En la provincia de Santa Cruz, por pedido del fiscal Lucas Colla, el Juzgado Federal de Caleta Olivia se consideró competente para intervenir en una causa en la cual se investiga la posible trata de personas con fines de explotación laboral de marineros senegaleses, por hechos ocurridos en un buque pesquero extranjero, en la milla 200.
El navío era dirigido por un capitán español cuando pasó por territorio nacional, en las Islas Malvinas.
La jueza Marta Yañez hizo lugar al pedido de Colla para tomarle indagatoria al comandante, por la presunta comisión de delito de trata de personas con fines de explotación laboral por acogimiento y recepción triplemente agravado (por aprovechar la situación de vulnerabilidad de las víctimas, por consumar la explotación y por la pluralidad de damnificados.
Protocolo
Además, ordenó la activación del protocolo de cooperación internacional para formalizar la audiencia respecto del imputado, de conformidad con lo dispuesto por el Tratado de Extradición y Asistencia Judicial en materia penal suscripto con España.
La investigación de la fiscalía comenzó en 2017, tras la denuncia de una médica argentina que debió atender a un tripulante senegalés, en el marco de una emergencia sanitaria después de que Prefectura Naval Argentina (PNA) lo auxilió en helicóptero.
El buque pesquero partió desde Cabo Verde el 15 de febrero de aquel año hacia Puerto Argentino y desde ahí hasta Montevideo (Uruguay). Hizo el tramo en reiteradas oportunidades, cada vez que iba a pescar a la zona de la milla 200.
En la pesquisa colaboró la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX), que gestionó reuniones con la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
El 5 de junio del 2017, la Prefectura debió realizar un aero desembarco de forma urgente en el buque, a 135 millas náuticas dentro de las aguas jurisdiccionales, luego que desde la embarcación informaran una emergencia médica sanitaria y solicitaron la asistencia de uno de sus marineros de origen senegalés.
El damnificado fue trasladado al nosocomio local de Puerto Deseado. Allí se constató que no estaba ubicado en tiempo y espacio y que tenía una afectación motriz.
La médica que lo atendió le informó la autoridad marítima que el tripulante padecía de hipotermia y deshidratación y lo dejó internado
Frente al alto riesgo social y en orden al agotamiento psicofísico que presentaba el paciente, la profesional decidió radicar una denuncia.
Declaró que el paciente refirió que embarcó cuatro meses antes de su descompensación, que lo alojaron en la bodega del barco y que cumplía jornadas de trabajo continuas, con sólo dos horas de descanso diarias. Asimismo, indicó que la víctima le informó que dos días antes del desembarco comenzó con vómitos, diarrea, pérdida de apetito, dolor en el pecho y estado de cansancio mayor.
Además del diagnóstico clínico (hipotermia, deshidratación aguda y trastorno del sensorio en estudio por agotamiento psicofísico), la denunciante acompañó un informe psicológico que describió al paciente como “hipotímico”. Detalló que se refería a “la disminución anormal del tono afectivo”, con “respuesta emocional excesivamente disminuida e inadecuada” ante su situación.
Paralelamente, explicó que el marinero presentaba abatimiento, lenguaje inexpresivo y lentitud de movimientos “con pérdida de interés por todo lo que antes le producía satisfacción”.
A partir de ese momento intervino la Fiscalía, que requirió la instrucción del sumario y solicitó que se llamara a prestar declaración testimonial a la víctima.
El 12 de junio de 2017, el tripulante senegalés expresó que se dedicaba a la marina mercante y que trabajaba para una empresa ubicada en la ciudad de Vigo, España.
Sobre su vínculo con la firma, dijo que lo buscó en Senegal y que luego lo hizo viajar en avión desde allí hacia Cabo Verde, desde donde embarcó en el pesquero, en febrero de 2017.
Sostuvo que desde el momento en que ingresó al navío comenzó a trabajar sin parar, “que el capitán no le dio un respiro” y que una vez que llegaron a zona de pesca, como había mucho pescado, lo hicieron trabajar “casi tres días sin dormir”.
Narró que luego le propusieron trabajar en la bodega, para realizar tareas de estiba, y que el comandante le dio medias y botas de agua de mala calidad, que no eran adecuadas para sus labores.
Sumó que los cuatro empleados que trabajaban en el sector se ubicaban junto al tubo de escape, ubicado en la salida de la sala de máquinas, donde se abrazaban para darse calor.
Precisó que al cabo de un tiempo lo cambiaron de sector, pero que las tareas eran las mismas y que trabajó duro durante tres meses. Refirió que durante ese periodo comenzó a sentirse mal y a experimentar dolor en el pecho. Aclaró que siguió trabajando para no dejar solos a sus compañeros, hasta que perdió la visión, para luego desvanecerse y no recordar nada más hasta que lo rescató el helicóptero de PNA.
Testificó que firmó contrato con la compañía que lo convocó a los 25 días de embarcar y que en el buque se trabajaba de día y noche, con un descanso mínimo de “entre dos horas o nada”. Agregó que muchas veces él y sus colegas estaban comiendo y en cuanto sonaba el timbre tenían que volver a sus puestos y dejar lo que estuvieran haciendo, por lo que muchas veces no llegaban a dormir ni dos horas diarias.
Respecto a la comida, manifestó que “algunas veces desayunaban” pero que no tenían un horario fijo y que “si había un poco de pescado los mandaban a comer”.
Afirmó que se debilitó por el cambio de nutrición porque él, en su país, ingería cereales, y que no podía comer cuando tenía hambre, sino que debía ser habilitado “por el timbre de descanso o de trabajo”.
En relación al comportamiento de los superiores en el barco, señaló que el capitán era quien mandaba, que el trato no era cómodo y que todos los marineros (15 senegaleses, 11 indonesios y un mauritano) se sentían mal y sólo esperaban que finalizaran sus contratos para volver a sus casas.
Por otra parte, precisó que en el buque no había enfermero ni mucho menos médico y que en caso de problemas de salud el protocolo era avisarle al galeno de la guardia costera, quien le impartía órdenes al capitán para que, de ser necesario, las ejecutara y suministrara tratamientos valiéndose del botiquín que tenía en el barco.
Una vez recuperada, se gestionó la partida de la víctima a su pueblo natal, con la intervención del área de Trata de Personas y programa de Asistencia a las Victimas del ex Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, que articuló con la Organización Internacional para las Migraciones la reinserción laboral del hombre en su país.