Finalmente nos llegó el día de cruzar los tres dígitos de inflación. Todos -gobierno y oposición- estaban esperando este momento, convencidos de que se iba a activar algún tipo de mecanismo especial por haber alcanzado tal hito. Pero no. No va a pasar nada.
Así como nos pasamos meses escuchando sobre la llegada del Y2K, el colapso computacional del año 2000, llevamos meses debatiendo sobre qué va a pasar cuando la gente se enfrente a esa cifra maldita de llegar a que hoy Evita sea la mitad de mujer que era el año pasado. Si al Roca viejo del billete le restamos la mitad de su vida, estaría más o menos preparándose para la Campaña del Desierto. Todo hoy nos cuesta el doble porque el peso compra la mitad.
Sin embargo, esa operación está fuera del alcance de la capacidad promedio de la gente. Sobran ejemplos de personas que parecen no entender cómo funciona el fenómeno por el cual se empobrecen cada vez que sube la inflación.
Un amigo periodista me dijo una vez que en este país a la gente le gusta vivir engañada. No entiende de qué se trata esto de hablar de poder adquisitivo, salario real, ni todas esas macumbas económicas. La gente en este país vive al día, y del mismo modo, vive en términos nominales. Si le suben el sueldo no es capaz de decir si gana más o menos que antes en términos reales, pero sí puede decir que hoy cobra más que ayer.
La gente va a hacer las compras y ahí ve si le alcanza o no le alcanza. Por eso tantos eligen cobrar por semana. “¿Inflación del 100%? Ni idea, yo de economía no entiendo nada”.
Hace unos días me crucé un video de una pareja que decidía juntar $2.000 por día para organizar su casamiento. En el mismo se veía cómo -muy felices- ponían los billetes en una cajita. Matemática de cuarto grado mediante, juntaron $60.000 en el mes. Estaban chochos por su logro. Sin embargo, con una inflación del 6,6%, en febrero perdieron $3.960. Casi dos días ahorraron al vicio. Podrían haber salido a comer un chori, el que al final se comió el gobierno con su política económica que devora los ingresos de los trabajadores.
Si estaban juntando para casarse, y su capacidad de ahorro era de poco menos que un salario mínimo, es lógico que uno conjeture que tienen buenos trabajos, mínimamente un secundario completo y quizás estudios de nivel superior. Así y todo, la inflación no fue un dato que consideraran en su ecuación para la preservación del valor. En la caja pusieron billetes, un elemento físico que representa el tiempo que dedicaron a ganarlos. Ni siquiera en eso pudieron pensar.
En otro posteo me crucé a un profesional de las ciencias sociales comentando una posible candidatura de Patricia Bullrich, que acababa de confirmar su acuerdo con Ricardo López Murphy. “Van a ajustar las jubilaciones y la educación”, ponía el gradudado universitario con título de posgrado. Según el sitio Chequeado, la jubilación mínima perdió 11,4% en el último año, 16,7% si el cálculo se hace con lo recibido en el bolsillo sumando los bonos.
En lo referido a educación pasa lo mismo. Cayó 5,5% en términos reales, pero los que ajustan son los malos de derecha que posan serios para la foto. Todos eligen participar en el engaño de la nominalidad, porque de otra forma la vida en el país sería insostenible.
Las tres cifras de inflación llenan los títulos de los diarios. Todos nos recuerdan que desde principios de los ‘90 que no se veía algo así. Hay cuentas sobre cuánta gente nunca vivió este fenómenos y también análisis tremendistas, títulos que nos abren la puerta del infierno para que nos asomemos.
Pero también hay de los otros, los que destacan que la cosa estaría peor de no ser por Sergio Massa, los que señalan que las encuestas todavía lo posicionan como el mejor candidato del Frente de Todos, y de los que se enfocan en que el problema fue que la molida subió 35% y que los agoreros no quieren decir que el tomate bajó 18,7% o que la papa es 2,4% más barata que en enero.
La única barrera psicológica que tiene la gente es respecto a las noticias. Ha decidido bloquear todas estas cosas que escribimos regularmente los que nos dedicamos al periodismo. ¿No llevamos ya cuatro meses con aumentos de precios por encima del 90% anual? En todo un año apenas si una sola vez marcó menos de cinco puntos, por una décima que bien puede ser un error estadístico.
¿Barrera psicológica los 102,5% de inflación? No sé, hermano, yo de psicología no entiendo nada.
Excelente artículo! En todas las notas que publico sobre Derecho del Consumidor hago mención de la inflación como elemento central.