El buen desempeño opositor en el interior se sumó al alto voto en blanco en el tramo legislativo. Juntos por el Cambio ganó 14 departamentos, su mejor elección desde la última reforma constitucional
La atípica elección de ayer demostró que el balance de distribución territorial de las preferencias se modificó respecto a la historia electoral del último cuarto de siglo, con el peronismo perdiendo terreno en el interior provincial y haciéndose fuerte en la capital. Ese cambio repercute en la representación institucional de manera inédita.
La legislatura cordobesa muestra un nuevo balance de poder. Pensada en la reforma de principios de siglo para apuntalar el poder del ejecutivo, la elección permitió que por primera vez en mucho tiempo se hayan modificado los pesos dentro del recinto.
Las 70 bancas se distribuyen entre 26 legisladores departamentales (uno por cada departamento) y 44 legisladores elegidos por distrito único de toda la provincia y distribuidos por sistema D´Hont, que a partir de diciembre estarán ocupadas por otros colores.
El peronismo cordobés llegó a la elección poniendo en disputa 51 bancas, una cantidad inusualmente alta, producto de la gran elección con la que Juan Schiaretti consiguió su reelección en 2019. La concentración de votos peronistas en la capital provincial -que otorga un solo legislador departamental-, los ajustados márgenes y la buena elección de Juntos por el Cambio en el interior definieron un cambio en el mapa político de la provincia.
Al cierre de esta edición, en el tramo de legisladores departamentales Juntos por el Cambio obtenía 14 bancas, mientras que Hacemos Unidos por Córdoba se quedaba con 12 escaños. La coalición oficialista ganó protagonismo y se quedó con los departamentos Capital, Ischilín, Minas, Río Primero, Río Seco, Roque Sáenz Peña, San Alberto, San Justo, Santa María, Sobremonte, Río Segundo, San Javier, Tulumba.
Por su parte, la alianza opositora marcó un fuerte retroceso y triunfó en Calamuchita, Colón, Cruz del Eje, General Roca, San Martín, Juárez Celman, Marcos Juárez, Pocho, Punilla, Río Cuarto, Tercero Arriba, Totoral, Tulumba y Unión.
En el tramo a legisladores por distrito único -donde las 44 bancas se reparten de manera proporcional- también hay un triunfo opositor, donde se impuso la lista encabezada por Oscar Agost Carreño, quien relegó a un segundo plano la lista encabezada por Juan Manuel Llamosas. A partir de dicho número provisorio -hay que esperar a que esté el escrutinio definitivo, en el que en tan pequeña diferencia se puede revertir alguna banca- Juntos por el Cambio pasa a conducir la Legislatura, con 36 lugares que le aseguran la mitad más uno del hemiciclo.
En segundo lugar queda la coalición oficialista, con 29 escaños. Encuentro Vecinal, el partido de Aurelio García Elorrio, logró sobrevivir a la elección polarizada para retener dos bancas. Finalmente, las restantes fuerzas minoritarias -el Frente de Izquierda, el kirchnerismo y La Libertad Avanza- se apuntaban una banca cada uno.
Voto en blanco
El resultado en el tramo legislativo se vio fuertemente influenciado por dos factores centrales y confluyentes. En primer lugar, el hecho de que “se peguen” numerosas elecciones municipales a la elección de gobernador llevó a que muchas campañas se municipalicen. Esto coincidió con la estrategia de Martín Llaryora de apostar a más de un candidato local, situación que sirvió para dividir el voto, ya que los electores del oficialismo votaron en ambos tramos -sin hacer uso del casillero de lista completa-, dejando en blanco los tramos del medio, para ocupar la Legislatura y el Tribunal de Cuentas.
De este modo, las cifras de voto en blanco en dichos tramos llegaron a superar 40% en algunas mesas, algo que no expresaba una preferencia del electorado sino un desconocimiento del sistema político y electoral.
Presidencia de la Legislatura
La fórmula ejecutiva tiene en segundo lugar del binomio ganador a la radical Myrian Prunotto, que deberá conducir una Legislatura afín a su origen político, aunque deberá hacerlo desde la vereda de enfrente. La atípica situación dejará a Llaryora en virtual minoría, obligado a negociar cada ley que necesite aprobar. Tendrá, eso sí, los meses de ahora a diciembre -cuando ocurra el recambio- para adelantar en el cierre de la gestión schiarettista aquellas normas que crea necesarias para su futura gestión.
La situación se complejiza si se piensa en la elección para la intendencia de la capital, en la que un triunfo de Juntos por el Cambio dejaría a Llaryora en franca minoría en todos los planos políticos, obligado a acordar con una mayoría que manejaría más resortes institucionales que él.