Por Beatriz Grinberg de Teicher / Magister en Antropología-Mediadora- Lic. Ciencias Biológicas- Master en PNL- Certificación Internacional Coaching ICC
Es posible establecer una analogía entre el procedimiento de Mediación y el de Coaching, ya que a través del ejercicio de la práctica profesional encuentro similitudes significativas. Ambas, mediante sus técnicas o herramientas, intentan ser posibilidad para un otro, atributos que se manifiestan en el ejercicio del rol tanto del mediador como del coach.
El Coaching es un proceso que fomenta en el individuo el conocimiento de sí mismo, que lo ayuda a conducir su motivación hacia el cambio, a la vez que constituye la orientación necesaria cuando éste apunta a satisfacer sus necesidades de rendimiento individual y alinearlas -si es necesario- con las del contexto en donde él está inserto.
Es una situación parecida la que toma el mediador y el coach en el sentido que, sin involucrase, colabora sin ser un experto en el área del cliente, para que el/los mismos puedan alcanzar lo mejor de sí y producir excelentes resultados en su vida personal y profesional.
Se podría decir que el proceso de Coaching tiene cuatro metas de cambio claramente definidas: 1-Conocimiento de sí mismo: el individuo, a partir de preguntas poderosas y del establecimiento de Rapport, adquiere una mejor comprensión de sus actitudes y conductas, de sus fuerzas y debilidades. 2-Mejoramiento de su desempeño: por medio del proceso de Mediación y de Coaching el individuo involucrado en una situación determinada, puede adquirir empowerment para autogerenciarse y autoclarificarse en la búsqueda de sus objetivos. 3-Cambio de Conducta: al apropiarse de su conflicto, como actor social con capacidad para resolverlo, puede -mediante el reconocimiento de sus potencialidades- no quedarse detenido en lo que está mal, sino pensar en lo que sí quiere lograr, lo cual lo promueve a dar un salto cuántico. 4-Transformación: A partir de la búsqueda de las soluciones su inteligencia emocional se abre a nuevas y más ricas posibilidades.
A través de su práctica, los mediadores, intuitivamente, sin saberlo, utilizan las herramientas del coaching, que de manera profundamente imbricada están instaladas en el procedimiento de Mediación, cuando colaboran para reconsiderar creencias limitantes, desafiar suposiciones, ensayar nuevas conductas, plantear objetivos, preguntar y preguntarse para encontrar nuevas opciones, para bucear en la historia de los que se sientan frente a sí. Para ayudarlo a reconocer recursos que ante situaciones adversas puso en ejercicio y que tal vez olvidó, o por un mecanismo inconsciente filtró y, finalmente, para colaborar con él en el trazado de un plan de acción que lo haga sentir protagonista de sus elecciones y decisiones.
Desde el lugar del coach, al igual que el del mediador, se intenta acompañar, contener y escuchar; suministrar las condiciones que deben estar presentes para que el proceso pueda desarrollarse y, por otro lado, diferenciar las condiciones del actor o de los actores involucradas con las del que actúa desde afuera. En las condiciones del cliente se registra como significativa la disposición a dialogar, a apropiarse del conflicto que trae, y la posibilidad psíquica para poder encontrar recursos y poner pies a sus sueños.
En las condiciones que se piensan inherentes al rol de mediador o de coach está la posibilidad de construcción del lugar de un tercero, de neutralidad, y la capacidad de delimitar el campo de trabajo para colaborar en la búsqueda de verdaderos intereses, temores, deseos, preocupaciones.
Poder escuchar, descentrarse y focalizar en el otro, en lo que dice y en el cómo lo dice, es una de las tareas más difíciles; pero, a su vez, es lo que estructura la función o el ejercicio del rol. Si bien puede ocurrir que el mediador o el coach no se involucre con el relato de una u otra parte, es difícil que pueda dejar de evaluar desde sus propios juicios qué es lo justo, qué es lo correcto, qué es lo razonable en relación con lo que se escucha. Porque en el contacto con el otro se pueden presentar distorsiones, es decir, un supercompromiso como una relación simbiótica en la que no hay límites y, eventualmente, inundar las necesidades del otro o bien producir un distanciamiento que interfiere en la confianza; entonces es difícil establecer el contacto, porque aparece el temor a quedar expuesto, colonizado o absorbido por el otro, y ese otro puede ser la otra parte o uno mismo.
Se construye la escucha también desde el conocimiento teórico, desde la formulación de hipótesis, desde el diseño de estrategias de intervención. Poder articular la teoría con la práctica es una herramienta importante para la comprensión de los fenómenos que se observan.
Escuchar implicaría entrar despojado al mundo que el otro ofrece, para atender hondamente a su narración. Cuando el coach escucha e intenta que el individuo que tiene enfrente pueda focalizar en el futuro, le está haciendo una invitación a que se apropie de su problema, a no ser víctima de sus circunstancias, a que pueda imaginar un mundo mejor y posible, a ser un agente de cambio dentro del escenario de lo que él puede hacer y de la manera en que él lo puede hacer: le está enseñando a ser libre y responsable.