Por Salvador Treber
La eliminación y/o reducción de las retenciones sobre exportaciones que favorecen a los sectores agropecuario y minero han hecho retroceder en términos reales dichos ingresos y acentúan el déficit sin que la conducción logre corregir esa tendencia
Al cierre del primer semestre del presente año se consideraba que la reducción coordinada de Ingresos Tributarios y Gastos no generaría nuevos problemas pero estas presunciones optimistas no se confirmaron en la realidad. Prueba de ello es que en julio pasado, primer mes del segundo semestre, la incipiente tendencia descendente en moneda constante se acentuó aún más y creció el saldo negativo.
En la respectiva gestión, correspondiente al mes de mayo pasado, el balance de la Tesorería General ya había trepado insólitamente a $23.993,6 millones, cifra ésta que equivale a cuatro veces la del mismo mes en el año 2015. Tal circunstancia constituyó en su momento una dura realidad que contraría todo lo que se venía anunciando y, en especial, a las confesadas convicciones del titular del Ministerio de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay. Este funcionario, por lo que sugieren las notorias actitudes y declaraciones más recientes, parece haber renunciado a cumplir sus objetivos iniciales.
No sólo eso; debió reconocer que el incremento en nivel general de precios ya trepaba entonces a 42% y hasta fines de 2016 no habrá mejoras de ninguna índole, por lo cual en vez del famoso “segundo semestre” para la esperada reactivación habría que esperar hasta el año que viene.
Por otra parte, se abstuvo de explicar las causas por las cuales se agravó en medida tan insólita el déficit de dicho mes pues, sin lugar a dudas, se ha retrocedido.
En última instancia, dicho funcionario optó por hacer pública esa realidad, sin inmutarse al desdecir todos los anuncios oficiales previos sobre el tema y los lineamientos que pensaba seguir al respecto. No se debe olvidar que, a muy pocos días de asumir, en diciembre pasado, se eliminaron casi coincidentemente los derechos sobre las exportaciones agropecuarias (salvo en el caso de la soja y sus derivados, en que se redujeron en cinco por ciento), al par que se recortaron muy severamente los subsidios que, según lo anunciado al asumir, debían, en poco tiempo más, derogarse integralmente.
Sucesión insuficiente de cortes
Obviamente, estas fuertes “podas” de ingresos y gastos concurrieron a reducir en medida apreciable ambas áreas de gestión pero pocos se suponían un tan agudo aumento del déficit que siempre antes era estigmatizado por los principales funcionarios del Gobierno nacional. Según las tardías explicaciones ensayadas, lo acaecido sería por influencia directa de los incrementos otorgados sobre jubilaciones, asignaciones de amplitud universal y el pago con retraso de certificados por ejecución de obras públicas que no se podían postergar más sin correr el riesgo de su temible paralización.
En cuanto al resultado primario (no incluye partidas financieras) el desequilibrio también fue récord pues ascendió a $13.707,7 millones, importe que -evaluado en su relación interanual- permite constatar un muy preocupante aumento de 67,3%. El vocero oficial informante no hizo mayores comentarios e incluso tampoco lo evaluó, como se venía haciendo hasta el primer trimestre; sin intentar más análisis y circunscribiéndose a responsabilizar de ello a “la pesada herencia recibida”. En cambio, sí admitió la necesidad de revisar las evaluaciones precedentes y corregirlas en función de ese nuevo contexto.
Aconsejó, además, tomar en cuenta los cambios operados para, con todos los elementos disponibles, extraer las respectivas conclusiones; incluso apelando a un esquema expresado en pesos de valor constante. Es obvio que un recrudecimiento tan importante del desequilibrio presupuestario, pese a los fuertes recortes introducidos, ha creado un clima especial de inseguridad que procura llegar a disponer de elementos ciertos para avizorar como evolucionará la coyuntura y cerrará el presente año.
En los primeros días de agosto se difundieron los datos sobre la recaudación de julio -que llegó a $180.091,4 millones- y ellos ratifican, por medio del cotejo interanual, que ha crecido apenas 23,4%, cuando el proceso inflacionario ya se “disparaba” a 47,5%. Los tributos que más defeccionaron fueron los Derechos de Exportación que en julio descendieron 29% respecto a lo correspondiente al mismo mes de 2015 y el impuesto a las Ganancias que en ese mismo lapso sólo creció un paupérrimo 8,7%.
Los resultados del mes de agosto agudizan la problemática pues crecieron en forma interanual sólo 25,1% al totalizar 165.763,1 millones; mientras en la distribución interjurisdiccional la Administración Nacional recibió de ese importe $67.973.5 millones (15,1%) que al no reducirse el gasto profundiza el desequilibrio. En menor medida ello también se reitera para las Contribuciones de Seguridad Social que percibieron $42.406,1 millones (+34,6%) y el conjunto de provincias con $48.387,2 millones (32,3%).
