Aruba tiene ese toque de distinción que marca la diferencia con el resto de los destinos caribeños.
Las instalaciones del Aeropuerto Internacional Reina Beatriz son un reflejo de la impecabilidad y la pulcritud que domina a toda la isla holandesa ubicada a escasos 20 kilómetros de la costa venezolana.
Desde allí, el lugar le da la bienvenida a los más de 600 mil huéspedes que deciden visitarlo, atraídos por su paisaje de singular belleza.
Entre sus habitantes, el turista se encuentra con una idioscincracia particular propia del encanto y la calidez de una población multicultural conformada por más de 90 nacionalidades.
Esta franja de tierra de no más de 30 kilómetros de largo cubre su costa sud occidental con una gran extensión de arenas blancas bañadas por el azul intenso del mar.
En tanto, la costa noreste denominada Barlovento, escarpada y agreste, bordea un desierto de cactus y dramáticas formaciones rocosas que perduran en el interior del itsmo.
La topografía y la vegetación de su geografía son inusuales para la región.
Muestra de ello, son los árboles Divi Divi o Watapana, esculpidos en formas graciosas e inclinados hacia el suroeste , fruto de los constantes vientos alisios que acarician la isla.
Esta brisa proporciona a los bañistas un clima templado y agradable para disfrutar más y mejor de la playa.
En materia de alojamiento, Aruba cuenta con una sucesión de hoteles de gran categoría que ofrecen amenidades y servicios para todos los gustos.
Desde inmensos resorts con cientos de habitaciones a las más íntimas casonas boutiques enclavadas en ambientes de ensueño.
La oferta se completa con varios centros de vacaciones de primera clase, casinos, tiendas y un despliegue gastronómico digno de destacar.
La isla tiene reservada verdaderas aventuras gourmet a cargo de chefs de todo el mundo y más de un centenar de restaurantes.
Entre los platos auténticos del lugar, vale la pena incursionar en el Scavechi (pescado frito marinado), Sopi di pisca (sopa de pescado fresco), Keshi Yena (fruto de mar relleno de queso) y la cocada (confite de coco), entre otros.
Para llevarse como souvenir, la Coecoei y el Ponche de Crema están disponibles en los supermercados y en las licoreras locales.
Más que playas
En Aruba es casi imposible resistirse a una tarde sol y playa, pero algunas actividades lo justifican.
Por ejemplo, los amantes del deporte cuentan con espacios privilegiados para jugar al golf como Tierra del Sol, Aruba Golf Club y el Golfito Joe Mendez.
A la hora del entretenimientos, las propuestas recorren opciones como bowling, tenis, ciclismo de montaña, escaladas, caída libre, buceo, equitación, paintball, paseo en vehículos 4×4, y botes con fondo de vidrio, entre otros.
Un paseo en familia es ideal para las visitas al submarino Atlantis , el explorador Seaworld, el parque infantil Tira Kochi, el parque de miniaturass Kibaima Village y el cine en el Seaport Market Place.
Al atardecer, el centro de Oranjestad, la capital de la isla situada en la costa sur, regala a los visitanes una postal pintoresca creada por su arquitectura colonial holandesa a base de colores pasteles.
Allí se puede visitar los hornos de lima y la torre Willem III, una fortaleza holandesa y el edificio más antiguo de la isla transformado en museo histórico.
Casi todos los arubanos hablan inglés, especialmente aquellos que trabajan en turismo. Pero, la lengua franca de la isla es el papiamento, un idioma lírico que evolucionó del español, el portugués, inglés, francés y algunas nociones de dialectos africanos.
La isla está musicalizada con los acordes del calipso, la soca y el reggea que acompañan el ritmo relajado y pacífico de sus habitantes.