Vemos así cómo la cuestión de género se conecta con las nociones de consumo y desarrollo sostenibles, fundamentales a la hora de hablar de un medio ambiente sano, apto para la vida y el desarrollo de las personas humanas, donde mediante el “desarrollo sostenible” se pretende resolver la tensión entre progreso -entendido como desarrollo tecnológico- y degradación ambiental. 

Por su parte, el acceso a un consumo sustentable es visto como un derecho constitucional implícito, con reflejo normativo en los artículos 41 y 42 de la Constitución Nacional (CN) y 1094 del Código Civil y Comercial de la Nación (CCCN). 

Gabriela Eslava, vocal de Cámara Civil y Comercial. ph: Leo Luna.

En la legislación actual advertimos una referencia prácticamente nula a la mujer como consumidora, ya sea que se la considere parte del colectivo vulnerable o actora de las políticas públicas pertinentes, pudiendo aportar conocimiento y experiencia relevantes. Al estar actualmente prevista la revisión normativa, se presenta una oportunidad única para el tratamiento de la cuestión desde una perspectiva verdaderamente inclusiva que involucre a varones, a mujeres y a diversidades, y que supere una mención retórica de las mujeres consumidoras -lo que, a su vez, mantiene el binarismo-. Ya la Conferencia Mundial sobre la Mujer (Pekín, 1995) puso de relevancia la ausencia de igualdad real entre los géneros en los procesos de toma decisiones en materia ambiental, desconociendo la importancia del rol y conocimiento femenino en la materia, especialmente en las mujeres indígenas, proyectándose inclusive una ausencia de resultados positivos en materia de desarrollo sostenible si no se incorporan por igual las perspectivas masculina y femeninas (apartado 251). 

Es materia pendiente hacer eco de las recomendaciones y directivas emergentes de los instrumentos internacionales que sugieren la incorporación de la mujer en la discusión de la agenda ambiental, incluyendo la consideración de la experiencia propia del género en las políticas públicas a implementar en materia de consumo sustentable, por ejemplo en el campo de la economía circular, tomando como base los aportes interdisciplinarios de estudios que ponen de relevancia dicho aporte en fenómenos como el reciclaje, la feminización de la pobreza, etcéetra. 

Lo propuesto no importa excluir la visión masculina de dicha agenda sino todo lo contrario. Creemos que la política estatal en torno a consumo sustentable debe formularse desde una perspectiva verdaderamente inclusiva, que reconozca las experiencias diferenciadas, construidas a lo largo de la historia con base en la división del trabajo entre varones y mujeres conforme criterios estereotipados, que, sin perjuicio de la proyección de superarlos, permita capitalizar todos los aportes, sin invisibilizar ninguna mirada. 

Así y sólo así podremos contribuir juntos a la titánica tarea de asegurar en nuestro planeta un medio ambiente sano, donde la totalidad las personas humanas puedan desarrollarse en plenitud.

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