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De la homeopatía política a la medicina política tradicional

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Por María Florencia Soto

Parece que el escenario actual se aleja cada vez más del discurso positivo y esperanzador que siempre intenta transmitirnos el Presidente. Las cuentas del Estado están en rojo y las opciones para revertir la situación se van agotando.
Recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) no va precisamente a tono con la onda serena y sosegada impuesta por el PRO (y Cambiemos) como el signo distintivo de una administración que quiere despegarse del pasado tanto en discurso como en acciones. Si el ajuste fiscal tenía que hacerse antes o después, ya no importa demasiado porque, de ahora en más, cualquier medida económicamente restrictiva y poco feliz para el bolsillo promedio estará justificada en responder a las condiciones que impone el organismo multilateral.
Sabemos que Macri siempre procuró evitar mostrarse excesivamente liberal, defendiendo el gradualismo, pidiendo paciencia y austeridad, conjugando el bienestar a futuro y el padecimiento en pasado. La actitud positiva y la voluntad de “cambio” permitirían manejar la gravedad de la situación que dejo la herencia recibida. Pero no.

En este contexto político y económico tan convulsionado, el Presidente habló como intento de calmar las aguas. Es claro que Macri no cuenta con la habilidad de un gran orador y, en su discurso grabado, el exceso de guion y falsa tranquilidad resultan poco creíbles y hasta molestos. No obstante, mantiene coherencia con el tono de todos sus discursos hasta el momento.
Todos se preguntan si la decisión de volver al FMI es la correcta, y es que para los argentinos es una entidad con una carga simbólica muy fuerte, directamente asociada al ajuste y a la perdida de independencia económica del país.
La estrategia de Macri y Dujovne parece ser la de mantener un ajuste gradual para que la economía dé sus frutos antes de marchitarse y, en este sentido, hacer uso de las herramientas financieras del FMI los ayudarán. No obstante, es preciso dar pruebas de que su vocación de achicar el gasto público es indiscutible y que va más allá de la tibieza que los caracterizo hasta el momento. Si esto no se logra, puede que la reactivación económica nunca se consolide y que el costo político a pagar por este acuerdo le quite toda capacidad de maniobra hacia el futuro.
La inflación que no da tregua, la falta de creación de empleo, el aumento de las tarifas y, ahora, el supuesto endeudamiento con el FMI, no son exactamente los ingredientes ideales en la receta para sostener o incrementar una imagen positiva. Nada de la actual realidad es un trampolín para ver con buenos ojos la imagen de nuestro Presidente y de su equipo. Si bien en Córdoba siempre logró una alta aprobación, no hay entusiasmo o buena onda que resista los embates al bolsillo.

Las encuestas de consultoras privadas demuestran que la decisión de recurrir al FMI no es bien vista, incluso entre los votantes de Cambiemos. Las mediciones del índice de confianza en el Gobierno (ICG) reflejan cómo el nivel de aprobación de la administración de Macri viene disminuyendo: aumento la desconfianza en la capacidad de administrar con eficiencia el gasto público, caída de la confianza en la honestidad de los funcionarios tanto como la certeza de que este gobierno podría resolver los problemas del país.
También es cierto que, en términos culturales, los argentinos somos ansiosos y esperamos que todo se resuelva “ya”, de inmediato. Lamentablemente, no hay fórmulas mágicas para lograr estos resultados instantáneos cuando abordamos problemáticas de larga data y, por ende, de soluciones que consisten en procesos. Y los procesos significan tiempo. Ahora bien, qué difícil se hace pedirle más tiempo a aquellos que la luchan todos los días y no pueden poner un plato de comida en su mesa. ¿Cómo se le pide tiempo a una persona cuando cada minuto implica perder un poco más de dignidad?
La situación es delicada, pero los argentinos tenemos experiencia en sobreponernos a las crisis. Mientras tanto, seguimos con nuestro día a día, tratando de convencernos de lo que se repite desde arriba: “Lo peor ya pasó”…
Ojo que Macri se caracteriza por una forma poco convencional o poco heterodoxa de hacer política y quizás no deberíamos descartar tan pronto la posibilidad de que su estrategia funcione. Aun cuando se lo pueda tildar de frío, insensible, falto de tacto o cintura política, etcétera, si esta decisión tomada por el Presidente resulta exitosa, quizás no sólo cambie la históricamente tensa y compleja relación entre Argentina y el FMI, sino también la forma de proceder al momento de hacer política.

* Licenciada en Ciencia Política. Asesora de Imagen personal, política y ejecutiva.

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