Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **
No son tiempos fáciles para nadie pero tampoco para comprender ciertas cuestiones que nos pasan. Cosas que parecen curiosas, de color y hasta con un costado para la hilaridad. Y que, sin embargo, traen no pocas alarmas de advertencia por detrás.
Dos nos bastan para enmarcar la cuestión. Una nimia y la otra no tanto.
La primera: el sábado, en nuestra ciudad, la eliminación del Mundial llevó a un hincha en un ataque de bronca y desazón a tirar por la ventana un televisor, de muchas pulgadas y no poco precio, por la ventana de un departamento de Nueva Córdoba. Se estrelló sobre una calle vacía, destruyéndose.
Un video sobre la acción se viralizó casi de inmediato. Hubo comentarios para todo, salvo para razonar sobre la furia destructiva que, a la par de estéril, podría haber sido peor y muy luctuosa en caso de caerle a alguien en la cabeza.
El otro de los hechos ocurrió en Francia. Sí, los que nos ganaron en el Mundial: los carniceros franceses y también algunos dueños de pescaderías reclaman mayor acción al gobierno por los actos vandálicos contra sus comercios perpetrados por grupúsculos radicales veganos, que se han multiplicado en los últimos meses. Las sociedades que los agrupan no vacilan en calificar tales hechos, por lo general destrucción de vidrieras u otros daños en las fachadas de los negocios, de “terrorismo”.
Y, acto seguido, se sienten perseguidos por los “dictados de unos fanáticos” que no hacen otra cosa que pretender privar a los franceses de un derecho tan obvio como “comer lo que les dé la gana”. Los grupos de veganos rechazan tales acusaciones y expresan que no van a permitir “se acuse a toda una comunidad por los actos -afirman- de una minoría no representativa”.
Diferentes países, distintas acciones y la misma furia destructiva sobre algún aspecto de la vida diaria. En ambas se encuentra presente un mismo elemento: la violencia a partir de situaciones de alienación.
Hablamos aquí del concepto con una definición de él un tanto flexible: la que supone a la situación humana individual y/o colectiva que implica la negación o alteración del ser, como consecuencia de determinadas condiciones de la vida social, que lleva a sus protagonistas a que pierdan su humanidad esencial, sobre todo de cara a la convivencia social.
La referencia a la locura que hacemos en el título del presente también es en gran parte una metáfora antes que un encuadre estricto. Tales hechos no tienen, creemos, tanta relación con una patología mental, aun cuando pueda existir, como con la pérdida de los valores que el fanatismo trae aparejado en la persona y el consecuente vandalismo o incluso algo peor, en sus acciones.
Entonces es cuando se llama al derecho para que despliegue un abanico de posibilidades reprensivas respecto de algo que debió antes conjurarse con una adecuada interacción social entre las personas.
Nunca antes la humanidad ha tenido acceso a tantos bienes y posibilidades. Tampoco ha estado tan integrada globalmente como en estos tiempos. Sin embargo, pocas veces ha experimentado un sentimiento de insatisfacción tan profundo que no tiene relación, muchas veces, con carencias materiales sino de tipo espiritual. Una pérdida de perspectiva existencial que lleva a absolutizar ciertos aspectos de la vida, asignándoles una importancia desmedida.
Una de las condiciones que impone vivir en democracia es la tolerancia y ello requiere, sin ninguna duda y en primer término, actuar con racionalidad. De manera preocupante vemos que cada vez es mayor el número de personas que se comportan de modo intolerante, tanto en lo personal como en lo individual.
Tal vez sea necesario volver unos pasos atrás y reflexionar acerca de la necesidad de poner las cosas en su lugar y reconocer que un partido de fútbol es sólo eso -y que no se va la vida en ello-, o que hay otros que pueden pensar y actuar distinto sobre lo que comen, siendo algo totalmente valedero y respetable.
Lograr eso sería un gran paso para honrar la convivencia social pacífica; nada más y nada menos que una de las motivaciones principales que justifican las sociedades democráticas.
* Abogado,doctor en Ciencias Jurídicas
** Abogado, magíster en Derecho y Argumentación Jurídica