La mediación comunitaria, con el norte en una justicia de autogestión

J uan Carlos Vezzulla, cofundador y presidente científico de los Institutos de Mediación y Arbitraje de Brasil y Portugal, advierte: si las dos únicas opciones son el “penalismo” y el “asistencialismo”, recrudece la violencia

“La complejidad que va asumiendo la sociedad no puede ser asumida de una manera impositiva, tiene que ser asumida de una manera más cooperativa, coparticipativa, dialógica”, afirma Juan Carlos Vezzulla, cofundador y presidente científico de los Institutos de Mediación y Arbitraje de Brasil y Portugal, quien advierte de la necesidad de irradiar una propuesta social de mediación para hacer frente a la violencia. [privado]

Vezzulla fue uno de los panelistas destacados del encuentro “La justicia restaurativa y la mediación comunitaria: un puente hacia la paz social”, organizado por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, con la participación del Poder Judicial de Córdoba.

¿Cuáles alcances son fundamentales de destacar de la mediación comunitaria?

Nuestra experiencia nos marca que hay que hacer una diferenciación entre la mediación como procedimiento, que es lo que generalmente aplicamos -que aplicamos tanto en comunidades como en el sistema judicial-, y la propuesta social de la mediación.

La mediación tiene una base teórica que son principios que marcan una modalidad, una propuesta de convivencia enmarcada fundamentalmente por el respeto y la cooperación, la inclusión y el concepto de que todos podemos y debemos tener una participación activa;

frente a un Estado que está habituado a participar de alguna manera impositiva, por medio de reglas, normas, leyes, penalista en el caso de la violación de esas leyes o asistencial en el caso de que el conflicto social esté en cuestiones no ligadas a delitos o ilegalidades sino que tienen que ver con la calidad de vida de las personas. Éste es un sistema que de alguna manera promueve la dependencia que va a conducir a una reiteración de la violencia.

Si esto se utiliza como únicas dos opciones -penalismo o asistencialismo-, recrudece la violencia. La propuesta de la mediación es la autogestión. Además de incluirnos a mediadores, jueces de Paz, como una justicia de proximidad, necesitamos trabajar en el concepto de que las personas incorporen estas modalidades relacionales que ya suman una participación activa y responsable. Una propuesta en la que el Estado sea un compañero. Cuando las personas se sientan activas, escuchadas, respetadas, consideradas capaces, asumen el compromiso de atender sus propias necesidades. Y lo que escapa a sus manos por supuesto reclamar el Estado. Este trabajo que hacemos de justicia comunitaria, que está enlazado a la justicia restaurativa, es una posibilidad de que la propia comunidad asuma la gestión de poder tener una convivencia cada vez más satisfactoria y fundamentalmente una mejor calidad de vida. Y de apropiarse de la responsabilidad de convivir de una manera cooperativa no competitiva, ni sometida a una fuerza que me tiene que decir qué hacer; o por partidos políticos o por cuestiones policiales.

¿Cómo trabajar en esa cultura de la mediación comunitaria en la sociedad?

Esto surge de una evolución social en la que el patriarcado que rige en la familia, en el Estado, la política, en la gestión de empresa, ese sistema impositivo no consigue atender todos los nuevos derechos reconocidos, como la participación activa de la mujer, el reconocimiento de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, el medio ambiente, entre otros.

La complejidad que va asumiendo la sociedad no puede ser asumida de una manera impositiva, tiene que ser asumida de una manera más cooperativa, coparticipativa, dialógica. Muchos hablan de la justicia feminista, no en el sentido excluyente de lo masculino sino en el sentido de que si el patriarcado fue la imposición, lo femenino sería el de la comprensión, el diálogo y la escucha. Son palabras que pueden sonar un poco fuertes pero lo importante es entender que no es algo que viene de arriba para abajo sino que es una necesidad que viene de abajo para arriba.

Al mismo tiempo, los poderes judiciales van percibiendo esa dificultad en conseguir dar cuenta que toda esta problemática social muy compleja vaya consiguiendo que las personas estén en condiciones de poder decidir por sí mismas, esta justicia de autogestión.

¿Cómo trabajar con los jóvenes contraventores desde una justicia comunitaria y no desde la justicia penal juvenil?

La cuestión es que la única opción es la justicia penal, cuando los adolescentes no deberían entrar a lo penal, no es algo punible sino que es de aplicar la protección integral. El problema de la comunidad es que no hay espacios exclusivos para los adolescentes. O tienen que continuar en la dependencia infantil o tienen que pasar a vivir como si fuesen adultos. Entonces, esta falta de reconocimiento de la comunidad, este “no lugar” que le es asignado a la adolescencia se transforma en violencia, es una necesidad y un pedido de ayuda. Cuando la comunidad asume esta realidad y comienza a tratarla puede generar espacios. Es fundamental reconocer que les tenemos que dar espacios, no son ellos los que vienen a perturbar sino nosotros porque no les aceptamos ese período, ese crecimiento. Queremos que de chiquitos obedientes y cumplidores pasen a ser adultos responsables. Y la naturaleza dice, tengo que hacer un cambio, ese cambio me lleva tiempo y necesito ser aceptado socialmente en este cambio. [/privado]