Por Elizabeth Jeinson / Licenciada en Informática, socia y consultora de Judith Meles y Asociados – Consultora y Capacitadora en Calidad e Ingeniería de Software.
Cuando tengo que explicarles a mis hijas o a mi mamá en qué consiste mi trabajo, me resulta verdaderamente complicado. “Los consultores en calidad de software ayudamos a la gente que desarrolla software a que éste sea oportuno, mejor, más robusto, más seguro y que pueda mantenerse en el tiempo”.
Desde que los informáticos éramos los “chicos de la computadora”, allá por mediados de los 80, las cosas han cambiado mucho. La actividad se profesionalizó y en la ciudad de Córdoba tenemos seis universidades que dictan carreras de informática y muchos terciarios que preparan técnicos en la materia.
En nuestra provincia, en particular, vemos crecer la industria del software sin pausa. Crea trabajo, ocupa mano de obra especializada y exporta sus productos. Desde 2004 tenemos una ley de promoción propia (ley 25922) que otorga una serie de beneficios impositivos a quienes estén en condiciones de acogerse a ella. La producción de software ha dejado de ser una actividad artesanal para convertirse en un proceso industrial, y como todos, requiere controles de calidad que respalden los productos que se fabrican.
¡Aquí entramos nosotros!
Ayudamos a que los que fabrican software puedan obtener productos de calidad. Y, ¿qué sería un software de calidad? No es una pregunta sencilla ni fácil de responder. Empezando porque el producto es intangible, la apreciación sobre él está condicionada a múltiples factores: desde la infraestructura sobre la que funciona, hasta la mirada del que lo utiliza y la conveniencia de quien lo paga.
Todas las normas, modelos y los estándares de calidad de software que se utilizan en el mercado se basan en el supuesto de que si logramos demostrar que los procesos con los que fabricamos el software adhieren a ciertas “buenas prácticas”, estamos en condiciones de aseverar que los productos resultantes son de calidad. Nuestro trabajo consiste en “evangelizar” a la comunidad de ingenieros con estas “buenas prácticas”.
Y ¿qué son estas “buenas prácticas”?
Se trata de un conjunto de actividades que pautan la forma en la que se tiene que construir la solución de software. Se llaman “prácticas” justamente porque hay mucha gente que las ha utilizado y ha alcanzado buenos resultados. Se pueden encontrar enunciadas en normas (por ejemplo la ISO) o en modelos como el denominado CMMI, que es con el que trabajamos en nuestra consultora.
El CMMI es un modelo que está publicado y mantenido por el SEI (Instituto de Ingeniería de Software, por sus siglas en inglés) perteneciente a la Universidad Carnegie Mellon de Estados Unidos. Existe una organización en torno al modelo que promueve capacitación en él y acreditaciones, por medio de personas especialmente preparadas y autorizadas para evaluar organizaciones que desarrollan software. CMMI es la sigla en inglés de “Integración de Modelos de Madurez y Capacidad”, y se sustenta en la premisa de que una organización que quiere desarrollar productos de calidad tiene que madurar sus capacidades para hacerlo. Ello significa que las buenas prácticas sugeridas por el modelo CMMI deben “institucionalizarse”, es decir ser incorporadas y aprehendidas por la gente que trabaja en la organización.
La ley de software exige a las empresas que quieren ser sus beneficiarias, contar con algún modelo o norma de calidad acreditada. Esto dio cierto impulso a nuestra actividad como consultores de calidad de software. En los últimos siete u ocho años, unas 20 empresas en Córdoba adoptaron CMMI como modelo y acreditaron adherencia. Muchas otras, sin pasar por procesos formales, se han acercado a las buenas prácticas para mejorar, evitando el retrabajo que implica trabajar sin calidad.
Nos cuesta pensar alguna actividad que no requiera un sistema de software para soportar sus procesos de negocio: desde actividades comerciales, financieras, educativas, de servicios, gubernamentales, industriales. Y estos procesos se vuelven cada vez más dependientes de los sistemas. Por esa razón, necesitamos que la industria del software pueda ofrecer productos de calidad y nuestras empresas deben poder demostrar esto con acreditaciones y/o certificaciones internacionalmente reconocidas, que faciliten el abrirse paso en los mercados nacionales e internacionales.
Como el Estado comprende esta realidad, otorga líneas de créditos para las certificaciones de calidad, como el Fonsoft que subvenciona 50% de los proyectos con fondos no reintegrables.
El miércoles 10 de noviembre, de 15 a 18.30, en el Instituto Cervantes, Judith Meles, directora de la consultora, dictará una capacitación sobre “Cómo llegamos a CMMI.