“Interferencia en los mercados, impuestos e inflación”, un combo debido al que los empresarios del campo piden de manera “urgente” una modificación del marco regulatorio. Aunque 90% de la superficie sembrada es directa, las buenas prácticas que completan el método no se cumplen. “Intereses económicos” , en juego.
Productores agropecuarios que desaparecen, empresarios del campo que cambian de rubro e inversiones que terminan radicándose en otro país son algunos de los costados del “proceso de deterioro” que vive el campo, según describió María Beatriz “Pilu” Giraudo, presidente de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (Aapresid).
“Los intereses económicos que en su momento activaron el cultivo de soja en desmedro del cultivo del maíz y del trigo -ambos esenciales como parte de las buenas prácticas de siembra en pro de la sustentabilidad del suelo-, sumadas a las políticas intervencionistas, han dado a lugar una situación crítica que es urgente revertir”, dijo la ingeniera agrónoma a Comercio y Justicia, en el marco del “Construyamos Juntos el futuro que queremos”, que se llevó a cabo la semana pasada en Córdoba”.
La asociación pide concretamente la eliminación de los registros de exportación, por considerarlos que distorsionan la comercialización. “Es arbitraria y contraria al libre mercado, que permitiría al productor la planificación de sus costos”, apuntó la titular.
En cuanto a las retenciones indicó que es menester una revisión de éstas, ya que fueron planteadas en “otro momento del campo”, cuando “correspondía colaborar con los sectores desfavorecidos”.
“Esto, los derechos de exportación, la inflación, la suba de los costos y la caída de la producción de los granos amerita una revisión urgente del marco regulatorio, por la que estamos trabajando para generar conciencia tanto en las filas gubernamentales como en las diferentes voces asociadas al sector”, añadió Giraudo.
Según aclaró, 81,6% de la renta del productor se lo lleva el Estado en concepto de impuestos y retenciones. Tal es así que, para sembrar una hectárea de maíz, dijo, el “productor debe sacar plata de su bolsillo para pagar los impuestos”. “El negocio hoy da pérdida, salvo el caso de la soja, cuya ganancia positiva es mínima”, disparó la especialista.
La pérdida de rentabilidad del productor se traduce además en una caída de diez puntos en la inversión de tecnología. “Con esto, la caída en la calidad y en la productividad es inminente”, graficó la titular de la asociación.
Logrado
Empresarios y productores se nuclearon hace 25 años atrás para constituir la Aapresid, con el objetivo de conservación de su principal recurso, el suelo, frente a su deterioro por erosión hídrica y eólica. Adoptaron la siembra directa, una nueva agricultura que procura aumentar la productividad sin los efectos negativos propios de los esquemas de labranzas, dejando el rastrojo del cultivo anterior.
“Desarrollamos máquinas que con sólo una línea de pasada siembra y fertiliza, logrando la regeneración de la microvida del suelo, la amortiguación del agua de lluvia, un mejor aireado y regulación de la temperatura, entre otras ventajas”, recordó.
A partir de este sistema se logró frenar 90% el deterioro del suelo, disminuir 70% la evaporación del agua, duplicar la eficiencia del uso del agua y duplicar la productividad en el área sembrada.
Lo que falta
La agricultura de la siembra directa se completa con el uso de buenas prácticas como rotación de los cultivos, reposición de nutrientes, manejo integrado de plagas, uso de fitosanitarios, que en conjunto generan mayor productividad y calidad de los productos.
Si bien 90% de las superficie sembrada en el país es sin labranzas del suelo, el uso de las buenas prácticas no corre con la misma suerte. “Estamos avanzando en la concientización sobre su implementación pero las políticas de interferencia en los mercados que han sobrevalorado la soja por encima del maíz y del trigo, han provocado que estás prácticas se adopten cada vez menos (el productor debe buscar que su negocio sea rentable) y se desperdicien una oportunidad para el productor y la comunidad en general”, explicó.
Para el saneamiento del suelo, las buenas prácticas indican que es necesario el cultivo de gramínea como el trigo, cebada y maíz, porción que en el país sólo con entre 15 y 20% del área sembrada.
“En la actualidad, 70% es soja, cuando diez años atrás, era sólo 40%”, subrayó Giraudo.