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2022: meses difíciles para Juan Schiaretti

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Se observa una búsqueda en sectores del Gobierno provincial, y con mucho más ahínco en las huestes del intendente capitalino Martín Llaryora, de las claves que permitirán mantener un diálogo con la base social hacia 2023

Por Javier De Pascuale

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Sobre las postrimerías del año, la administración de Juan Schiaretti no cesa de enfrentar situaciones que desafían el futuro de la alianza política que llegó al gobierno en 1999, de la mano del extinto José Manuel De la Sota, y que a lo largo de más de dos décadas transformó la provincia de Córdoba.

Hoy, aquella innovación política que constituyó el acuerdo entre un partido de raigambre popular y signo movimientista, como el peronismo, con lo más tradicional de la herencia demócrata y conservadora cordobesa se muestra como un aparato político-administrativo tradicional. Si aquel invento imposible de De la Sota logró desbancar del poder político -y nada menos que por casi un cuarto de siglo- al poderoso y afianzado radicalismo cordobés, el actual se muestra encerrado sobre sí mismo, resistiendo los embates de una realidad que no sólo golpea a la tropa propia sino también a la ajena, como es de esperar.

Es claro que en el “tecnoceno”, en la era de una tecnología que barrió para siempre con los catecismos políticos del siglo XX, son pocos los aparatos superestructurales que se muestran adaptados a los cambios en el modo de expresión pública de la opinión, en los modos de “lectura” social, y más aún, en los modos del hacer social, político y administrativo.

Se observa claramente una búsqueda, en sectores del Gobierno provincial y con mucho más ahínco en las huestes del intendente capitalino Martín Llaryora, de las claves que permitirán mantener un diálogo con la base social hacia 2023, el año de los procesos electorales que definirán el futuro de todos.

Obviamente, en la búsqueda no todo vale, pero sí de todo aparece. Lo que hasta hace relativamente poco se mostraba como un aparato homogéneo, consolidado y fuerte, con respuestas que se expresaban como potables políticamente, eficientes administrativamente, viables socialmente, hoy se expresa más bien como un dispositivo a dos, tres, quizás hasta cuatro velocidades diferentes.

Docentes

Al momento de redactar estas líneas, el conflicto en la salud provincial no solamente no se cerró sino que amenaza con reabrir frentes ya cerrados, como los acuerdos salariales del Gobierno con los empleados públicos y los docentes. La crisis en la atención sanitaria no se limita a la capital provincial: en cada ciudad cordobesa donde hay un hospital o centro de salud, hay médicos, enfermeras y personal auxiliar en la calle. Es de una envergadura inédita, como inédita fuera la movilización de la Unión de Educadores cuando en el último día de agosto pedía reapertura de paritarias: este cronista fue testigo de cómo, a medida que la marcha avanzaba por las calles, sumaba gente que estaba esperando el colectivo o que simplemente estaba sentada en una plaza. Una movilización -es bueno recordarlo también, porque desnuda lecturas de la nueva realidad social presente- en la que el líder del sindicato docente no pudo tomar la palabra. Las bases desbordaron a la dirigencia.

Hospital Materno Neonatal

Junto con Educación y Seguridad, Salud es un punto hipersensible en el mapa político de cualquier gobierno de provincia. Al escándalo de la muerte de bebés en el Hospital Materno Neonatal no podía sobrevivir ningún ministro, por más laureles que hubiera cosechado por su correcta gestión de la pandemia del coronavirus. Como ya sabemos a estas alturas del año, se trató de una sucesión de hechos desafortunados que reveló de modo preciso la tesis esbozada más arriba, sobre un gobierno a dos o tres velocidades diferentes.

El poder de daño de la tragedia de los niños fallecidos era inmenso y no fue controlado a tiempo por las autoridades ya echadas, al punto que salpicó al conjunto del Gobierno.

Exactamente lo mismo sucedió con el accidente fatal que protagonizó el ahora (tardíamente) suspendido legislador Oscar González en el camino de las Altas Cumbres. Los escabrosos detalles tanto del hecho como del intento de manipulación de los actos policiales y judiciales posteriores, así como otros pormenores sobre los bienes del legislador, uno de los arietes principales de la fuerza política que gobierna Córdoba al punto de ocupar varias veces la gobernación provisoria, sobrepasaron la “opinión publicada” y llegaron a ser motivo de “charlas de verdulería”, al igual que el escándalo de los bebés fallecidos, extremo imperdonable para cualquier manual de política práctica. Más aún en una fuerza política con aquilatada experiencia en el punto, así como destacable destreza.

