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“Talón de Aquiles”: la continuada caída de las exportaciones

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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Por Salvador Treber

Si se revisa la evolución habida en la cuantía de exportaciones durante el presente año, se puede verificar que el mayor nivel alcanzado en el último quinquenio, cotejado con todos los años posteriores dentro de ese lapso, han venido reduciéndose, acumulando una baja de -33%. Pese a ello, en las máximas esferas del Gobierno nacional siguen sosteniendo que continuarán abriendo cada vez más la economía, pese a que ello no es lo que sucede en el mundo. Incluso Estados Unidos ha proclamado la vigencia de un régimen de fuerte carácter proteccionista que contradice su larga y reconocida tradición pues la evolución del esquema de apertura rigió hasta el año 1929, pero desde la crisis mundial que se desató entonces optaron por uno con diversos grados de proteccionismo.
La reciente llamativa reducción de nuestras ventas al exterior, que incluye hasta las del agro, ha puesto en guardia a los grandes productores de ese sector que tienen suficiente capacidad para abstenerse de vender y aguardar un momento más propicio para comercializar sus existencias. Pero los pequeños y medianos productores, que no están en condiciones de especular debido a su escaso capital de giro, no pueden esperar y es evidente que corren el inminente riesgo de desaparecer si no lo hacen cubriendo los respectivos costos. Pese a tratarse del sector menos afectado, resulta obvio que sólo un muy selecto grupo de grandes productores exportadores puede sacar buen partido de la referida situación.
Durante el primer semestre del corriente año el déficit del comercio exterior trepó a US$2,63 millones; monto éste que constituye el mayor para un lapso período que data desde el año 1994 (24 años) a la fecha. Esa sola mención es harto suficiente para advertir el grado de gravedad que asume y, más aún, si se tiene en cuenta que en 2016 el citado resultado positivo fue de US$686 millones; lo cual significa que el retroceso reciente corresponde a una real diferencia negativa de nada menos de US$3.300 millones en su comparación interanual. Resulta obvio que en tal circunstancia se hizo sentir el deterioro sufrido por los términos de intercambio verificados durante ese breve lapso; pero ello lo fue sólo en cierta medida y parcial.

Bajo el supuesto de que los precios vigentes en el año precedente hubiesen seguido sin variantes en la primera mitad de 2017, el Indec estimó que el déficit debía haber sido “sólo” de US$2.107 millones. En consecuencia, como esta cifra tampoco deja de ser relevante, exige que se tomen muy urgentemente medidas correctivas. En las esferas técnicas del Gobierno Nacional han preferido guardar un estricto silencio y tan inexplicable actitud no hace otra cosa que aumentar los interrogantes y presunciones. En efecto, en el seno de los especialistas privados las estimaciones que circulan van desde US$3.000 a US$5.000 millones en total como posible cierre hasta fines de diciembre.

El preocupante retroceso de las exportaciones
Esta actividad, vital durante el primer semestre, no mostró recuperación alguna pues totalizó US$28.062, sólo un insignificante 0,8 respecto de igual período de 2016. En cuanto a la importaciones, en el mismo lapso, ascendieron a US$30.675 millones (13% en el cotejo interanual). Cabe advertir que se detectan bajas generalizadas en volúmenes o cantidades reales, según sea el producto; siendo las más pronunciadas las que se advierten en el área de cereales, oleaginosas, grasas, aceites, minerales y petróleo. En el transcurso del segundo trimestre los mayores productores y exportadores han hecho elevadas retenciones en depósitos a la espera de mejores precios, pues consideraron muy bajo el tipo de cambio vigente y que esta situación no podía mantenerse por mucho más tiempo; pronóstico que demostró ser realista pues en julio se verificó un significativo “salto” que situó la paridad en más de $18.
Palmaria prueba de lo referido precedentemente es el hecho que en el mencionado mes, acompañando la devaluación y casi sin intervención por parte del Banco Central de la República Argentina (BCRA), los precios fueron más satisfactorios para aquéllos y comenzaron a realizar mayores embarques. En estas condiciones hubo una sensible mejora no sólo en envíos realizados a variados destinos como Australia, Nueva Zelanda, África del Sur e incluso Perú; conformados, con manifiesta preferencia, de camionetas marca Hilux o Amarok, ambas fabricadas en el país. Pero lo más significativo por número y valor en mucho mayor cantidad fueron las unidades automotrices colocadas en el mercado brasileño, con lo cual se retornó a lo que antes había sido habitual.
Las estimaciones relativas al segundo semestre fueron muy prudentes pues optaron por sostener que las exportaciones no crecerán por encima de cinco por ciento; mientras que las importaciones supusieron se moderarían en algo llegando a un crecimiento relativo interanual que rondara alrededor de nueve por ciento. Ello significa que había coincidencia en que el déficit se mantendría aunque no superaría los US$4.000 millones. Dado que aproximadamente 42% de lo exportado está compuesto por bienes generados por la actividad agroindustrial, consideraron segura una evolución positiva, pero vacilaron para no enfrentar dificultades o variantes que haya paralelamente en el ya alcanzado nivel de importaciones.

