El requerimiento de servicios para el control de calidad de los productos comestibles crece por aumento de población y cambios de hábitos. La firma cordobesa -única reconocida como institución con buenas prácticas de laboratorio (BPL)- amplió su edificio, invirtió en tecnología de punta y sumó 15 profesionales especializados
Argentina, como principal exportador de alimentos, debe prepararse para un crecimiento del consumo no sólo por la demanda misma de la población sino por los cambios de hábitos alimentarios que demandan mayores composiciones nutricionales y proteicas.
Para ello, la aplicación de tecnología con el fin de eficientizar la producción es un hecho, lo que conlleva un mayor control de los alimentos y de los sistemas empleados para su optimización, como por ejemplo en la producción de agroquímicos.
Por este motivo, JLA – proveedora de servicios a toda la cadena productiva de alimentos desde la materia prima hasta la certificación de productos terminados- invirtió tres millones de dólares para ampliar su infraestructura y sumar personal especializado con el fin de responder al vertiginoso crecimiento de sus servicios, como control de microbiología, calidad nutricional, micotoxinas, residuos de pesticidas, metales pesados, granos y subproductos.
“Somos el único laboratorio reconocido como institución con Buenas Prácticas de Laboratorio (BPL) por el Organismo Argentino de Acreditación (OAA), comenzamos con 14 estudios por año, seguimos por 34 y ahora vamos más rápido de lo que podemos difundir”, precisó a Comercio y Justicia Roberto Sandrini, presidente de JLA, que tiene su sede en General Cabrera, Córdoba.
“Trabajamos para la sustentabilidad y seguridad alimentaria, por la calidad y cantidad de alimentos que tenemos hoy, analizamos que no sean tóxicos, que no tengan residuos, hacemos análisis de agua, de efluentes, de materias primas”, amplió.
Las certificaciones de buenas prácticas están destinadas a los exportadores de alimentos con el fin de que la mercadería salga del país con el control aprobado en origen.
En un primer momento, el análisis consistía en descubrir posibles toxinas o metales pesados, y con el tiempo se fue complejizando, hasta alcanzar también los residuos que puede dejar el glisfosato, los plaguicidas, metales pesados como plomo o cadmio, que se pueden encontrar en la tierra. Es por ello que las empresas productoras de agroquímicos también necesitan de los servicios de certificación de JLA, requerido por el Servicio Nacional de Sanidad Animal (Senasa) y, puntualmente, por la Ley de Agroquímicos de Córdoba, que solicita la inscripción en un registro.
“El Senasa indica que el glifosato se puede usar en una determinada dosis para el tomate; entonces, empresas como Basf y Syngenta deben presentar los debidos estudios que indican que no hay residuos. El estudio nuestro consiste en ir al campo, sembrar, hacer la aplicación durante dos años con la dosis propuesta y con todas las medidas de seguridad. Son estudios muy rigurosos, si los resultados indican que la dosis es la aceptada por el organismo de control, la empresa entonces puede registrar su producto”, explicó.
Unidades
Así, el laboratorio cuenta con tres unidades de negocios: la certificadora de calidad propiamente dicha, el laboratorio y otro laboratorio que presta servicio a la industria alimentaria, con amplia especialización en el tratamiento de los residuos.
Para dar respuesta a esta demanda creciente de la industria alimentaria, JLA amplió su inicial estructura de 1.500 m2, a un superficie integrada de 2.700 m2. Sumó otro edificio de 1.200 m2, tecnología de última generación y equipamiento, con una inversión de tres millones de dólares desplegada en los últimos dos años, según apuntó el presidente.
“Agregamos más tecnología, 15 nuevos profesionales destinados a laboratorios para la industria, entre ellos cinco doctores. El objetivo es fortalecer esta área y no bajar la calidad en los otros servicios por el hecho de compartir recursos. Es un ambiente en el que funcionan las tres unidades de negocios de forma independiente pero integradas”, explicó, y recordó que en la actualidad, el total de profesionales es 102, de los cuales 10 son doctores en química.
Cabe destacar que JLA es el único laboratorio que certifica BLP, lo que lo convierte en la única opción para empresas locales, y para internacionales que prefieren enviar sus estudios a este centro, en lugar de a sus propias sedes en el exterior.
“Trabajamos con todas la maniceras, AGD, Nestlé, Arcor, Bagley, somos el laboratorio de referencia de todo el país, además, con Nova, Dupont, Singenta, Basf, entre otras”, reveló.
La nueva superficie
El edificio que fue inaugurado el pasado martes respeta los mismos valores que pregona: la sustentabilidad, el cuidado de los residuos, entre otros.
El edificio es sustentable, tiene 60 paneles solares en el techo mediante los cuales produce 50% de la energía que consume, recicla el agua, cuenta con parasoles en las ventanas para que el sol no impacte de manera directa y que los acondicionadores de aire sean eficientes.
La empresa surgió en 1992 en General Cabrera, focalizándose en el análisis de aflatoxinas, un tipo de toxinas producidas por ciertos hongos en cultivos como el maní, que es el dominante en esa zona de Córdoba.
En ese marco, en 1997 se asoció con la estadounidense James Leek que, en ese momento, evaluaba a Argentina como origen alternativo de maní.
Veinte años
La empresa tiene 20 años de trayectoria, es miembro de la red Senasa, está acreditada por las normas ISO 17025 en más de 200 ensayos y es la única empresa de Argentina reconocida por el Organismo Argentino de Acreditación (OAA) para conducir estudios de residuos de conformidad con las BPL, lo que le permite ser proveedora y tener convenios con Basf, Dupont, Syngenta, Dow, Bayer.
n Sus certificados de calidad en productos alimentarios para la exportación fueron los primeros reconocidos como válidos en destino, evitando de esta forma esperar al muestreo y análisis en los puertos para conocer su aceptación.JLA nació en 1997. Cuenta con un staff de más de 100 colaboradores, 34 profesionales, muchos de ellos con estudios doctorales. Posee filiales en China, Brasil y EEUU que atienden a toda la cadena productiva de alimentos.
Ampliar la capacidad instalada para fortalecer servicios de certificación en origen, laboratorio de referencia para la industria alimentaria y registro de productos agroquímicos.