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¿Y los hijos? (II)

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Por Marta Belucci / Abogada, mediadora

En la entrega anterior comentamos las conversaciones iniciales de la primera reunión en un caso derivado de un juzgado de Familia por “cambio de tenencia.”

En sucesivas reuniones privadas nos enteramos de que Gabriel, el padre, por decisión conjunta con Laura, la madre, había quedado, de hecho, a cargo de los niños –Ana y Manuel- a raíz de una depresión por la que pasaba Laura. Resultó claro además que los niños se habían adaptado a la vida con su padre, en otro domicilio, con otra escuela, amigos y actividades. Y que veían frecuentemente a su madre, tarea de la cual se ocupaba Gabriel especialmente.

El padre pidió la tenencia de los niños, que de hecho tenía, pero la madre no lo aceptó. Así estaban las cosas cuando pasamos a una reunión con ambos padres y sus letrados.

Estábamos casi seguras de que en la reunión conjunta los padres se enfrentarían y se dirían cosas tal vez fuertes u ofensivas. Y así sucedió. Laura y Gabriel utilizaron el espacio de la mediación para decirse cara a cara algunas cosas de y entre ellos, que en realidad no hacían al motivo de convocatoria de la mediación; inmediatamente marcamos el límite para volver a Ana y Manuel. Gabriel preguntó si los chicos podían venir a una audiencia, le respondimos que sólo con la autorización de ambos padres. Laura expresó que no, que no los quería someter a esto. Gabriel indicó que la psicóloga que asiste a los niños daría la opinión autorizada. Laura se manifestaba desconfiada y poco colaborativa, interrumpía a menudo hablando a la vez que nosotras, lo que creaba confusión. Su abogado trató de hacerle tener confianza en la mediación, nos legitimó diciéndole que esto no era un juicio sino que se quería lograr lo mejor para los niños. Nuestra intervención sencilla y de conclusión fue preguntarles: “¿Qué piensan Uds. que dirían o qué pedirían Ana y Manuel?” Les solicitamos que no nos contestaran en ese momento… Que, si estaban de acuerdo, fijaríamos otra audiencia para trabajar todos en paz, y que vinieran con Ana y Manuel si lo consideraban conveniente, después de todas las consultas pertinentes que a ellos, como padres, los dejaran tranquilos. Acordamos una segunda audiencia.

Antes de la hora establecida estaban todos: los padres, los hijos y los abogados. Hicimos una breve reunión sólo con los padres para saber si la presencia de los niños era consensuada por ambos; contestaron que sí.

Ana y Manuel se mostraron conformes de estar allí con nosotras, con soltura hablaron de sus actividades diarias, que les gustaba el barrio, los amigos, el entrenamiento, los partidos de los sábados, de la “barra” que les hacía su mamá, que el papá era callado y que querían ir a la pileta del club en el verano.

En reunión conjunta, sin los niños, antes de comenzar, se presentó el Dr. García como el nuevo abogado de Laura. Gabriel y Laura ratificaron sus planteamientos de la audiencia anterior, el abogado de Laura manifestó que ella se había repuesto de su problema de columna, entonces ya podía atender a los niños y que a ella le fue otorgada la tenencia legal. Intervino el abogado de Gabriel expresando que en los hechos la tenencia de los hijos la ejerce el padre desde hace un año y medio a pedido de la madre y que es beneficiosa para ellos. Una vez más resaltamos que Ana y Manuel eran dos personas que necesitaban que sus papás se pusieran de acuerdo pensando en satisfacer juntos y de la mejor manera sus requerimientos, que los chicos los necesitaban a los dos y el trabajo colaborativo y aunado de ellos sería una demostración importante para los niños. Preguntamos si querían repasar la idea de agregar más días u horas a la estadía de los niños con Laura. Cada parte pidió salir de la sala para hablar con su letrado. En ese tiempo a solas, las mediadoras advertimos la diferencia en la enfermedad de Laura: en la primera reunión se habló de depresión y en ésta de la columna; advertimos que Laura tuvo el patrocinio de tres abogados distintos desde el inicio de la causa. Nada de esto se expuso en la mediación; focalizamos nuestro trabajo en los hijos: Ana y Manue. Lo cierto, lo que ocurría, es que vivían con su papá desde hacía un año y medio a pedido de su mamá; que estaban bien, a gusto y que tenían una buena y continua comunicación con Laura.

Invitamos a las partes a pasar e hicimos un acuerdo con la guarda a cargo de Gabriel. De las tres tardes a la semana que estaban con Laura, los chicos se quedarían a dormir un día, cuando no les correspondiera pasar el fin de semana con ella, quien los llevaría al colegio al día siguiente.

Como reflexión concluimos que a veces lo emocional es tan fuerte que paraliza, que obstaculiza la posibilidad de construir soluciones, de abrir caminos diferentes, y de ver la realidad. Consideramos que cuando Laura y Gabriel fueron legitimados por nosotras como padres y escucharon que sus hijos como personas los necesitaban a ambos comunicados y unidos para conducirlos en la vida, rápidamente y en forma pacífica aceptaron acordar en beneficio de los niños, con la guarda para el padre y un régimen comunicacional ampliado para la madre, teniendo los dos la asistencia de sus letrados quienes se manifestaron colaboradores en la mediación.

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