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Vacunarse contra las fake news

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Por Miguel Julio Rodríguez Villafañe (*)

En este momento de la historia de la humanidad, existe una cultura que quiere que se le presente la información de manera rápida, breve, de fácil comprensión y entretenida, que apele principalmente a las sensaciones y los sentimientos por sobre la razón; y resulta mejor si tiene más imágenes que texto. 

Tampoco se destaca necesariamente lo bueno o el accionar debido. A eso no se lo considera noticiable. 

La noticia se trabaja sobre lo irregular. En este aspecto, el proceder valioso de tantas personas pasa inadvertido y no valorado adecuadamente. Ello, cuanto más grave, si tenemos presente que la realidad que se conoce es la que los medios de difusión o algunas redes sociales muestran, por lo que parece que no existen actitudes positivas, mientras que las hay y muchas, en los diversos ámbitos de la sociedad, tanto públicos como privados. 

En definitiva, la sensación que queda es que todo es malo, al no mostrarse en la misma proporción lo valioso. Esto último se ha potenciado en una perspectiva negativa que se da respecto de lo que implica la vida en democracia.

A su vez, se ha comprobado que en las redes sociales las personas valoran y confían más en quién le envió la información, con independencia del autor de ésta, aunque el remitente no haya chequeado la noticia en su veracidad. Todo lo cual configura el caldo de cultivo ideal para que fructifiquen eficazmente, se difundan y vuelvan virales las noticias falsas (fake news), rumores tóxicos, posverdades o “mentiras emotivas”. 

Verdades, mentiras y sensaciones

La “verdad” queda subordinada a sentimientos y emociones, y hay que significar que no siempre gusta la verdad.

Así, se ha comprobado que las falsedades en Twitter tienen 70% más posibilidades de ser compartidas que las informaciones verídicas. 

Hay que agregar que existe un accionar casi instintivo, propio de la cultura que se vive, por el cual se busca compartir velozmente lo que se recibe, impulsado por el título o el copete de la noticia, sin haber leído y meditado el contenido. A lo que se suma que, además, parece que el enojo de lo que se considera negativo motiva mucho más los reenvíos.

El momento y las lógicas de la era digital también permiten situaciones casi desde un absurdo mentiroso. 

Al respecto, baste referir que hay personas, como “los terraplanistas”, que creen que la Tierra no es una esfera achatada por los polos sino un disco. Consideran que la Tierra es plana. 

No es necesariamente analfabetismo, porque muchos de los que predican dicha afirmación estudiaron el sistema solar y sus planetas, pero en los últimos años han decidido que todo eso es una gigantesca manipulación, incentivados por grupos en la web o redes sociales que se retroalimentan entre sí en dichas creencias infundadas. 

En esas realidades y sentimientos se fundan las noticias falsas, maliciosas o manipuladas que potencian las emociones positivas o negativas, sembradas adrede y aumentadas por las dinámicas de velocidad de Internet y demás tecnologías asociadas para diseminarlas. 

Ello agravado en su influencia distributiva de la información con la utilización, por ejemplo y entre otros métodos, de los “trolls”, que pueden crear o difundir mensajes falsos en Internet con contenidos diferentes como mentiras difíciles de detectar. La intención es provocar confusión y sentimientos opuestos en los demás, y generar discusiones inconducentes, irresponsables e interminables. 

Mentiras secuenciales

A lo dicho hay que agregar que muchas mentiras se presentan con una estrategia secuencial, en virtud de la cual, cuando se la descubre, el juicio crítico no se exige porque dicho tema ya no es noticia, ya se pasó a otra mentira. Así, sucesivamente.

Baste como ejemplo las actitudes de Elisa Carrió, quien sostuvo respecto de la vacuna Sputnik V, a fines del año 2020 -entre otras cosas-, que era «una gran estafa nacional» y que resultaba “un negocio entre Cristina Fernández de Kirchner y los rusos”. 

Esas afirmaciones las remató con una denuncia penal contra el presidente Alberto Fernández y su ministro de Salud por “envenenamiento”, defraudación a la Administración pública e incumplimiento de los deberes de funcionario público. 

Luego de haberse demostrado la eficacia de la referida vacuna contra el covid-19, la misma dirigente, sin arrepentimiento (y con apoyo mediático), afirmó que ella no produjo ningún daño. Sostuvo que lo que quiso decir era que su oposición a la vacuna rusa se justificaba «para defender la democracia en el mundo», contra el presidente Vladímir Putin, a quien considera un “dictador”. 

En su momento, también hizo un alegato, que dijo: “No se pongan ninguna vacuna que no venga de un país democrático”. Por lo que no se debería usar la vacuna china Sinopharm que se ha aplicado en Argentina. 

Todo lo dicho confundió gravemente a la población en el tema. Posteriormente Carrió, después de tantas mentiras y trabas inaceptables difundidas por todos los medios, calificó sin pudor la campaña de vacunación contra el coronavirus como un «fracaso» del Ejecutivo nacional. Aseguró que se cometió un «error garrafal» porque, consideró, «Cada muerto que existe hoy en la Argentina es por falta de vacunas».

Es decir, por un lado ella culpabilizaba al Gobierno de envenenar a la población por vacunar con Sputnik V, decía que no podían comprarse vacunas chinas por no ser ese un país democrático y responsabilizó al Gobierno de las muertes de las personas por no haber sido vacunadas. 

Mentiras secuenciadas apoyadas por la prensa hegemónica, que no ayuda a desarrollar un juicio crítico adecuado y que no ha hecho un repudio explícito al accionar de Elisa Carrió, que se muestra como una dirigente que trae la paz al país en la problemática, diciendo que no hay que politizar el tema.

El papa Francisco sostuvo que difundir noticias falsas es como producir “excrementos e invitar a consumirlos”, y algo peor: que buscan acostumbrarnos a consumirlos. 

Así, se potencia la frase del ministro de propaganda de Hitler Joseph Goebbels, quien decía: «Miente, miente, miente, que algo quedará”. Y ahora se puede agregar también: “Miénteme, que además me gusta”.

Resulta fundamental, entonces, un periodismo crítico y responsable que no sea órgano reproductor de mentiras y una sociedad con criterios necesarios en contra de dirigentes que envenenan el espíritu del país usando mentiras, que deben ser repudiadas moral y políticamente. 

Vacunémonos, entonces, contra las mentiras (fake news) y sus generadores.


(*) Abogado constitucionalista

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