Las hipótesis sobre el corto plazo
La eventual perspectiva de una estanflación en estas circunstancias puede ser considerada la peor alternativa posible y, más aún, si en el segundo semestre no se revierte la tendencia y comienza aunque sea una suave recuperación. Los voceros oficiales inicialmente sostuvieron que se esperaba para la segunda mitad del año el comienzo de la reactivación pero ese pronóstico viene siendo objeto de postergación; primero se lo trasladó a comienzo del último trimestre para posteriormente fijar, sin demasiada exactitud ni fundamentos creíbles, para “el año próximo”; asemejándose más a un deseo que a una conclusión consecuencia de motivaciones ciertas.
En los cinco primeros meses del presente año, el desequilibrio financiero había ascendido a $75.634,5 millones; cifra que respecto de lo sucedido en 2015 resulta 15% inferior; mientras que el resultado primario fue levemente superior ($76.103,4) millones; lo cual ya ponía de manifiesto una suba muy moderada de apenas 5,2% que, a su vez, es consecuencia de los fuertes cortes antes mencionados. Pero al acumularse ocho meses la situación ha duplicado el desequilibrio pues los ingresos sólo acrecieron 27,7% y, de seguir con ese ritmo, a fines del corriente año superará en no menos de un 45% al del año precedente.
Evaluación oficial sobre el cierre del ejercicio
En las esferas oficiales predomina la convicción de que las empresas tratarán de no prescindir de personal experimentado pues son parte de su actual capacidad operativa y sólo se desprenderán sin vacilar de los novatos; pero este criterio puede modificarse si la recesión se profundiza. Ochenta por ciento de sus voceros ha sostenido tal criterio, el cual aparece ratificado por una encuesta específica del Ministerio de Trabajo de la Nación que requirió su postura actual a 2.800 firmas localizadas en diez diversos centros urbanos. En primer lugar hubo virtual coincidencia en las respuestas de 85% de éstas que por lo menos hasta fines de septiembre no habrá variantes. En una minoría muy reducida, equivalente al 15% restante, 9,5% de ellas están pensando en nuevas incorporaciones y en 5,5% dicen tener urgencia en realizar despidos para equilibrar ingresos y egresos.
Pese a haber sido confeccionada por una empresa privada, mediante una consulta a 800 firmas, otra investigación llega a resultados bastante coincidentes pues cuatro quintos de ellas admitieron que hasta fines de septiembre se mantendrían a la expectativa y sin introducir ningún cambio apreciable en los respectivos planteles.
La muy jaqueada área industrial
Mientras las actividades comercial, de transportes, de comunicaciones, hotelería y restaurantes consiguieron mantener un nivel sin mayores variantes, incluso levemente superior, el área que sufrió el mayor impacto de la recesión fue la industrial. Según lo revela la segunda encuesta precitada, permite advertir que “en la industria las expectativas netas relevadas presentaron un marcado signo negativo, profundizando así su tendencia a la baja”. Por otro lado, la entidad de estudios especializada FIEL, tras un cotejo interanual realizado, en mayo hubo una caída de 3,6%; con lo cual se debe admitir que en ese mes se verificó un notorio mayor retroceso que supera al de abril pasado, cuando cundió la alarma por haber llegado a 2,2% (desestacionalizado).
En función de ello agregan: “Las perspectivas de corto plazo que pudieran impulsar un cambio se han esfumado” pues la fase recesiva se prolonga “sine die”. La peor situación y menores expectativas inmediatas de reversión, según sus propios indicadores, son los que exhibe la actividad automotriz. Resulta ello muy evidente pues al cabo de los cinco primeros meses de este año tuvo una caída acumulada de 12,4%, en la cual ha gravitado muy fuertemente el contexto que vive Brasil por haber cerrado virtualmente las importaciones provenientes de nuestro país.
Debe advertirse que esa tan intensa reducción se debe en especial a que casi una década antes se programó en conjunto un esquema de complementación en dicha especialidad que abarcó tanto unidades terminadas como piezas y repuestos. Ésta ya se prorrogó en tres oportunidades, aunque actualmente nuestro vecino no cumple en forma integral con lo pactado. Ello no puede considerarse como consecuencia de la situación mundial pues sólo Brasil ha actuado de tal forma. Los recientes cambios de política económica ocurridos en dicho país no permiten avizorar modificaciones en la situación actual sino todo lo contrario, pues el escenario económico brasileño no presenta signos evidentes de reactivación en lo que resta del presente año.