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Cálculo de huellas ambientales en alimentos

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Por Ing Leticia Tuninetti / INTI Córdoba

El concepto de sostenibildad, tan usado por estos días en anuncios, publicidades y medios de comunicación, se refiere al uso racional de los recursos naturales, renovables y no renovables, que nos provee el planeta, previendo su disponibilidad en cantidad y calidad adecuadas para las generaciones futuras.

La idea de producir y consumir de una forma más sostenible está siendo incorporada de forma creciente por las personas, por empresas y por organizaciones de todo tipo. En mercados nacionales e internacionales son cada vez más frecuentes las consultas sobre qué tan verdes son las materias primas o los productos que se comercializan, qué tan bajas son sus emisiones o cómo piensan reducirlas las compañías.

En este sentido, las naciones, entre ellas Argentina, se comprometen cada año a bajar sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en distintas cantidades y porcentajes. Desde los organismos de Naciones Unidas que se especializan en el calentamiento global, se busca disminuir el fenómeno, y limitar el aumento de la temperatura media global del planeta a 1,5°C.

Una de las herramientas para hacer un diagnóstico de sostenibilidad de productos es el cálculo de huellas ambientales, como la huella de carbono y la huella de agua, entre otras.

Este tipo de diagnóstico indica el grado de impacto ambiental que se genera en el ciclo de vida de un producto específico, desde la extracción o producción de las materias prima, atravesando las etapas de fabricación, transporte, industrialización, envasado, distribución, conservación, consumo y postconsumo. 

También está cada vez más difundido el concepto de diseñar los productos o sus envases pensando en que sea más fácil su reutilización, reciclaje o disposición final.

La huella de carbono identifica las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el ciclo de vida de un producto y luego de multiplicar la emisión de cada gas por su factor de calentamiento, suma estos valores y los informa en kilogramos de dióxido de carbono equivalente, por unidad de producto. Así pueden compararse huellas de carbono del mismo bien fabricado en Argentina, Europa, Norte América o en otras partes del mundo. Esta práctica, si bien puede ser vista como restrictiva o proteccionista, sitúa a Argentina en una posición beneficiosa, ya que las producciones de alimentos muestran, en general, huellas menores a las calculadas en otras partes del mundo.

En diversos estudios llevados a cabo por INTI e INTA, se ha observado que el eslabón de producción primaria nacional presenta ventajas competitivas, ligadas a las cualidades productivas de nuestros suelos y climas

En Argentina, se produce con relativamente poca cantidad de fertilizantes nitrogenados -que son los insumos con mayor generación de emisiones de GEI en el campo- se utiliza poco riego y, por lo tanto, no hay consumos energéticos asociados a esta práctica. Además, existe una alta implementación de siembra directa, con menor consumo de combustible por hectárea, que la siembra convencional.

Estos puntos, asociados a altos rendimientos de cosecha, hacen que la producción agrícola ingrese como materia prima a la etapa industrial con un bajo índice de emisiones, que luego se mantendrán en estándares medios en lo que refiere a industrialización y transportes internos hasta llegar a la distribución y consumo.

Cuando hablamos de productos que se exportan, la ecuación agrega la emisión del recorrido a puerto y del transporte marítimo o aéreo, las que en general, no llegan a equiparar las ventajas que se arrastran desde las etapas primarias de producción. 

La tendencia se observó en estudios hechos en la última década en nuestro país en cultivos y productos derivados del maíz, trigo, algodón, maní y también para carne bovina y carne de pollo.

Desde INTI alentamos a las empresas y a los sectores productivos en general a calcular sus huellas ambientales y a trabajar en su reducción, como aporte a las metas internacionales a las que se compromete nuestro país cada año y también, como aporte al cuidado del planeta que es nuestra casa y la casa que dejaremos a nuestros hijos.

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