Por Marta Belucci / Abogada, mediadora
Era la primera mediación del día, a fines de octubre, a las 9 llamamos, Gabriel y Laura, acompañados de sus letrados, se pusieron de pie, entramos a la sala. Un juzgado de Familia derivó la causa por “Cambio de Tenencia”. Nos presentamos, saludamos a las partes y a sus letrados conforme el texto del legajo; entonces: “Soy el Dr.Luque, el nuevo abogado de Laura”.
Agradecimos la presencia de todos y explicamos las características de la mediación y el modo de trabajo. Invitamos a que nos contaran la situación judicial. Inmediatamente Gabriel, con las manos sobre la mesa y la cabeza medio agachada, manifestó que estaban divorciados con Laura desde hacía cinco años, que ella quedó con la tenencia de los hijos de pleno acuerdo entre ambos; y que hacía un año y medio, a pedido de ella, los chicos estaban con él, que entonces quería la tenencia legal. Laura se apoyó sobre la mesa y con un tono de reclamo, irritada, lo miró y le contestó que eso fue cuando ella estaba enferma y no podía cuidarlos, que ahora estaba bien, que quería que vuelvan a vivir con ella, y no con él. A lo que Gabriel le respondió: “Preguntale a los chicos qué quieren”. Advertimos la situación entre los padres y el clima en el que trabajaríamos en beneficio de Ana y Manuel, los hijos.
En reunión privada Gabriel contó que Laura le pidió si podía tener a los chicos porque su salud no le permitía encargarse de ellos, que su mamá vendría a cuidarla y no correspondía sumarle la atención de Ana y Manuel, de 9 y 11 años, respectivamente. Que sólo sería hasta que ella se repusiera de su depresión. Gabriel gustoso aceptó, entendiendo el problema de salud de Laura, habló con los niños explicándoles que, no obstante vivir con él, continuarían en el mismo colegio y mantendrían las relaciones con sus amigos; los chicos aceptaron. Gabriel serio, moviendo sus manos siguió contando que al comienzo fue complicada la adaptación recíproca en la convivencia, hubo que modificar hábitos, como por ejemplo, por la distancia, los chicos debían levantarse 40 minutos antes de lo acostumbrado para que él pudiera dejarlos en el colegio y a su vez él cumplir con sus obligaciones laborales, que por suerte coincidían con el horario escolar. Tuvo que contratar un transporte para el regreso y una empleada que los recibiera, les diera el almuerzo hasta que él llegara. Casi dos horas están con la señora; él no trabaja los fines de semana. Cuando tienen actividad extra en el colegio o algún acontecimiento él los lleva, también para visitar a Laura, todo el tiempo que quieran estar con su mamá. Explicó pausadamente que, con el consentimiento de Laura, Ana y Manuel continúan viviendo con el él desde abril del año pasado y que este año concurren al colegio cerca de la casa en la que viven, con la aprobación de Laura, lo que facilitó las cosas; que hacen deportes en el club, tienen amigos, con algunos comparten el colegio y deporte, les gusta la escuela y tienen buen rendimiento. Están con su mamá tres tardes por semana, los lleva después del almuerzo o de la clase de deporte y los busca a las 21,30 ó 22 hs. Fines de semana de por medio se quedan con ella desde el viernes hasta el domingo a la noche, cuando los busca. Por todo esto reiteró que necesitaba y quería la tenencia legal de los hijos.
En reunión con Laura, ésta entró, se sentó al lado de su abogado y sin que le preguntáramos nos comentó que quería a sus hijos con ella, que estaba en condiciones de atenderlos y cuidarlos, que su mamá estaría “un tiempito más en casa” y después ella seguiría sola con los niños. Le preguntamos cómo veía a Ana y Manuel, cómo andaban en el colegio, contestó que bien, que les gustaba ir allí, que cuando los chicos jugaban los sábados ella los iba a ver aunque no le correspondiera estar con ellos ese fin de semana. Le preguntamos si no le parecía un inconveniente a esta altura del año, cuando están adaptados y organizados, motivar este cambio en sus vidas; que quizá sería mejor tener más tardes con ellos. Respondió que no, que eran sus hijos y que quería vivir con ellos. Intervino el abogado en defensa del regreso de los niños con su madre, expresando que lo mismo que hacía el padre el año pasado cuando iban a la otra escuela, que lo haga ahora y que, según lo acordado, la madre tiene la tenencia reconocida por el juez de la causa. Laura asintió. Entonces preguntamos: “Y los hijos: ¿qué piensa Laura que dirán Ana y Manuel frente a esta propuesta?”. Contestó que no sabía; que creía que estarían de acuerdo; además, que ellos conocían que la estadía con su papá era temporaria y que ella era la madre con quien debían vivir por así haberlo aprobado el juez. Dijimos a Laura que las cuestiones de familia son cambiantes y que aquellas que en algún momento fueron aprobadas por un juez, pueden variar en beneficio de los niños y en ese caso serán sometidas a la consideración del juez interviniente.
Hicimos un espacio reflexivo entre mediadores: advertimos que Ana y Manuel, por lo relatado, habían pasado por circunstancias emocionales difíciles, que no se había interrumpido la comunicación con la madre y que en el tiempo de convivencia con el padre, con esfuerzo pudieron adaptarse a los cambios, aceptar a la señora que los atiende a la llegada del colegio, hacer nuevos amigos, nuevo colegio, interesarse por el deporte. Remarcamos bien estas conclusiones para tenerlas como referente en la reunión conjunta.