jueves 26, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Ucrania, Malvinas y un mundo peligroso

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

En un discurso transmitido por televisión el viernes 30 de septiembre, con referencias varias a la Unión Soviética, el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, anunció en un acto en el Kremlin la anexión de los territorios ocupados de Donetsk, Luhansk, Kherson y Zaporizhzhia (foto).

“Los habitantes de Lugansk y Donetsk, Kherson y Zaporizhzhia se convierten en nuestros ciudadanos para siempre”, expresó Putin ante diversos miembros del Ejecutivo y Legislativo rusos, y agregó: “La gente votó por nuestro futuro común” (por lo que) “firmamos hoy un acuerdo sobre la integración” de esas regiones a Rusia.

El martes, las administraciones prorrusas establecidas en las regiones ucranianas de Jersón y Zaporiya y las autoridades de las denominadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk anunciaron los resultados de los referéndum sobre la unión a Rusia. Se afirmó que había habido una alta participación y se habían obtenido mayorías de entre 87% y 99,2% a favor de unirse a Rusia. 

Respecto de dichos actos, Denis Krivosheev, director Adjunto de Amnistía Internacional para Europa Oriental y Asia Central, declaró que dichos “simulacros de referéndum” carecen de toda legitimidad, no resultan creíbles y se trata de un proceso ilegal según el derecho internacional, que “es sencillamente un deplorable acto más en la estrategia rusa de agresión contra Ucrania”. 

Es por ello que no cambia la condición jurídica, en virtud del derecho internacional, de los territorios ucranianos ocupados por Rusia, independientemente de lo que Rusia decida declarar a continuación. Aludió asimismo a que esa “votación” y cualquier otra medida tomada por Rusia o sus representantes para cambiar la condición de territorio ocupado es una violación flagrante del Convenio IV de Ginebra.

Si esto les parece algo lejano a los argentinos, no lo es tanto. Nuestro país tiene parte de su territorio ocupado por una potencia agresora, que lo tomó contra todo lo marcado en el derecho internacional, de la época de la usurpación o del presente. Nos referimos a las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur que reivindica Gran Bretaña por la fuerza, que asimismo, a partir de ellas, pretende un sector en la Antártida, que entiende a partir del paralelo 50, diez grados más que el propio Tratado Antártico fija a los 60 grados como el límite del sector. 

Cabe destacar que en estas últimas islas, las Sandwich del Sur, hubo una base científica argentina hasta 1982, cuyos integrantes fueron expulsados por los británicos y destruidas las instalaciones luego que la Guerra de Malvinas terminó. La agresión inglesa no es de vieja data ni se ha agotado al presente, con la pretendida extensión respecto de los territorios marítimos circundantes. 

Por eso es importante expresar que los actos de agresión no pueden tener ninguna consecuencia jurídica favorable al agresor. Pase el tiempo que pasare, haga lo que hiciere en tal territorio usurpado. El derecho internacional con sus principios de respeto entre las naciones e integridad territorial dejaría de tener sentido, de aceptarse eso. 

Otra cuestión es que tales actos, en el presente o en el pasado, en Europa o en América, han sido siempre llevados a cabo por quienes tienen un predominio de la fuerza militar, de la tecnología de las armas o similar. Es decir, lo llevan a cabo sólo porque pueden materialmente hacerlo. Tal fuerza no sólo es la negación del derecho, que iguala a poderosos y débiles, sino también ha conducido a grandes conflagraciones, incluidas dos guerras mundiales en el siglo XX, por la pretensión de las potencias de llevar adelante sus relaciones con tal uso, algo completamente prohibido a partir de la sanción de la Carta de Naciones Unidas en 1945. 

Como puede verse, lo que pasa en Ucrania está mucho más cerca de nuestra realidad de lo que puede creerse a primera vista. Ambas situaciones de agresión, impuestas por el controlador del lugar por la fuerza, son claramente el signo atroz de un mundo gobernado por la fuerza y no por el derecho. Un mundo en el cual las cosas se deciden por el éxito de las armas y, por tanto, peligroso para cualquier idea de justicia.

(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas. (**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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