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Un relato espeluznante abrió la ronda de testigos en el juicio a Menéndez

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Con la declaración de una sobreviviente de La Perla quedó inaugurada ayer la ronda de una serie de testimonios que se escucharán en los tribunales federales, en el juicio oral que se sigue en contra de Luciano Benjamín Menéndez y otras siete personas acusadas de secuestrar, torturar y asesinar a cuatro militantes, en noviembre de 1977.
El debate se circunscribió a la extensa declaración que virtió ante el Tribunal Oral Federal Nº 1, Teresa Celia Meschiati, una jubilada de 64 años, que fue secuestrada en la esquina de Avenida Patria y 24 de Setiembre y trasladada a La Perla en setiembre del 76, lugar donde permaneció alojada más de dos años.

La prolongada estadía de Meschiati en el ex centro clandestino le permitió relatar minuciosamente cómo se organizó y funcionó el sitio y quiénes eran los militares y civiles que allí prestaban servicio.
Al comenzar la audiencia, los ocho imputados fueron reconocidos uno a uno por la testigo, tras lo cual Luciano Benjamín Menéndez, Hermes Rodríguez y Carlos Vega decidieron retirarse.

Pacto de sangre

Meschiati dejó sentado a lo largo de su testimonio, que duró más de cinco horas, que existió un “plan sistemático de aniquilación de opositores”, que comenzaba con la detención ilegal de las personas, su posterior tortura (cuyo objetivo era obtener algún tipo de información) y la desaparición.
En cuanto al rol que le cupo a cada uno de los acusados, la mujer dividió al Grupo de Operaciones Especiales (OP3) en dos: los interrogadores y los torturadores.
En este contexto, sindicó a Luis Alberto Manzanelli y a Jorge Ezquiel Acosta como responsables de las torturas que se aplicaban en la sala conocida como “Terapia Intensiva”, que funcionaba en el ex centro clandestino. “Acosta era el jefe de operativos y quien tenía más autoridad dentro de La Perla”, expresó.

Dentro del grupo de los torturadores, la testigo también señaló a Carlos Alberto Díaz: era “gran golpeador, tenía mucha fuerza”, recordó.
Como el administrador interno del centro de detención identificó a Carlos Alberto Vega. “Era un eterno oficinista, el que nos traía los pollos podridos para comer”, declaró.
Más allá de las tareas que les cupo a cada uno, Meschiati remarcó que “todos formaban parte del mismo equipo”. En ese sentido, recordó que Menéndez creó lo que se denominó “un pacto de sangre”. “Todos participaban de todo para que después todos tuvieran que callar”, explicó.

Reafirmando que lo ocurrido formó parte de un plan organizado, la mujer confirmó que existían legajos o dossiers de los detenidos-desaparecidos que se confeccionaban por triplicado: uno de los cuales iba dirigido a Menéndez, otro al Destacamento 141 y el restante quedaba en La Perla. También aseguró que los militares tenían en el lugar el “organigrama” de Montoneros, con los nombres de sus militantes.
En cuanto a los detenidos, la testigo explicó que eran divididos en tres categorías: los blancos (a quienes se les perdonaba la vida), los grises (posibles de recuperar) y los negros (quiene

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