Por Fernando García*
Hubo un tiempo en que las carreteras, aeropuertos, puertos y ferrocarriles eran las grandes palancas del crecimiento de la riqueza de un país. En 2019, sin embargo, lo que definirá qué países latinoamericanos estarán por delante en la recuperación de la economía es la infraestructura digital -centros de datos y redes de telecomunicación operando en un ambiente que acelere la innovación-.
También es fundamental perseverar en el fortalecimiento del nivel educativo de la población, colaborando para que cada ciudadano sea capaz de diseñar un nuevo futuro para él mismo, su familia, su empresa y su país. El mundo ya está organizado a partir de esta lógica. Según el World Economic Forum 2017, Singapur, Finlandia y Suecia son los países más digitalizados del mundo y eso se refleja en la pujanza de sus economías. Hay una fuerte relación entre economía digital, productividad y competitividad. Donde hay digitalización, hay riqueza. En este momento de transición, es hora de dar las medidas necesarias para que América Latina abrace la transformación digital y salte hacia el futuro.
El contexto es favorable para esto. Según un informe del World Bank de 2017, 43% de la población de nuestra región tiene menos de 25 años y 80% vive en grandes ciudades. La generación mllenium ya nació conectada y puede aprender a vivir sin algunos servicios básicos -pero no sin smartphones-. Una encuesta de la Fundación Getúlio Vargas (FGV) indica que, en 2017, Brasil pasó a contar con 208 millones de teléfonos celulares, una cifra mayor que su población. En Chile, 65% de sus 18 millones de habitantes tiene un smartphone. Una encuesta hecha por el portal Statist indica que en 2018, en toda América Latina, 43% de la población tiene al menos un smartphone. Vale recordar, también, de lo que está ocurriendo en Colombia. El gobierno del presidente electo este año, Iván Duque, propuso cinco años de exención fiscal a las empresas digitales que operan en el país y crean una cierta cantidad de puestos de trabajo.
Otra evidencia del deseo de avance de nuestra región es la existencia de varias Smart Cities en América Latina. Según una encuesta realizada en 2017 por Cities Digest, un centro de estudios global, Smart City es un lugar que utiliza las soluciones y servicios de TI y comunicaciones para crear una infraestructura favorable para una mejor calidad de vida y el crecimiento de negocios a nivel internacional. Esta lista incluye a Santiago (Chile), Ciudad de México (México), Bogotá y Medellín (Colombia), Buenos Aires (Argentina), Río de Janeiro (Brasil) y Montevideo (Uruguay). Todas estas conquistas han sido fuertemente basadas en un determinado modelo de servicios digitales: la nube. En los últimos siete años, América Latina ha aprendido lo que es cloud computing. Hoy las empresas y los países viven la realidad en la que la nube recibe aplicaciones y servicios, y se accede a través de dispositivos de todo tipo, en todo momento, desde cualquier lugar. Los datos del IDC indican que, sólo en Brasil, la adopción de la computación en nube ha crecido año a año desde 2012 -entre 2016 y 2017, ese índice fue del 29%-. Sin embargo, en 2019, será crítico comprender los límites de cloud computing. Para seguir ampliando la transformación digital en nuestra región, es necesario sumergirse en el concepto del edge computing.
Edge computing no compite con cloud computing -se complementan-. La gran misión de edge computing es reducir la latencia de las aplicaciones, bajando en milisegundos o nanosegundos el tiempo de acceso a un sistema en línea. Para reducir la latencia, el edge computing coloca el procesamiento en los extremos de la red, fuera de los grandes centros de datos y nodos principales. Por motivos estratégicos, el modelo edge computing determina que el procesamiento de al menos parte de los datos ocurra en borde de la red, en centros de datos menores o modulares distribuidos por regiones de América Latina antes no tan digitalizadas.
La meta de edge computing es acortar la distancia geográfica entre donde se recoge y/o se consume la información y el punto de procesamiento. La latencia es el tiempo que un dado lleva para viajar por la red desde el punto donde fue creado hasta el punto donde será procesado o consumido.
Varios factores explican la importancia de esta nueva transformación digital. La diseminación de entornos IoT (Internet of Things, Internet de las cosas) en áreas antes invisibles para TI -tierras cultivadas de gigantes del agro negocio, grandes plantas industriales o de energía- es una de esas palancas. La creciente demanda de aplicaciones de streaming (caso de Netflix, Amazon Prime Video, etcétera) es otra -se trata de un tipo de aplicación que sólo ofrece buena calidad de servicio (QoS) cuando se apoya también en procesamiento local, en centros de datos cercanos a donde se consume el streaming-. Las aplicaciones como telemedicina, coches autónomos, realidad virtual y realidad aumentada también dependen de la alianza entre cloud computing y edge computing para convertirse en realidad en nuestra región.
(*) Vicepresidente de Vertiv Latinoamérica