sábado 16, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Poema al natural

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“O San Pedro,

Reserva y escoge el azul más puro;
extiendeló sobre las mañanas consagradas de sol
Haz del mar un espejo del cielo
espolvoreado de jangadas blancas
Y que el atardecer sangre
en el horizonte
Las playas deben ser fascinantemente
bellas bajo la vigilancia de altivos
y fieles cocoteros
Crea piscinas naturales dentro del mar y un pueblo hospitalario y bueno
Que su tierra sea fértil
y la comida típica mejor
que el manjar”

El extracto del poema Día de la creación de Alagoas, de Noaldo Dantas, resume en un breve párrafo el destino donde la postal soñada de aguas turquesas, arenas blancas, vegetación desbordante y gente agradable, cobra vida.

El reflejo de esta poesía nace en Maceió y crece en belleza a medida que se expande hacia el norte y hacia el sur de la capital alagoana a lo largo de los más de cuarenta balnearios que conforman la costa del Estado. Una ribera salpicada por playas que coinciden en su naturaleza agraciada pero se distinguen por aspectos diferenciales que las hacen únicas.
Maceió, por ejemplo, se caracteriza por una costanera extensa ideal para largas caminatas temperadas por la brisa marítima y la sombra de las palmeras, o para detenerse en un parador a refrescarse con agua de coco y degustar alguna variedad de tapioca (especie de panqueque de harina de mandioca).

Los complejos hoteleros que se concentran a lo largo de la avenida principal desde las playas de Ipioca, pasando por Jatiuca y Ponta Verde, hasta Pajucará, así como los restaurantes y bares con música en vivo que se esparcen por la bahía, contrastan con las construcciones silenciosas de las arterias internas.

Desde este distrito hacia el litoral sur, el paisaje está dominado por lagunas (como Mundaú y Manguaba, que forman uno de los mayores complejos lacustres del mundo), y estuarios que proporcionan los ingredientes para los manjares de la gastronomía alagoana, como los camarones y el famoso sururú, un molusco que se sirve con leche de coco o salsa y al que le atribuyen efectos afrodisíacos.

Playa Francés

En esta zona, Francés es una de las playas más concurridas y activas en cuanto a cantidad de gente, venta ambulante y puestos de indumentaria y artesanías.

A unos kilómetros de allí se encuentra el pueblo Barra de San Miguel, protagonizado por posadas y hoteles de ambiente tranquilo y exclusivo que van de hospedajes simples a hoteles seis estrellas. Su puerto es el punto de partida para abordar el catamarán que navega la Laguna Roteiro hacia la playa de Gunga, una media luna dorada cortejada por un sinfín de cocoteros amontonados y bañada por un mar cristalino y calmo. El lugar es uno de los más demandados no sólo por su paisaje sino también por la excursión en buggy que parte de allí y emprende una travesía a puro viento sorteando dunas y cocoteros hasta arribar a los impactantes acantilados multicolores de Jacarecica do Sul.

“Los llamamos falésias y algunas formaciones tienen más de 40 colores diferentes generados por la erosión de los distintos períodos geológicos”, explica Miguel, el conductor del vehículo, mientras señala la pared de unos veinte metros veteada por una paleta de infinitas tonalidades de rojos, violetas y azules. Estas murallas se suceden a lo largo de todo el trayecto de casi un kilómetro y culmina en la laguna de agua dulce donde se ofrecen baños de barro sobre la piel que prometen beneficios curativos y estéticos.

Acantilados multicolores

“Gunga pertenece a un solo propietario que además es dueño de un palmeral de más de ochenta mil cocoteros, por tal motivo este lugar sólo se puede visitar por el día”, aclara el guía.

Acuarios multicolores
A diferencia del lado sur, el litoral norte de Maceió encanta por su importante formación de barreras de corales que conforman la mayor área de preservación ambiental marina del país.

El recorrido por esta región está protagonizado por mesetas verdes espaciadas entre cañaverales y salpicadas por ganados de búfalos blancos y pequeños poblados, que crean un paisaje bucólico que incrementa su intensidad con el juego de luces del amanecer.

Esta fotografía se transforma cuando la carretera se acerca al mar donde se expanden las diferentes playas. Entre ellas se destaca Paripueira donde, además de disfrutar de un nutrido almuerzo a base de mariscos y pescados amenizado por un divertido espectáculo de forró -el baile típico de la zona- sirve de sala de espera para abordar la lancha rápida que desemboca en la playa Carro Quebrado.

“Le dicen así porque el acceso por tierra es tan complicado que ha destruido más de un auto”, comenta Samuel, un morocho fornido sentado sobre su cuadriciclo, mientras ofrece por unos cuantos reales recorrer este escenario dotado de una enorme escarpadura de 40 metros de altura jaspeada en tonos rojizos y ocres que se eleva abruptamente sobre la angosta y extensa línea de arena que dibuja la bahía.

A diferencia de este entorno casi virgen y desolado, en el camino hacia el norte se encuentra Ipioca y su complejo“Hibiscus, que es más concurrido y acondicionado. En su restaurante se sirven diferentes tragos a base de frutos naturales que se pueden saborear sobre camastros acolchonados que le otorgan un toque sofisticado.

Maragogi banco de arena

Límite
Al final del recorrido, casi llegando al límite con Pernambuco y a unos 130 kilómetros de Maceió -que en realidad son dos horas de viaje en colectivo-, se arriba a Maragogi, la perla alagoana también conocida como la Costa Dorada o el Caribe Brasileño. El pequeño balneario reúne los atributos más encantadores de todo lo imaginado: una ribera fina como la harina, palmeras tupidas y mar calmo y trasparente. Además, es dueño de una de las piscinas naturales formadas por arrecifes coralinos mejor conservados de Brasil.

La formación de estas piletas que emergen en medio del océano y regalan un espectáculo de peces multicolores y corales de mil formas, dependen de la marea que, según la luna o la suerte, baja y sube según la fecha.

En caso de no tener dicha fortuna, se suplanta esta aventura con una excursión en barco hacia un banco de arena donde el agua llega a la cintura, concibiendo un buen escenario para disfrutar de un trago en un bar-barco o una clase de gimnasia acuática.

La esencia de Maragogi está focalizada en esta fotografía. Su nombre significa “flor del maracuyá”, y para quien la visita, es otra flor de mar imposible de olvidar.

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