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“Hay que producir para satisfacer necesidades”

MARTÍNEZ. “Aún ningún partido político, ningún ámbito del Gobierno ha tomado esta idea, la ha conceptualizado y la está usando como bandera”.
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La producción popular implica, entre otras cosas, dejar el lucro en segundo término y orientarla a satisfacer una necesidad comunitaria. Las cooperativas de servicios o la producción de energía solar son algunos ejemplos concretos.

Por Natalia Riva – [email protected]

“La producción popular es aquella que está orientada a satisfacer una necesidad comunitaria -ya sea producción industrial o de servicios-, en la cual el lucro está en un segundo término, detrás del objeto principal que es satisfacer esa necesidad”. Esta frase corresponde a Enrique Martínez, actual coordinador del Instituto para la Producción Popular (IPP) y ex director del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).

Esta semana Martínez estuvo en Córdoba y expuso sobre la importancia de enfocar la problemática de la producción nacional desde la perspectiva de la producción popular. En diálogo con Comercio y Justicia, explicó cómo ésta contribuye al acceso a aquellos bienes y servicios requeridos universalmente.

– ¿En qué acciones concretas se puede materializar la producción popular?
– Para encontrar ejemplos que ya existan en Argentina, puedo mencionar las cooperativas de servicios tradicionales de La Pampa, un claro ejemplo de producción popular en la gran mayoría de los casos. Es más fácil encontrar ejemplos en lo que se refiere a producción de servicios que a producción de bienes. Sin embargo, en lo que a producción de bienes se refiere, existe un montón de espacios que están siendo ocupados por la producción popular.

Por ejemplo, la producción de energía solar de manera distribuida y a cargo de la comunidad; o la producción de alimentos financiados por los consumidores; o la distribución de alimentos que van directamente del productor al consumidor. Son todos ejemplos que explican que hay un crecimiento del concepto de producir para satisfacer necesidades, en lugar de producir para satisfacer el lucro de un capitalista.

– ¿Este tipo de producción puede ocurrir en todas las industrias?
– Hay situaciones diferentes. Hay producciones de bienes industriales con insumos que constituyen grandes inversiones, como por ejemplo el acero, la petroquímica, el alumnio o el petróleo, donde en principio sería inimaginable lo que yo acabo de describir. Pero sí es imaginable la posibilidad de que la propiedad de esos bienes se disemine al interior de la sociedad por un control estatal y que los socios con acciones minoritarias sea el conjunto de la sociedad. Esto no es exactamente el ejemplo de producción popular. Pero sí es lo que más se acerca en este tipo de indutrias.

– ¿Cuán avanzado está este concepto en Argentina?
– Aún ningún partido político, ningún ámbito del Gobierno ha tomado esta idea, la ha conceptualizado y la está usando como bandera. A pesar de que, como dijimos recién, hay espacios que ya están funcionando bajo esta lógica. Pero no se lo distingue como concepto y habitualmente se lo denomina economía solidaria o promoción de cooperativas, aunque no sea lo mismo. Y en este punto quiero hacer una aclaración, porque una cooperativa distribuye el lucro entre más personas pero no lo elimina.

– ¿Por qué cree que es importante aplicar este tipo de producción?
– Por varias razones. Primero porque está claro que el capitalismo ha llegado a un límite ideológico, conceptual y material. El 40% del patrimonio mundial en este momento está en manos de los herederos que lo generaron y van a ser transferidos por herencia a su generación siguiente, una idea clara de que trabajar ya no es un sinónimo de acumulación de riqueza. Y eso es creciente y agudo. Esto genera inequidades al interior de la sociedad; no sólo se tiene que evaluar moralmente sino que además genera deficiencias groseras que perjudican la calidad de vida del conjunto. La exclusión pasa a ser una norma en lugar de una posibilidad o un riesgo. Y la forma de combatir la exclusión no es controlando al poderoso solamente, o sancionándolo de manera impositiva, sino que hay que generar otras alternativas de producción. Y otra alternativa que se está haciendo desde los sectores medios europeos, norteamericanos y japoneses es la producción popular.

– ¿Hay algún país que sea el abanderado en este tipo de producción?
– Hay lugares que son abanderados en términos ideológicos, aunque en términos cuantitativos aún no. Las discusiones que se dan en Inglaterra sobre la producción popular de energía son muy interesantes. También en este momento se está discutiendo, desde la comunidad, no desde el Estado, la posibilidad de que todas las escuelas tengan energía solar con la cual satisfagan sus requerimientos y le vendan el excedente a la red. Situaciones como esas también se dan en la producción hortícola y frutícola. También sucede en Alemania, Dinamarca, Japón, donde hay novedosos casos de iniciativas que han nacido de la comunidad y se han instalado en la política.

– ¿Qué desafíos tienen los productores de la economía popular para poder desarrollar su actividad?
– La experiencia que yo he tomado personalmente es que los sectores que toman la iniciativa de la producción popular no son los sectores excluidos, sino que éstos se benefician con la iniciativa y tienen mucha más posibilidad de incluirse en el trabajo. Pero los sectores que toman esta iniciativa son los sectores medios. Y en la Argentina los sectores medios están muy trabajados ideológicamente en cuanto a suponer que su destino está asociado a ser dependiente del gran capital. Y las universidades los preparan para que sean empleados de corporaciones multinacionales.

– En este marco, ¿cómo se debería pensar el vínculo entre universidad y proyecto de país?
– A las universidades les falta en el ámbito institucional un debate acerca de los vínculos que se generan al interior de la sociedad. Una universidad profesionalista es una universidad que no discute por qué razón tenemos una distribución de ingresos injusta o por qué el problema de la energía no es asumido colectivamente. Es decir, la universidad cuando discute estos temas reduce el mundo entre buenos y malos, y reduce las cuestiones a un problema ético, cuando en rigor hay cuestiones estructurales. No son las personas sino la estructura la que hay que reformular.

El plan estratégico
Instituto para la Producción Popular
El IPP trabaja sobre la idea de satisfacer las Demandas Socialmente Necesarias (DSN), esto es, los bienes y servicios requeridos para que todos los habitantes tengan acceso a una vida digna. Con este fin, el IPP se dedica inicialmente a cinco áreas de DSN, que no son las únicas posibles sino las que están más al alcance, para producir resultados tangibles y rápidos:

• Propvis: Producción Popular de Vivienda e Infraestructura Social.
• Cuipa: Cuidado Popular del Ambiente.
• Prope: Producción Popular de Energía.
• Propa y Compa: Producción y Comercialización Popular de Alimentos
• Propic: Producción Popular de Indumentaria y Calzado

“La lógica de acción para estos cinco espacios puede en el futuro ampliarse a otras facetas que normalmente no se ven como producción, tales como la demanda socialmente necesaria de educación o de salud o de recreación”, explican en el Instituto.

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