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La piedra fundacional y el punto cero: inercia y cambio del ADN corporativo

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Por Andrea Queruz Chemes (*)

Podríamos evocar grandes monopolios corporativos que han alcanzado un excelente evolución en su ciclo de desarrollo logrando competir en el mercado global.
Sin embargo, mientras algunos logran adaptarse activamente y adecuar su estrategia al comportamiento del cliente, logran permanecer en una suerte de meseta, mientras otros, en cambio, van más allá anticipándose a posibles escenarios futuros, innovando, recreando o simplemente generando las condiciones propicias hoy para resolver la coyuntura constante entre inercia y cambio.
Ahora bien, si seguramente estos son aspectos constantes, conocidos, observados, y vivenciados por quienes rigen los destinos de la empresa ¿cuáles son los factores que operan para promover el cambio y la transformación empresarial?

La piedra fundacional y el punto cero
Si volviéramos atrás el tiempo, no podríamos visualizar la empresa como tal, tampoco su proyecto y mucho menos una organización como sistema integrado, sino que nos encontraríamos con el solo producto del pensamiento, una ilusión, tal vez una creencia en estado puro, pero que contiene el potencial infinito de la creación.
Es decir, la vida le fue dada por unos pensamientos que afloraron casi espontáneamente y que fueron moldeándole hasta darle la forma que pretendía, asimilando algunos condicionamientos y transformándolos en out put con valor agregado.
En esta creencia fundacional no hay «peros» sino tan sólo la intención de que todo suceda sin ninguna seguridad de cuál sería el resultado, adónde y cómo llegaría a un futuro incierto. Es decir, «creer» que va a prosperar la idea de negocio es la única verdad en el plano fáctico que impulsa a modificar los pensamientos para asumir las decisiones transformadoras que llevan a la materialización del proyecto en el mercado.
Paradójicamente, en la medida en que la estructura organizativa de la empresa crece junto a sus activos, se producen unos fenómenos comportamentales que pueden empujarla al desafío o volverla a su zona de confort.

Uno de ellos es su pérdida de plasticidad para adaptarse a los cambios que le exige el contexto, pero en un doble sentido, es decir hacia adentro y hacia afuera del sistema. Aunque parece lógico, no lo es tanto pues en la tendencia a estar pendientes de los competidores y del comportamiento del mercado global se suele descuidar el desarrollo del potencial interno, de su cultura, de sus relaciones, política, etcétera.
Cada vez que se pretende impulsar la empresa hacia nuevos desafíos, permanecen sin regenerarse las condiciones internas necesarias para ello. De esta manera, la zona de confort empieza a ganar espacio y se convierte en una fuerza de atracción y de placer a la que sus líderes se apegan y de la cual se sienten orgullosos -y no tiene por qué no ser así- ; pues para que se sobrevalore la zona de confort fue necesario, primero, carecer de ella.
Sin duda ella es el fiel reflejo de los aciertos decisorios, de los logros y objetivos alcanzados. Sin embargo, de manera inconsciente y en forma simultánea comienza a crecer la creencia en el imaginario corporativo de que si así dadas las cosas la empresa ha logrado permanencia, proyectarse siguiendo con similares decisiones le conducirá a la eternidad.
Nada más lejos de la realidad y cercano a la ilusión, con el riesgo de paralizar el cambio, resistirlo y pasar a la extinción lentamente.

Si miramos hacia adentro de la zona de confort, encontramos las creencias, los comportamientos y hábitos regulares que sostienen tanto la identidad como la unidad de la empresa, los que forman verdaderos cimientos y no necesariamente deben ser desechados o modificados, ya que contienen el potencial creador, el ADN de la empresa que le ha permitido generar regularidades, tener un sentido de identidad y de permanencia.
Sin embargo, cuando se cristalizan se vuelven imperceptibles a la conciencia, escasamente permeables a las circunstancias externas, pero con el mismo poder interfieren en el proceso de toma de decisiones que tuvieron en el punto cero.
¿Existen los mercados disruptivos? es muy distinto a preguntarse ¿por qué pueden ser disruptivos para la empresa? Creer que la empresa es meramente exitosa encierra un potencial destructor y paralizante ya que siembra la fantasía en el ADN de que todo lo que se hace está bien; en cambio, creer que genera las condiciones para afrontar los desafíos continuos nos permite volver al poder transformador del punto cero.
Flexibilizar los procesos de pensamiento individuales y colectivos reduce la inercia, activa el poder transformador de la empresa, su capacidad de adaptación creativa hoy, para su prospección futura.

* Especialista en Psicología Corporativa

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