La Quebrada de Humahuaca, el corredor más visitado del noroeste argentino asciende progresivamente desde el valle de Jujuy hasta confundirse con el altiplano andino, a 3.500 metros de altitud.
La quebrada de Humahuaca en la provincia de Jujuy está conformada por un rosario de pueblos, paisajes deslumbrantes y antiguas capillas esparcidas a la vera del antiguo camino del Alto Perú. Este corredor labrado por el arte de la naturaleza, de 170 kilómetros de longitud, asciende progresivamente desde la capital jujeña hasta confundirse con el altiplano andino, a 3.500 metros de altitud.
Esta combinación de inmensas extensiones y formaciones geográficas decoradas por caseríos detenidos en el tiempo que conservan aún vestigios precolombinos y coloniales, fue declarada Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad por la Unesco. Partiendo desde la capital jujeña, la jalonan de sur a norte los poblados de Volcán, Tumbaya, Purmamarca, Maimará, Tilcara, Perchel, Huacalera, Uquía, Humahuaca y Tres Cruces, entre otros pueblos más pequeños.
Volcán anticipa con sus cerros el inicio del recorrido multicolor que se extiende por la ruta nacional 9 ladeando el río Grande. La puerta de ingreso a la quebrada se identifica por su mercado local, en el cual se comercializan artesanías, indumentaria y productos típicos de la región, en el tinglado del ex Ferrocarril General Belgrano.
Más adelante se erige Tumbaya, un poblado suspendido a unos dos mil metros sobre el nivel del mar, donde la parroquia creada en 1773 y su iglesia construida cien años después son los únicos edificios que superan los techos rústicos que cubren el valle.
Ambas paradas son apenas la antesala de la explosión de tonalidades que depara Purmamarca, la joya del circuito, donde el “Cerro de los siete colores” le regala a la población una escenografía única conformada por una hilera de montañas con pinceladas de verdes, azulados, amarillos y morados.
Frente a esta acuarela natural se yergue la iglesia de fines de siglo XVII, que podría haber sido construida en 1648, como indica el dintel de madera que aparece en su ingreso.
Purmamarca es dueña también de un enorme algarrobo que sirve de sombra a la pintoresca feria de artesanías donde se disputan el protagonismo las prendas típicas de la puna jujeña como gorros, medias y ponchos de lana de llama, además de instrumentos musicales, piezas decorativas y algunos dulces y quesos.
El trayecto continúa en Maimará -a 2.390 metros sobre el nivel del mar (msnm)- famoso por sus carnavales, que acentúa las formas y los colores de los cerros de Purmamarca en sus laderas, sumando al paisaje el cementerio típico de la región.
Más adelante se arriba a Tilcara (2060 msnm), reconocida en todo el país por su celebración en Semana Santa, donde el pueblo sigue las creaciones de las ermitas, cuadros de inspiración popular creados con semillas, hojas y demás elementos naturales.
En el ingreso de la villa se alcanza el Pucará, ciudad indígena fortificada que contaba con barrios, cementerios y corrales. Una vez arriba, el visitante no necesita preguntarse acerca del porqué de su estratégica implantación.
Así se suceden otros pueblitos con un menú de grutas, quebradas, ruinas indígenas, caseríos y santuarios, hasta San Antonio de Humahuaca (2.940 msnm), donde el viajero ya se encuentra con un pie en la Puna. La ciudad le otorgó el nombre a la quebrada por ser la que concentra la mayor población. Allí vale la pena perderse entre las peñas y los aromas a humita y empanadas para empaparse del verdadero encanto del noroeste argentino.