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Redes y mediación (I)

Por Analía Reineri* y José Luis Bustos** - Exclusivo para Comercio y Justicia
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La contención que ofrece una red social es una necesidad de las personas y ha sido puesta de relieve por numerosos autores, principalmente sociólogos y antropólogos, quienes han destacado su importancia desde el punto de vista cultural. Ella confiere a los sujetos identidad social y vínculo de pertenencia y, desde el punto de vista funcional, la ayuda y el sostén que estas redes proporcionan para afrontar diversas situaciones.

Además de las redes personales, en su enfoque, Antonio Tula (de la Escuela de Mediación Redes Alternativas y la Dirección de Resolución de Conflictos de la Universidad del Aconcagua, Mendoza) señala: “El mediador trabaja con la familia desde una propuesta interdisciplinaria, con otros profesionales o programas y su función es la articulación sistémica e integradora de los abordajes, evitando la fragmentación en la intervención”.
Se considera red social un conjunto de relaciones interpersonales o tejido de vínculos que determinan características de la persona tales como hábitos, costumbres, creencias y valores, de las que la persona puede recibir ayuda emocional, material, de servicios e información.

Otros autores, desde el punto de vista médico, destacaron la influencia positiva que la red social ejerce en la salud de la persona, protegiéndola contra enfermedades, en tanto la pobreza relativa de relaciones sociales constituye un factor de riesgo para la salud.
Este sistema afectivo y de comunicación, sujeto a continuas retroalimentaciones, puede adquirir mayor o menor importancia en las diferentes situaciones que atraviesan los individuos. Pero hay momentos vitales, personales, familiares, sociales, etcétera, en los que alcanza una enorme relevancia.

Los mediadores somos testigos a diario de la importancia que tiene esta red cuando las personas afrontan, por ejemplo, un embarazo, el puerperio, el ejercicio de la maternidad o la paternidad (sobre todo por primera vez o en padres muy jóvenes), la separación de la pareja, por mencionar algunas situaciones en las que se visibiliza con especial fuerza la presencia o la ausencia de la familia, los amigos, el Estado o la cobertura social. Es decir, de la importancia de todos los agentes de las redes sociales primarias y/o secundarias.

No es extraño que en Mediación familiar, donde abordamos este tipo de contextos, vivenciemos la necesidad de los participantes de contar con una trama que los contenga.

Además, visualizamos la necesidad y la conveniencia de que los operadores de la Mediación trabajemos en red entre colegas y con otros operadores del sistema.

Si bien es enorme la variedad de circunstancias y la riqueza de matices con que se manifiestan, para abordar el tema en próximos artículos resulta interesante tomar como hilos conductores los casos de dos familias que presentaban similitudes pero en los cuales la presencia de redes en el primero y la ausencia en el segundo fueron determinantes en el resultado del proceso de mediación.

Se trataba, en ambos procesos, de dos personas jóvenes con varios años de convivencia previos a la separación, con un hijo pequeño de 4 años, en el primer caso, y de apenas 10 meses en el segundo. Ambos padres (o al menos uno de ellos, según quien relataba) pasaron o atravesaban aún por un proceso de adicción a drogas.

En ambas familias la madre estaba a cargo del cuidado del niño e impedía su contacto con el padre debido al temor que le suscitaba “dárselo” a él por su condición de adicto.

Sin embargo y a pesar de esas caracterizaciones similares de índole familiar, los resultados del proceso fueron opuestos. En el primero, las redes -familiar en el caso del padre y afectiva e institucional en el de la madre- dieron a mediados y mediadores la contención necesaria para su desarrollo. Mientras que la ausencia de un entorno contenedor en la segunda familia complejizó la tarea.

Cabe aclarar que más allá de las características de las familias que Tula denomina como multiproblemáticas, a los mediadores sólo nos compete el mejor abordaje posible de sus conflictos; ser los puentes que unen los componentes de la trama, ya sea que se trate de redes sociales, instituciones públicas, ONG, profesionales, entre otros agentes que pueden, mancomunadamente, asistir y contener a estas personas en el tránsito a la resolución de sus problemas.

Si bien lo que resulta simple a la hora de su exposición y debería ser una obviedad al momento en que el mediador realice su tarea, en no pocos casos choca con realidades que muestran la perversión en los sistemas estatales de asistencia, los lazos sociales e intrafamiliares rotos y un entorno socioeconómico poco propicio.

En próximas entregas veremos cómo la existencia de estas redes interrelacionadas exitosamente pueden cooperar positivamente con el propósito de la mediación. Y cómo su ausencia o la dificultad de su entramado hacen fracasar el objetivo.
(Continuará)

* Lic. en Comunicación, mediadora. ** Abogado, mediador.

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