El abuso sexual infantil ocurre habitualmente en un ámbito familiar o, por lo menos, conocido por el menor, en un contexto privado, donde difícilmente sea advertido por otras personas. Por ende ,los menores son impotentes para desvelar este abuso, no sólo porque dependen psicológicamente del victimario sino porque desconocen lo que implica una conducta abusiva contra su integridad.
En ocasiones, la conducta abusiva puede ser insospechada por el entorno inmediato del niño o del adolescente, porque es parte del mismo grupo familiar, de confianza. Sin embargo, en otras ocasiones, la realidad nos indica que suelen ser prácticas naturalizadas en comunidades más cerradas, en zonas rurales, donde se “conocen” pero no se denuncian, permaneciendo invisibilizadas por el proceso de naturalización que han sufrido, por la misma sociedad y por ende para la justicia.
Síntomas y signos psicológicos
Ocurre que tanto los síntomas como los signos en los menores que han sido víctimas de abuso sexual no son específicos ni se puede establecer una correlación directa entre causa y síntoma. Por el contrario, éstos pueden ser respuestas a otros tipos de traumas, tales como abuso físico, emocional, conflictos familiares, violencia, etcétera. De todos los indicadores compatibles con abuso sexual, diversos autores coinciden en la presencia de conductas hipersexualizadas e indiferenciación en la identidad sexual.
En el caso de los adolescentes pueden desarrollar conductas promiscuas, agresivas, autolesivas, antisocial, entre otras. Sin embargo, también los hay asintomáticos, es decir, que a pesar de haber vivido un abuso sexual no presentan indicadores de trauma.
El abuso sexual en sus diversas variedades, del que no quiero dejar de mencionar la zoofilia que tiene como víctimas a los animales, no siempre constituye un fin en sí mismo pues es sabido que la iniciación en prácticas abusivas a temprana edad bien puede ser un medio para ingresar al mercado de explotación sexual y de trata.
En el comportamiento de sectas, el victimario primero ha identificado a su víctima y su vulnerabilidad psicosocial, no sin antes haber generado confianza en el núcleo más íntimo de ésta, si lo hubiere.
Los factores que median los efectos que produce el abuso sexual y, por lo tanto, que permiten predecir el nivel de daño que tendrá la víctima de este tipo de delito, se relacionan a la gravedad, tipo de abuso (sexual), duración y cronicidad. Los abusos repetitivos, la presencia de contacto genital y el uso de la violencia o coerción para cometer el abuso sexual agravan los efectos.
La relación entre víctima y victimario en este particular se circunscribe a una relación de poder asimétrico que fue reforzando la dependencia de la víctima respecto del victimario; en tal sentido se trata, a su vez, de una relación de violencia. El proceso de investigación judicial es complejo y requiere de diferentes pericias que permitan pesquisar, evidencia de la conducta abusiva. La mayor parte de las veces no se cuenta con evidencia física u orgánica directamente relacionada con el delito, por lo explicado supra.
Cuando no hay certezas, se habla de un presunto hecho; esta palabra tiene el peso suficiente tanto para sentar sospecha de que algo ocurrió, como también para erradicarla.
La potencialidad que encierra el concepto, entendido como “presunción juris tantum”, se refiere a la presunción establecida por ley pero que admite probanza en lo contrario. Lo opuesto en lo probatorio, lo constituye la presunción “juris et de jure”, cuando lo presunto que se investiga es tratado como que realmente ha sucedido, es decir, “de hecho” como “juris et de jure”, tal como suele ocurrir en la práctica, sin advertir las consecuencias negativas en el proceso de investigación judicial.
Nada peor que las afirmaciones fuera de contexto. Por años y hasta no hace mucho, inclusive en un amplio rango del imaginario colectivo, subyace la desvalorización de los niños por considerarlos inferiores respecto del adulto. Esto lleva también a descreer de sus pensamientos, de sus palabras y o a tapar estados de angustia de los mismos. La ciencia psicológica y la óptica del derecho le devolvieron su especificidad evolutiva y su importancia propia. Los niños, dependiendo de su edad madurativa, no mienten en el sentido de que no poseen la evolución del pensamiento objetivo y/o abstracto que puede tener un adolescente, con algunas particularidades, o el de un adulto. Sin embargo, bien pueden reproducir situaciones de su entorno o frases armadas por un adulto.
Durante el aprendizaje del lenguaje, los padres, en su afán de comprender o de corregir a sus hijos cuando hablan, introducen interpretaciones propias y conceptos que también lo son. “(…) los padres realizan traducciones o expansiones a partir del enunciado del niño” por ejemplo: ante la frase del niño “nene- cama”, el adulto le dice “el nene quiere ir a la cama”.
Es decir, bien puede alguno de los guardadores del niño distorsionar una frase (voluntaria o involuntariamente) que el menor pueda repetir posteriormente un pensamiento incorporado que no le es propio.
* Psicóloga Judicial Multifuero, perito de control
Hay padres que deciden “callar, negar, ignorar” esta situación…se consuelan con pensar que en el caso que el perpetrador fuera un familiar…sería un caso aislado…pero creo y por mera información que poseo que es algo que se gesta en el individuo y en el seno familiar, reiteró es más fácil la omisión que abordar el problema en su total complejidad…