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La venganza de Clodio

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No reparó en medios para castigar a quien fue su amigo

Por Luis R. Carranza Torres

La perspectiva de hacerle pagar a alguien por el daño que causó en el pasado seduce a mucha gente, pese a ser reprochado por la mayoría de las religiones y sistemas morales. Pero pocos casos ha llegado a los extremos que se vivieron en la antigua Roma respecto de Publio Clodio Pulcro y su desquite contra Marco Tulio Cicerón.
Llevado a juicio el primero por irrumpir en un recinto sagrado donde se celebraba el culto a la Bona Dea, consiguió influir en el tribunal para ser absuelto. Uno de los testigos «estrella» en dicho proceso había sido nada menos que Cicerón, antiguo amigo y socio político de Clodio. Una vez librado de los cargos que pesaban contra él, Cicerón se quedó con la sangre en el ojo y pasó de simple testigo a su denunciador, nada menos que ante el senado romano, donde ambos sostuvieron, conforme las fuentes, «un violento diálogo entre ellos», que selló en forma definitiva la enemistad.
Cicerón declaró con honradez y Clodio nunca se lo perdonó, hallando un singular cauce de revancha en contra del orador y abogado: con el apoyo de un tribuno de la plebe, Gayo Herennio, primero, y el de César y Pompeyo, después, consiguió legitimar su adopción por un plebeyo, condición esencial para acceder al tribunado, poco antes de abril de 59.
Como tribuno de la plebe logró que Cicerón fuera condenado por haber ejecutado a los cómplices de Catilina sin juicio previo, a resultas de lo cual Marco Tulio fue exiliado, se confiscaron sus bienes y su casa fue destruida.

Entre tanto, en Roma había un gran vacío de poder que los órganos de la República no atinaban a remediar. Ante un Senado incapaz de dar respuestas a las diversas soluciones políticas y sociales, surgieron bandas que hacían política desde la violencia en las calles, llegando estar armadas y a tener gladiadores en sus filas. Clodio fue un precursor en ello, pero pronto otras facciones lo imitaron, desatándose una lucha por el control de las calles.
Después de la partida de César a las Galias, Clodio se convirtió prácticamente en el dueño de Roma con la ayuda de los esbirros a su mando. En el año 57 a. C., cuando uno de los tribunos propuso que se le permitiera la vuelta a Cicerón, Clodio echó mano a la violencia para impedir la aprobación de esta medida en la Asamblea de la Plebe. Pero se vio frustrado por un contrincante, Tito Anio Milón, quien tenía otra banda más fuerte y lo venció.
Habían superado al maestro, y Clodio no lo tomó a bien. Presa de la ira, atacó a los trabajadores que reconstruían la casa de Cicerón, asaltó al propio Marco Tulio en la vía pública cuando volvió a Roma y prendió fuego a la casa del hermano de éste, Quinto Tulio Cicerón. Sólo la firme intervención de Pompeyo lo hizo desistir de otras tropelías en el ramo.

En el Evangelio de San Mateo podemos leer la frase de Jesús «el que a hierro mata, a hierro muere», que viene como anillo al dedo para referir al fin de Clodio. En el año 53 a. C., habiendo reemplazado Cicerón por Milón en el podio de sus enemigos jurados, éste era candidato al consulado y Clodio a la pretura. Las bandas de ambos se enfrentaron en las calles de Roma el día de las elecciones, decidiendo a patadas, puñetazos y puñaladas el resultado electoral. Pero Milón no era un hombre pacífico como Cicerón, ni falto de memoria.
Era, además, tan o más propenso a la venganza que el propio Clodio. Poco después, el 18 de enero de 52 a. C., Clodio fue asesinado cerca de Bovillae, en un enfrentamiento con los hombres de Milón, en la vía Apia. Fieles a su prepotencia nihilista, sus seguidores llevaron a cabo la pira funeraria dentro de la Curia Hostilia, sede del Senado, incendiando el propio edificio.
Al contrario de todos los estudios clásicos que vinculan a Publio con la maldad política absoluta, dos «nuevos» estudios sobre dicha figura, difundidos en la década de 1980, dan algunos datos de interés y contrastaron con los estudios clásicos en la materia. Se trata de dos tesis doctorales, una de W. J.Tatum, titulada P. Clodius Pulcher. Therise of power, presentada en la Universidad de Austin, Estados Unidos, y su similar llevada a cabo por H. Benner, Die Politik des P. Clodius Pulcher, presentada en la Universidad de Stuttgart en 1987.

En tal sentido, ambos trabajos reivindican en forma tácita su figura política, no para justificarla sino poniéndola en contexto, toda vez que su valoración «ha sufrido el acoso inmisericorde de su gran enemigo Cicerón a través de sus escritos, que han perdurado hasta nuestros días», en una «indiscutible buena y prolongada venganza por parte del Arpinate». Parece que tal como Clodio lo hizo con él en vida por la espada, Cicerón se vengó de él por escrito y para la historia.
Al decir de Pierre Nora, quizás el representante más significativo -junto a Jacques Le Goff- de la corriente historiográfica llamada Nouvelle Histoire, lo que en definitiva se demuestra con estos estudios es que la historia no es sino una siempre incompleta y problemática reconstrucción del pasado, dadas las múltiples investigaciones que se suceden periódicamente y que vienen, si no a contradecir narraciones tradicionalmente aceptadas, al menos a aportar originales puntos de vista.
No es que fuera «bueno» sino que había otros tan «malos» como él y, fundamentalmente, existía una forma de hacer política en la época basada en la violencia, que terminó por enterrar a la república romana…

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