Columna de JusCom
Por Alejandro Carranza
Resultaría casi pretencioso citar a Aristóteles, el gran estagirita, para hablar de la comunicación judicial sino fuese determinante que la sociedad perciba al poder judicial y sus operadores como parte de la solución a sus reclamos y no como un factor que incrementa los problemas, situación que ya era un dilema a resolver en las sociedades antiguas.
En su obra Retórica, el filósofo griego abordó el tema del discurso judicial. En esta obra, Aristóteles se centra en el arte de la persuasión y la argumentación, incluyendo su aplicación en los contextos judiciales. El filósofo creía que, en el ámbito judicial, el objetivo principal del discurso era persuadir a la audiencia (ya sea un jurado, un juez o el público, en general) sobre la justicia o injusticia de un asunto.
Considerando a la retórica como una Techné (arte), proponía una síntesis entre tres elementos: ethos, pathos y logos que con poco esfuerzo podemos adaptar a la actualidad.
El ethos lo refería a la credibilidad y autoridad del orador –en nuestro caso quien emite o genera la comunicación– siendo fundamental para generar confianza en quienes reciben el mensaje. El pathos es definido como la apelación emocional a la audiencia, un complemento necesario para el ethos que, aplicado a nuestra materia, consistiría en la búsqueda de una conexión emotiva en torno al valor justicia, es decir que los operadores judiciales (magistrados, funcionarios, abogados y ciudadanos) empaticen, más allá del resultado en torno a que se “hizo justicia”.
Por último, el logos, para Aristóteles, se basaba en la lógica y en la estructura argumentativa sólida, es decir, convincente.
El colega Jorge D’Onofrio, en su artículo “La labor en la comunicación judicial”, publicado en Comercio y Justicia, expresaba: “En la comunicación judicial, debemos salir de la mera difusión para ser creadores de canales de diálogo, de intercambio”. Ahora bien, el éxito de las acciones comunicacionales en el ecosistema de la justicia, radica en lograr convencer tanto a operadores como a la ciudadanía de que el sistema es “justo”.
Lograr ese convencimiento es un desafío difícil, es decir, poder conformar y satisfacer a los operadores judiciales dentro de pasos e instancias procesales que implican, desde la materia que nos importa, una sumatoria de diálogos.
¿Cómo es eso? Mientras el expediente transcurre para su admisión y sorteo en primera instancia va recorriendo desde la mesa de entradas, oficinas de notificaciones, traslados, apelaciones, cámaras y Superiores Tribunales, en algunos casos. En cada etapa son notables los múltiples diálogos entre operadores hasta culminar en su resolución final: una sentencia firme que constituye la última pieza comunicacional de ese largo camino, que seguramente ha durado años.
Por lo tanto, deberíamos hablar de un sistema de comunicaciones interrelacionadas durante el proceso que englobamos bajo el título de “Comunicación Judicial”.
Resulta fundamental para la paz social y la sana convivencia democrática que los operadores judiciales dialoguen asumiendo el desafío que implica construir prestigio, convencer con sólidas y claras argumentaciones accesibles a todos los públicos. Todo ello en cada etapa procesal y bajo el convencimiento que es la administración de justicia un ideal que debe ser ratificado en cada asunto que le es confiado al sistema para su resolución.
Son los profesionales de la comunicación judicial quienes deben emerger como nuevos operadores del sistema para brindar los saberes, herramientas y ámbitos de colaboración para que finalmente, sea justicia.
(*) Periodista. Secretario de JusCom.