El resultado de las PASO dejó una certidumbre: la alianza electoral de centroderecha que llevó adelante la dirección nacional de la Unión Cívica Radical (UCR) -con el concurso de los convencionales nacionales que la aprobaron- tenía como único objetivo asegurar la supervivencia, por una temporada más, de dirigentes con más pasado que futuro. Para llevar adelante ese plan manipularon todos los medios a su alcance en el intento de disciplinar las bases militantes del partido. El abandono de las mejores tradiciones nacionales, populares y progresistas que iluminan la historia del radicalismo expuso a la UCR a la derrota más humillante que se recuerde en su centenaria trayectoria democrática.
Ese acuerdo vergonzante, determinado por la especulación, el cálculo y una sobredosis letal de pragmatismo, presentado como “posible, ventajoso y ganador”, finalmente resultó “perjudicial, ruinoso y derrotista” para el radicalismo. Y no podía ser de otra manera, ya que su propósito no era otro que efectivizar la privatización de la UCR, brindar un candidato testimonial que legitimara la candidatura de Mauricio Macri en las PASO y ofertar al PRO la “tercerización” de los “servicios” de fiscalización electoral en los comicios generales de octubre, a cambio de un racimo de cargos legislativos.
En el caso de la provincia de Córdoba, el reflejo más nítido fue haber aceptado con mansedumbre bovina la imposición de la candidatura a gobernador de Oscar Aguad y el orden de las candidaturas subalternas dispuesto a criterio de Mauricio Macri. Hoy resulta inexplicable, desde el más elemental sentido de la coherencia, que nuestro partido aparezca subordinado al PRO, asociado a la promiscuidad electoral de Luis Juez y relacionádose oblicuamente con la vieja Unión de Centro Democrático (UCD) de Germán Kammertah.
Interpretaciones erráticas
Una conducción errática, verticalista y vacía de legitimidad forzó una interpretación de la realidad atendiendo más a la “encuestología”, las operaciones de grupos de poder, factores de presión y formadores de opinión que a la voluntad popular. Los resultados están a la vista. Ciudadanos y ciudadanas que en algún momento se sintieron expresados por el radicalismo dejaron en las urnas un mensaje contundente: un partido político que se miente a sí mismo no está en condiciones de convencer a nadie.
Tanto Ernesto Sanz, el mariscal de la derrota, como los demás autores materiales, instigadores y partícipes necesarios de la claudicación y la entrega del partido deben asumir las consecuencias de una decisión infamante, dar un paso al costado y depositar la soberanía partidaria en manos los afiliados, para dar inicio al verdadero proceso de renovación política que la sociedad le exige a la UCR.
Una nueva generación debe asumir la responsabilidad histórica de llevar adelante esa renovación democrática y pluralista de nuestro partido, centrada en la recuperación de los principios y valores que definen el radicalismo, la erradicación de prácticas internas sectarias y poco transparentes y, fundamentalmente, en la reparación de los vínculos recíprocos de representación y participación entre la sociedad y la UCR, con el objetivo de reconstruir un instrumento popular puesto al servicio de la organización de una sociedad donde libertad, igualdad, justicia y solidaridad sean pilares de una democracia social y participativa.
* Dirigente de la Mesa Provincial Democracia Radical, de Córdoba. Firma el documento junto a María Soledad Felipe y David Guevara.