lunes 25, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Manual de zonceras judiciales (I)

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 Por Alejandro Zeverin

Arturo Jauretche se preguntaba si los argentinos éramos zonzos en su obra Manual de zonceras argentinas -muy leída en la década de 70- que desarrollaba una teoría de fácil comprobación. Consistía en analizar si existían principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la infancia y a los adultos en porciones con apariencia de axiomas, para impedimos pensar sobre las cosas de Argentina y sobre los argentinos desde la óptica del buen sentido.
El método que denunciaba era hacer inadvertir lo obvio. La idea-fuerza de la engañifa, decía, consistía en excluir la argumentación para hacer actuar a las personas -zonzas- dogmáticamente, mediante un axioma introducido en la inteligencia -que servía de premisa- para no hacer depender la eficacia de la falsificación de la habilidad de la persona en la discusión sino evitar la discusión. Porque si un zonzo analizaba la zoncera, dejaba de ser zonzo, distinguía entre zonzo y azonzado, situación -decía- transitoria, como así lo señalaba el verbo.
Jauretche decía que las zonceras no se enseñaban como una asignatura, estaban dispersas, que se apoyaban y complementaban. Que si nos deteníamos en la comprobación aislada de cada zoncera llegaríamos por inducción -del fenómeno a la ley que lo rige- a comprobar que se trataba de un sistema de elementos de una pedagogía destinada a impedir que el pensamiento nacional se elabore desde los hechos, es decir desde las comprobaciones del buen sentido.
Por ejemplo, Civilización y barbarie, esa zoncera madre que las parió a todas. “Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar”, afirmó. Finalizaba con “descubrir las zonceras que llevamos adentro es un acto de liberación: es como sacar un entripado valiéndose de un antiácido, pues hay cierta analogía entre la indigestión alimenticia y la intelectual. Es algo así como confesarse o someterse al psicoanálisis -que son modos de vomitar entripados- y siendo uno el propio confesor o psicoanalista”. José Gobello, presidente de la Academia del Lunfardo, definía a un “gil” como un tonto o lento.

Dicho esto, pasemos a algunas de nuestras propias zonceras. Por ejemplo, cuando por un lado se propone el aumento de penas para delitos vinculados a la siniestralidad vial, y por el otro, jueces y fiscales violando el Art. 76 bis CP, otorgan probation a los acusados de esos delitos, evitando así el juicio y eventual condena, siendo que no procede la probation para delitos reprimidos con penas de inhabilitación, tal el caso de los culposos.
• Otra, cuando la Corte Suprema ratifica la no punibilidad del aborto de un embarazo de una víctima que alude violación, sin necesidad de denuncia o diligencia judicial previa de ningún tipo, facilitando la impunidad del agresor sexual.
• Hacer creer que la jueza federal Romilda Servini ex de Cubría va a investigar seriamente una denuncia de Ibar Pérez Corradi en contra del ex senador Ernesto Sanz, de haber recibido una coima cuando integraba el Consejo de la Magistratura para impulsar la destitución del ex juez federal Federico Faggionato Márquez, ordenando su citación como testigo.
• Agitar la estructuración de una política pública de asistencia y contención eficaz a quienes sufrieron hechos violentos, evitando la revictimización e impulsar la búsqueda de justicia y restauración de los derechos perdidos. Y por otro lado negarle a la sociedad una reforma estructural en todos los códigos de Procedimientos que habilite a los querellantes particulares a actuar a la par y en igualdad de armas con los fiscales, para así poder probar la existencia de los hechos por ellos denunciados y la autoría responsable.
• Esconder a la gente que en las cifras de productividad judicial en el fuero Penal -cantidad de sentencias dictadas- 60% aproximadamente constituyen las que declaran la prescripción de las acciones penales por el transcurso del tiempo sin sentencia.
• Pontificar que la justicia es ciega y juzga por igual a poderosos como a menesterosos.
• Que los delitos de femicidio son consecuencia directa del llamado machismo, cuando la experiencia de quienes algo entendemos en el tema, indican que en gran número ocurren por una falta de tutela judicial efectiva a la víctima, relacionada con el desigual status entre fiscal y juez, con la querellante particular víctima de delito, porque ésta no puede imponer líneas de investigación de lo que denunció.
• Hacer creer que los jueces federales de Comodoro Py encabezan un mani pulite, cuando la mayoría de los procesos ha tenido su origen a partir del año 2006 y, ahora prestos, pretenden sacar el herrumbre de esas causas, para salvar la ropa.
• Que las resoluciones judiciales deben ser acatadas a rajatabla, en especial las de orden penal de llamados a indagatorias por parte de los imputados. Cuando por otra parte, al juez federal Marcelo Martínez de Giorgi una citada por él le mandó a decir por la prensa “que se pierda la citación por el orto”, sin que el magistrado reaccionara defendiendo su investidura, sin importarle desprestigiar aún más el poder que representa.
• Ocultar que se otorgan de forma indiscriminada y sospechosa, prisiones domiciliarias a condenados a más de doce años de prisión, a los dos años de haber ingresado en una institución carcelaria, con base en argumentos falsos y declaraciones insólitas de inconstitucionalidad de la ley 24660, en su Art. 32 inc. f.
• Seguir con la cantinela de que Argentina es un país de tránsito del narcotráfico, que no existen zonas liberadas para el narco y la delincuencia común, todo favorecido por una inacción judicial represiva.
Y, una última por ahora, que la Justicia está cerca de la gente cuando hasta el fiscal Federal Federico Delgado confesándose o verbalizando su psicoanálisis, vomitando entripados, analiza el funcionamiento y las zonas oscuras del Poder Judicial en su libro La cara injusta de la justicia. Sin pudor impone, parece ser, un axioma: que los jueces son leales a la ley y también a la facción que los puso y que el factor que demora las causas de corrupción durante décadas o directamente la congela es que los jueces pueden hacer lo que quieran, por que el sistema político-judicial argentino divorció la ley de la justicia y los jueces buscan ser “simpáticos” a los gobiernos.

Abogado penalista – UNC. Máster en Criminología (Universidad de Barcelona)

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