Hablamos recién de los puntos sensibles de cualquier gobierno y mencionamos, por supuesto, la seguridad. Otra área que sucumbió en 2022 a una crisis sólo vista hace nueve años, con la rebelión policial que sacó para siempre a los efectivos cordobeses de la pobreza salarial y los colocó en el justo lugar de empleados bien pagados. “No querés un tipo insatisfecho con un arma en la mano”, bien dice Bruno en el inolvidable film Tiempo de valientes.

SALUD. Junto con Educación y Seguridad, es un punto hipersensible en el mapa político.

Gatillo fácil

Sin embargo, los altos salarios no aseguran una buena preparación. O peor: posiblemente, tampoco aseguran máxima funcionalidad. Lo demostraron acabadamente la muerte de Valentino Blas Correas en un caso de “gatillo fácil” y los hechos posteriores en la misma línea, que confirmaron la mala formación policial. 

Sucesivas olas de inseguridad y el inicio del juicio por la muerte de Blas dejaron al polémico Alfonso Mosquera fuera del Ministerio de Seguridad, obligando a Schiaretti a motorizar una serie de movimientos de ajedrez que buscaron, a menos de 70 días del inicio de 2023, oxigenar el Gabinete e imprimir una misma velocidad a la gestión provincial.

Pocas semanas después, es temprano aún para responder si lo logró o no. Lo que nadie puede discutir es que después de 23 años y medio de gestión del peronismo cordobés en el máximo poder provincial, incluyendo tres gobernaciones del experimentado Schiaretti, 2022 quedará para la historia como el año quizás más difícil que tuvo que enfrentar la alianza gobernante. Incluyendo en ese listado el inolvidable 2013 o más precisamente, el fin de ese año, de rebelión policial y crisis social.

El análisis superficial podría cuestionar la frase precedente. Sin embargo, ratificamos la sentencia: a sus 73 años, el gobernador debió sortear este año larguísimas e interminables crisis en las áreas más sensibles del Gobierno, sin contar con el ya eterno hostigamiento de ambientalistas sobre las principales apuestas en obra pública fuera de la capital provincial. Hay que reconocerlo también: a sus 73 años, la muñeca del Gobernador funciona. La oposición política provincial, pese a barrer de votos la provincia hace poco más de un año (cuando la dupla Luis Juez-Rodrigo De Loredo más que duplicó los votos de Alejandra Vigo, esposa del Gobernador, y de Natalia De la Sota), no ha sido capaz de convertir esas crisis parciales en una crisis sistémica del Gobierno.

Obviamente, cualquier análisis sobre una gestión provincial queda opacado por las sucesivas crisis vividas en el Gobierno nacional, que obligaron incluso al propio Schiaretti a “volver a jugar” en la política nacional, participando en el primer semestre del año de varias mesas que reunieron a los gobernadores y estirando contactos políticos mucho más allá del peronismo, bajo la idea (anterior a la salida del ex ministro Martín Guzmán y del acuerdo político subsiguiente entre Cristina Kirchner y Sergio Massa) de que la crisis política desembocaría en el segundo semestre en un callejón sin salida, con expresión económica, social y por lo tanto, sistémica.

Aquel escenario extremo no se dio y la vieja homilía schiarettista contra la grieta quedó en segundo plano, ante la polarización política presente, que la causa “Vialidad” y su veredicto se encargaron de consolidar. Hoy, el pregón del “camino medio” no parece encontrar su espacio en el escenario nacional. Nada nos permite descartarlo para 2023, salvo quizás la acción de sus propios protagonistas: la larga reunión que mantuvieron Martín Llaryora y Mauricio Macri a mediados de noviembre y lo que dejó (la idea de un “Juntos por Argentina”) parecen marcar el sendero posible en el cruce de caminos que se bifurcan hacia las próximas elecciones.

La historia tendrá la última palabra. Veremos si después de casi un cuarto de siglo gobernando Córdoba, el peronismo local es capaz de proponer una innovación política ya no para la provincia sino para el país.

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