Los interrogantes que tardan en despejarse
Los analistas no logran superar su escepticismo fundado en que sólo se mencionan específicamente que están creciendo algunos rubros tradicionalmente muy sensibles (en especial automotores piezas y repuestos) que por su importante valor unitario podrían elevar el saldo negativo. Si bien aguardaban que los ajustes en el tipo de cambio mejoraran el nivel al que lleguen las exportaciones, los grandes exportadores no preferían seguir especulando con la futura vigencia de una cotización mucho más elevada para inmediatamente después del acto eleccionario de octubre pasado. Sus frecuentes contactos con las más altas esferas del Gobierno los llevó a considerar como un hecho que aplicarían todas las medidas que han venido postergando por razones obvias.
Pero, aun así, admitieron que no podrían esperar se amplíe significativamente las actualmente muy limitadas incorporaciones en materia de bienes de capital. Por lo tanto, no había duda alguna de que se sentían condicionados en términos de crecimiento razonablemente esperable para 2018. No se debe perder de vista la eventual evolución que puedan registrar como compradores Brasil y Chile en el nuevo año pues constituyen mercados muy importantes para nuestros productos y se ignora si habrá cambios o se mantendrán los lineamientos de sus actuales políticas, caracterizadas por el sesgo restrictivo que nos afectan en muy alto grado.
Existen algunos datos provistos por la dura realidad vigente que no pueden omitirse de considerar pues hay casos, como el del mes de junio pasado, en que el propio Indec informó que se cerró con un saldo negativo récord de US$748 millones debido a que se verificó una baja de -2,6% al par que las importaciones crecieron 15,4%; constituyéndose en el peor resultado de dicho mes desde esa década de los años 90 (siglo XX). Tal circunstancia debería servir de elemento indicativo e indubitable de que estamos transitando un camino erróneo que tendría que corregirse cuanto antes para que se evite una profundización aún mayor que la existente debido a la crisis todavía vigente. No se trata de una divergencia ideológica o interpretativa sino de evitar poner en muy serio riesgo al país todo.

Fuertes dudas y escasos elementos para responderlas
Cabe advertir que la caída registrada en nuestras exportaciones abarca rubros básicos como energía y combustible que llegó a nada menos que -44,2%, manufacturas de origen agropecuario (-8,8%) y productos calificados de primarios (-3,6%); lo cual da una idea de la generalización habida aunque con diversa intensidad. En semejante contexto sólo ciertas manufacturas de origen industrial han exhibido un crecimiento significativo, tanto en volumen físico como en su valor monetario que llegó a +12,4%. Frente a ese panorama, en que se redujo notoriamente la disposición de divisas, las importaciones crecieron en alrededor de 13,4% respecto a 2016, agravando el escenario. No aparece muy lógico que ese importante incremento se haya concretado en el rubro combustibles, cuando la actividad general sólo ha logrado crecer a un ritmo inferior a los anteriores. En cambio, son mucho más plausibles las subas en rubros como bienes intermedios y de capital (12,8%) que coadyuvan a impulsar la actividad productiva interna. En cambio, la introducción de unidades automotrices terminadas (21,6%) no admite ninguna justificación pues implica consumir divisas que no sobran y por lo cual se obliga al BCRA a reducir peligrosamente su nivel de reservas.
Los analistas más calificados prefieren analizar el contenido del triple proyecto de reformas en materia tributaria, previsional y jubilatoria que pretende bajar el gasto público en no menos de $140 mil millones; lo cual no es posible sin hacer fuertes reducciones. No en vano se esperó a que pasara el acto electoral de octubre pues los “recortes” tienden a afectar en mayor medida tanto a las franjas medias como bajas de la población y, paralelamente, disminuir la “carga tributaria” de las empresas bajo la justificación de hacerlas más competitivas. En materia de impuestos se trata de “retoques” y es una exageración de ministro del ramo presentarlas como la “mayor reforma” del último medio siglo. La realidad es que hay que retroceder hasta 1963 para encontrar un enfoque global y novedoso.

Es más urgente la necesidad de diseñar e implementar una política de importaciones mucho más selectiva y restrictiva; especialmente porque los mayores exportadores sojeros, según se advierte, siguen apelando a la liquidación muy gradual de sus existencias. Los ajustes que se han concretado en el tipo de cambio no se condicen con los anuncios sobre el objetivo elegido como máximo y prioritario de hacer retroceder en forma muy marcada en el ritmo del proceso inflacionario. Suman dudas los anuncios oficiales sobre el nivel de crecimiento estimado pues y es gravitante la visión bastante menos optimista del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pese a que corrigió a la suba su pronóstico inicial (en un corto lapso de tres meses pasó de 2,2% a 2,4%) esa acción es mínima y se advierte que en ambos casos son más coincidentes con los elaborados por los analistas privados. El director y vocero del FMI señaló que “la depreciación reciente del peso ayudó a corregir la sobre valoración de la moneda y junto al repunte de la demanda de Brasil podrían impulsar un muy moderado crecimiento de las exportaciones argentinas”.

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