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Estamos terminando un año más de esta columna, que busca plantear los impactos legales de la innovación que cada día es más frecuente aunque continúe sorprendiéndonos.
En este espacio empezamos, allá por finales del año 2000, planteando la revolución tecnológica y enterando a nuestros lectores de los cambios que hoy son cuestiones del día a día. Muchos de ellos con frecuencia destacan que quien suscribe “la vio venir”, pero como pasa en la mayoría de los ámbitos, es muy difícil ser el pionero, más en cuestiones legales, porque por aquella época no sólo tenía que informar a mis potenciales clientes de los avances en la tecnología y la necesidad de innovar sino que además debía alertarlos para evitar problemas o contingencias inesperadas de un bien estructurado andamiaje jurídico que los protegiera, por lo que la conclusión de mis interlocutores era “para qué innovar si voy a asumir nuevos riesgos”.
Similar actitud tuvieron las universidades al proponerles incluir en su currícula temas de derecho informático para educar a sus profesionales en lo que sería una realidad en los años venideros. La mayoría me respondía que eligiera alguna de las tradicionales materias para después de largos y burocráticos años académicos tratar de enseñar lo que yo creía que era el futuro.
Sólo los directivos este prestigioso diario entendieron la necesidad de brindar una herramienta de instrucción a sus lectores, asignando esta columna que ya cumplió la mayoría de edad.
Esta introducción es oportuno mencionarla al cierre de este 2022 para recordar de dónde venimos, quiénes fueron esenciales en nuestro camino de crecimiento y así brindar por nuestro presente y augurar muy buenos años venideros.
Al realizar una revisión de estos pasados meses, se destaca la implementación de la directiva europea de protección de datos y su gran efecto en los países extra Unión. Principalmente porque datos fluyen de un continente a otro sin interrupción y, en consecuencia, requieren de que se cumplimente la normativa para no ser sancionados o bloqueados. Como ejemplo sirve el análisis que se hizo para el anuario de Comercio y Justicia respecto de la nueva política de Twitter, y las exigencias de la Unión Europea para que cumplimente sus directrices, bajo pena de bloquear su utilización en el ámbito de la región.
En el ámbito del comercio electrónico, los efectos de la pandemia fueron significativos al incrementar sustancialmente la actividad comercial a través de las plataformas, ya que el aislamiento a causa del covid derribó cualquier miedo que se tuviera sobre las transacciones electrónicas.
Otro aspecto importante del comercio electrónico fueron las criptomonedas, no sólo por su variación y fluctuación en los mercados -volviendo inmensamente ricas y tremendamente pobres a las mismas personas en cuestión de minutos- sino porque se comenzaron a elaborar distintas regulaciones estatales.
Otro ámbito que lamentablemente tuvo un crecimiento exponencial fue el de los delitos informáticos, principalmente las estafas en sus más variadas metodologías. Ello, con dos ejes principales: uno, a través del telemarketing, con el que, con gran astucia, los ciberdelincuentes logran engañar a sus destinatarios logrando que les brinden todas las claves de seguridad para luego vaciar sus cuentas y solicitar la cantidad de créditos que tuvieren disponibles. La otra opción, muy frecuente, fue el conocido SIM swapping: los afectados fueron las telefónicas y las entidades bancarias con destino final en las cuentas de personas o empresas, que por momentos vieron bloqueados sus teléfonos, para minutos después ver vacías sus cuentas.
Esperando que en estas fiestas el Niño Jesús los llene de bendiciones y que en 2023 conquisten todos sus objetivos y superen todos sus desafíos, fortaleciendo la familia, la paz social, la relación amistosa y fraterna con sus pares, los aliento a seguir formándose para que la tecnología sea siempre una herramienta para el bien común.
* Abogado, especialista en derecho informático
