En Argentina, sólo 26% de empresas tiene protocolos contra la violencia de género. Ocho de cada 10 de mujeres que reportan acoso sexual cambian de trabajo dentro de los dos años. Algunos perfiles a distinguir: el despistado, el repulsivo, el desafiante y el ilegal
Por Carolina Klepp – [email protected]
La violencia de género laboral se traduce en un incremento de la rotación dentro de las empresas, impactos en la salud mental, reducción de la productividad, incremento del ausentismo, y productividad y ganancias limitadas. En datos concretos aportados ayer por la consultora Mercer, 80% de mujeres que reportan acoso sexual cambia de trabajo dentro de los dos años.
En la reciente Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT, ese tema fue uno de los principales, con el objetivo de que se tomen medidas y las regulaciones necesarias para hacer frente a este flagelo.
El debate se centró en cómo prevenir la violencia sexual, física o psicológica en la vida laboral de las personas.
“En Argentina, la Ley de Contrato de Trabajo no contempla el acoso sexual en el ámbito laboral; sin embargo, el acoso sexual es causa de despido indirecto. Existe una Ley de Protección Integral a las Mujeres y el Ministerio de Trabajo de la Nación cuenta con la Oficina de Asesoramiento sobre Violencia Laboral (OAVL), que brinda orientación y recibe denuncias sobre casos de violencia en el trabajo. Entre 2007 y 2017 fueron atendidas 4.500 personas que denunciaron violencia laboral en la entidad, 670 denuncias por violencia de género por día y un femicidio cada 26 horas”, detalló ayer el informe de Mercer.
Desde el punto de vista de las organizaciones, según la consultora, existe un conocimiento limitado sobre los distintos tipos de discriminación de género, incluyendo el acoso sexual. Sin embargo, se está educando para que los miembros de empresas entiendan los distintos tipos de discriminación de género incluyendo la diferencia entre comportamientos “desagradables” y comportamientos “ilegales”.
En este sentido, en cuanto al tipo de comportamiento, el estudio difundido ayer precisó que se reconocen los siguientes: el despistado, aquel empleado que incomoda a sus colegas continuamente o revela excesiva proxemia, comportamiento no deseado por el otro; el repulsivo, el que continuamente hace chistes vulgares o usa lenguaje vulgar en conversaciones cotidianas; el desafiante, quien tiene conciencia de las consecuencias de sus actos pero desafía con el riesgo de quedar desempleado; y el ilegal, aquel empleado que está condicionando bajo amenaza directa someterse a actos sexuales a cambio de un beneficio.
Hay formas en que pueden ser detectados estos tipos de comportamiento. Por ejemplo: víctimas que sienten incomodidad o miedo de alzar la voz; líderes que cubren los incidentes o fracasan en reportarlos, causándole responsabilidad a la compañía; empleados que no se hacen responsables, aun siendo confrontados directamente; y no tener un completo entendimiento de lo que es el acoso sexual.
Empresas en Argentina
Sólo una de cada cuatro implementó protocoloDe acuerdo con un reciente informe de IDEA Relevamientos, sólo 37% de las empresas implementa políticas o prácticas formales contra la violencia en el ámbito laboral. Según lo relevado, apenas 26% tiene protocolos contra la violencia de género. Estas últimas contemplan asistencia psicológica; licencias especiales; asistencia económica/financiera; asistencia social integral; conexión con ONG especializadas; y asistencia médica.
Por otro lado, del estudio se desprende que 33% de las empresas consultadas se articularon con otras entidades público-privadas (organismos públicos, ONG, entidades gremiales y organizaciones internacionales) para la implementación de políticas/prácticas que incluyen: capacitación y concientización; publicidad y difusión; firma de protocolo; y asistencia psicológica.
“En este sentido, no hay dudas de las consecuencias que la violencia laboral genera en las organizaciones. En el trabajador o trabajadora, afecta su salud psicofísica y puede producir consecuencias negativas en sus relaciones sociales en general y familiares en particular. En la organización, genera malestar entre los trabajadores/as, disminución en la productividad, desaprovechamiento de capacidades, pérdidas económicas, desprestigio social. Por último, en la sociedad consolida la discriminación, favorece el descreimiento en las instituciones y en la justicia”, destacó Juliana Rodríguez, responsable del área Talent Strategy de Mercer.Canales para reportar
Especialistas en violencia laboral insisten en la importancia de brindar canales para que víctimas y testigos puedan
reportar. Además, alientan a que las
empresas expresen explícitamente la no tolerancia ante estos comportamientos; ofrecer infraestructura para una investigación justa, y procesos y políticas de respaldo; y, por último, educar para entender el acoso sexual y no confundirlo con otras discriminaciones de género.