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Desobediencia o rebelión

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Por Silverio E. Escudero 

El Hombre estará otra vez solo contra los elementos. Con su fuerza finita y enarbolando sus atávicas convicciones intentará, como en los tiempos primordiales, sobrevivir. 

El choque no será con la sociedad carnívora que denunciaba Herbert Marcusse. Será aún más cruel. Porque las grandes corporaciones le impondrán severas restricciones para optimizar sus ganancias.

Los primeros pasos de esa sociedad esclavista ya han sido dados. El descreimiento generalizado por las cuestiones políticas y sociales forma parte de los cimientos del nuevo edificio. 

Al poder no le importa que la población viva con un mendrugo y su casa-habitación se construya con desechos. Pondrá de sí todo el esfuerzo para elaborar un relato que haga soñar. Aunque el bienestar y los placeres no les será permitido ni en sueños.. 

A comienzos de 1974, casi en la prehistoria de la inteligencia artificial (IA), visitó la región un ingeniero canadiense llamado Ronald Draper, a quien la televisión presentaba como el gurú del futuro.

Ante auditorios deslumbrados que no se atrevían ni a respirar aseguraba que la felicidad perpetua estaba a la vuelta de la esquina. Qué el hombre debía olvidar esa detestable manía de trabajar.

El mundo será distinto porque lo gobernarán -decía- artilugios tecnológicos y computacionales, garantía de equidad y justicia. Y cual encantador de serpientes reafirmaba que a partir del gobierno de las máquinas al hombre le quedaba una sola misión: administrar el ocio. 

Tarea compleja por cierto el del no hacer pero por arte de magia se lo llevaría a transitar mundos infinitos donde las huríes del paraíso aparecerán ante los ojos asombrados de los hombres e inundarán de luz el espacio entre el cielo y la tierra, “llenándolo todo de su perfume”, como promete el legendario relato del imán Muhammad Ibn Ismail Al-Bujari.

Como antes, como hoy, como siempre, la Libertad estará en peligro. Es nuestra obligación protegerla y hacerla crecer. La alegoría de Quino no es casual. Adquiere valor universal. Es símbolo de resistencia y rebelión.

Mucho más cuando el imperialismo arremete con violencia contra los pueblos del mundo, contra las naciones oprimidas. Lugares donde saquea los recursos naturales que provoca una mayor la apertura de una etapa de explotación mediante una serie de reformas laborales que implican restricciones de derechos. 

Las intervenciones militares, golpes de Estado e intrusiones económicas y financieras son algunos de los instrumentos que se utilizan para imponer una supuesta nueva racionalidad en contra de otras culturas para instaurar el control ideológico de los seres humanos y monopolizar el conocimiento acumulado por la humanidad unida a una mayor criminalización de los pueblos, tachándoles de “terroristas” para justificar sus genocidios (ver Carlos Fajardo en Viento del Sur). 

El hombre resistente será el encargado de profundizar la contradicción que sacude en el ámbito internacional; las contradicciones y tensiones entre el imperialismo y las naciones oprimidas.

Mucho más cuando el imperio está a la ofensiva y el pueblo resiste. Resiste a las invasiones y se opone, con inusitado coraje, al mayor saqueo de recursos de la historia.

Al lector avisado le parecerá que nuestro discurso es redundante. Que los sucesos ya ocurrieron.

Sin embargo, la lucha es permanente. Se trata de no perder derechos adquiridos. Mucho más cuando se debe cargar con los costos y las consecuencias de las guerras interimperialistas en curso. 

Los franceses y británicos ya están en las calles diciendo que no están dispuestos a soportar tantas afrentas. 

América será uno de los escenarios de las guerras del futuro. Su riqueza en litio y agua están en la mira de las grandes corporaciones. Por esa razón la resistencia está en marcha. 

La acusación de comunistas o de terroristas es una falsía.  

Es la resistencia de los pueblos aborígenes. También es la de aquellos que evitan que las verdaderas fuerzas del mal busquen arrasar a los pueblos de nuestro colorido continente con la fuerza de los tratados militares que garantizan la pobreza disfrazándola como libertad de comercio. 

La resistencia es apenas el comienzo de una guerra prolongada, una guerra de desgaste en momentos en que el repliegue revolucionario a escala mundial es una constante.

Sin embargo, hay esperanzas. Reivindicaciones urgentes ocupan el horizonte. Son luchas diferentes y desiguales pero tienen aristas comunes. Emergen como una muestra de la confluencia de intereses de los trabajadores ocupados y las barriadas populares no oficialistas donde el hambre campea. 

¿Ese componente común que -de madurar y desarrollarse- será una nueva instancia en la lucha de los pueblos en defensa de sus derechos y la Libertad?

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