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El “día después” para el peronismo cordobés

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De la Sota era el armador territorial partidario en la provincia, el interlocutor casi único en el ámbito nacional y el “mago” de las alianzas y los pactos políticos. Schiaretti ahora tiene un panorama más difícil

Por Javier De Pascuale – [email protected]

Un nuevo escenario político emerge en Córdoba de las exequias del ex gobernador José Manuel de la Sota, uno que agrega un nuevo grado de imprevisibilidad al ya incierto panorama político, social y económico que se vive en la provincia.
El país atraviesa una situación social “catastrófica”, según la caracterización que realizó en las últimas horas la Universidad Católica Argentina (UCA) en su Observatorio de la Deuda Social. Y Córdoba no es la excepción. Por el contrario, el principal centro urbano de la provincia depende en gran medida de la situación de su cordón industrial y de servicios, hoy gravemente afectado por una recesión cuya profundidad es todavía desconocida.
Con las pymes funcionando a media máquina, con la producción semiparalizada en las grandes empresas, con la apertura diaria de procedimientos preventivos de crisis en empresas de diversos sectores y con una cadena de pagos cortada en diversas cadenas de valor, la estructura económico-social de la provincia exhibe los signos claros de una descomposición acelerada.

La espiral inflacionaria instalada en sectores comerciales ligados a la importación ha comenzado a trasladarse a otras actividades no relacionadas directamente con el pago de mercaderías en dólares estadounidenses y sólo la dinámica misma de la recesión, con sus gravísimas consecuencias sociales, laborales y productivas, es lo que puede ponerle freno al avance hasta ahora incontenible o incontenido del índice de precios al consumidor.
No obstante, esa realidad inflacionaria demanda un ancla más poderosa que es siempre el dólar, elemento hoy ausente del menú de emergencia con el que se sientan a la mesa las familias y las empresas en los cuatro rincones del país y también en su centro.
En ese escenario surge la desaparición abrupta, inesperada, de José Manuel de la Sota, líder indiscutido del peronismo cordobés, el partido de gobierno.
Con él desaparece el armador territorial del peronismo de Córdoba. Quedan en ese lugar Daniel Passerini, Carlos Caserio, Carlos y Federico Alessandri, Facundo Torres, Juan Manuel Llamosas, Martín Llaryora y muchos otros nombres más.

Demasiados apellidos, demasiadas vanidades por meter en la hoguera que requiere la ocasión, demasiadas heridas también después de décadas de “mano de hierro” del líder hoy desaparecido en el reparto de cargos, favores, premios y castigos. “Suena a que habrá un caos ahí adentro por lo menos hasta que se pongan de acuerdo, que se supone que lo harán por la gravísima amenaza de Cambiemos” de cara a las elecciones 2019, comentaba ayer un empleado menor del Centro Cívico mientras se desarrollaban las últimas dos horas del sepelio del ex gobernador.
Aunque no es para despreciar el efecto político que logra la congoja popular por una muerte, lo cierto es que el escenario político queda complicado para el peronismo cordobés. De la Sota y Juan Schiaretti funcionaban como una dupla perfecta, en la cual el primero era el caudillo, el armador. “De la Sota era el diez en ese equipo, el mago, con una inteligencia política insuperable”, describió ayer con extrema precisión el líder del Frente Cívico, Luis Juez, quizás una de las personas que más lo conoció en su acción política.
Ese hombre, para el peronismo, es irremplazable. Deja un hueco de poder, un espacio de oportunidad que va a ser disputado por propios y extraños -incluso- a la fuerza política del ex gobernador.

Claro, el peronismo puede reinventarse, pero no tanto ni en tan poco tiempo. El calendario electoral no para y el presidente del partido es Schiaretti, el sobreviviente de la dupla mágica que instaló cinco gobiernos en la provincia. Schiaretti queda como líder de hecho pero condicionado -por supuesto- a una eventual victoria. Algunos imaginan que va a tratar de oxigenar al partido con vistas a la nueva contienda electoral, ahora sin pedir permiso. Pero si va a lograr o no despegarse de la política del Gobierno nacional, marcar diferencia, sobrevivir a la debacle de la economía, siguen siendo interrogantes.
El Gobernador tiene el poder para llevar a cabo el desafío. Tiene algo de tiempo y los recursos que le permite la ocasión. Pero la tiene más difícil que antes.

 

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