Sonia Boiarov, licenciada en Relaciones del Trabajo, fundadora del Centro de Teletrabajo.
“La sociedad industrial sigue estirando lo que tiene para cubrir las nuevas necesidades de la sociedad de la información. De esta manera, las leyes de una intentan dar cobertura a la otra, pero no todo da soluciones, a veces, solo restringe las posibilidades de desarrollo”. Así, define el escenario actual Sonia Boiarov Licenciada en Relaciones del Trabajo y directora de Torres de Teletrabajo cuando plantea la dicotomía de romper o respetar los mecanismos de control de horarios en el marco de la cada vez más extendida modalidad del teletrabajo. Boiarov resume las distintas posiciones que hay al respecto y deja un interrogante abierto, cuya respuesta es difícil de predecir.
Para la creadora del Centro de Teletrabajo de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el reloj ha sido históricamente determinante del mundo industrial. Se entra a la fábrica o se llega a la oficina en un horario preciso y se deja de trabajar en un horario determinado y la escuela adoptó un horario de entrada y otro de salida en su necesidad de acompañar este proceso de la sociedad industrial.
“Millones de personas se capacitaron en el mundo y el conocimiento se multiplicó con la llegada de la especialización y la mecanización, la productividad de ese momento aumentó en más del 400%. La vida misma duplicó sus perspectivas de subsistencia gracias al avance tecnológico y científico que modificó la medicina. Pasamos de 900 millones de personas en el año 1800 a 6.000 millones a finales de los noventa. Si buscáramos una palabra que representara la época industrial, yo elegiría sólo una de tres letras “más”. Tuvimos más de todo, más trabajo, más tecnología, más productividad, más gente, más cosas, más autos, más educación, más universidades, más salud, más vida, más contaminación, más ricos. ..”.
La vida se cronometró, la producción y la jornada laboral marcaron el ritmo del progreso. La vida ya no se regía por la claridad u oscuridad del día, sino por un elemento externo: el reloj. Pero, en los últimos 40 años se sufrieron los cambios que están dando nueva fisonomía a la vida actual.
Según Boiarov, de una sociedad basada en el poder de la electricidad y el combustible pasamos a otra sustentada en la microelectrónica y la información.
“La influencia tecnológica -detalla- que da forma a la telemedicina, a la teledemocracia, a la domótica, a las formas en que nos relacionamos, a la forma en que trabajamos, ha sido enorme. La expansión de las telecomunicaciones satelitales y el desarrollo tecnológico le dieron la escala global y el poder de la ubicuidad. ¿Qué pasa entonces hoy con la importancia del tiempo? De la administración científica planteada por Taylor con su grado de obstinación por eliminar el tiempo muerto en los procesos de producción llegamos a un mundo de trabajo sin horarios. Es entendible, entonces, que estirar las leyes no resulten todo lo eficiente que podría ser y aparezcan diferentes posturas sobre qué hacer con el tiempo y el teletrabajo”.
Reloj y gatopardismo
¿Deberían los teletrabajadores cumplir horario y si se exceden cobrar horas extras o bien podrían tener horarios más flexibles y ser dueños de su libertad para administrar el tiempo como quieran, respetando los objetivos o resultados del trabajo? Se plantea la especialista.
“Un derecho adquirido por los trabajadores es cumplir un promedio de 8 o 9 horas y en muchos casos cobrar horas extras cuando se exceden del horario. Muchos opinan que este derecho se ve coartado con el teletrabajo y pretenden que los teletrabajadores mantengan los horarios de trabajo. Un poco de gatopardismo para esta época, es decir mantener ‘lo que es’ pero ‘aparentando ser’ otra forma de trabajo. ¿Qué opinarán los jóvenes de la generación cuando les controlemos el tiempo y no les permitamos moverse de 9 a 18 horas mientras teletrabajan en el living de la casa?”
Cumplir horario lleva implícito desarrollar mecanismos de control para verificar el efectivo cumplimiento del horario. Entonces, se pregunta qué formas de control existen en la sociedad de la Información. “¿Una webcam para ver al trabajador, simulando que está en la oficina de 9 a 18? ¿Un software de gestión que loguee o desloguee y controle el tiempo que estamos en la computadora? ¿Cuántos otros mecanismos tendremos para saber que el teletrabajador cumple el horario?”
Finalmente, concluye: “Sea como sea el control de horario que se le imponga al teletrabajador, ello limitará su libertad. Eliminar la flexibilidad horaria en los trabajos donde no hay necesidad de cumplirlo es una limitante que facilita y hace más cómodo el control por parte de los jefes. Pero imaginemos que con el tiempo también podríamos eliminar la flexibilidad del lugar porque no podemos cubrirlos con los seguros del trabajo previstos en las leyes de seguridad e higiene laboral actuales y eliminamos la flexibilidad horaria porque no podemos controlar al trabajador (como lo hacíamos en la sociedad industrial), habremos entonces terminado con el teletrabajo. ¿Será este el avance hacia el cual va el mundo?”