Fue noticia global que Twitter será el nuevo juguete de Elon Musk, lo que genera un sinnúmero de interrogantes, entre ellos qué pasará con la libertad de expresión.
Musk es dueño de reconocidas empresas, como la automotriz Tesla, la aeroespacial SpaceX; Neuralink, empresa de neurotecnología especializada en el desarrollo de interfaces cerebro-computadora implantables, y The Boring Company, empresa de excavaciones -cuyo nombre es un juego de palabras por el significado de “bore” (perforar y aburrirse)-. A la lista ahora se suma la red social Twitter, por la suma de US$44.000 millones, cifra que no se convierte a pesos argentinos porque no alcanza el espacio de esta columna.
Twitter, así como las demás redes sociales de Estados Unidos, tuvieron un destacado papel en eventos de significancia internacional al admitir o prohibir comentarios de sus usuarios, dependiendo si estaban a favor o en contra de la situación puntual. Ejemplo de ello fue la suspensión permanente de la cuenta @realDonaldTrump, fundada en el riesgo de que el presidente en enero 2021 siguiera incitando a la violencia, luego que sus seguidores entraron por la fuerza al Capitolio. La cuenta oficial de gobierno se quejó y sostuvo que no permitía la libertad de expresión, y también borraron esos mensajes.
Elon Musk se presenta como un férreo defensor de la libertad de expresión, sosteniendo al momento de comunicar la compra de Twitter que aquélla es la base de una democracia que funcione y que Twitter es la plaza pública digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad.
Steven Ellison, en su columna en Findlaw.com, sostiene que si realmente Musk es un defensor de la Primera Enmienda deberá eliminar la mayoría de las restricciones actuales, manteniendo las que se refieren a incitación a la violencia, obscenidades, pornografía infantil; entre otras.
Luego se focaliza en cómo proceder ante la información errónea y la desinformación, explicando que la administración Biden ha luchado para eliminar la “información errónea” y la “desinformación” en todas las plataformas de redes sociales, incluida Twitter. La diferencia entre una versión y la otra es la intencionalidad con la que se difunde información falsa o engañosa, y explica que la Primera Enmienda acepta ambas, siempre que no sea difamatoria, por lo que Musk debería también admitir estos mensajes que, si bien no son ilegales, generan conmoción social; o al menos confusión. Finalmente, se pregunta si Twitter podrá ser demandada judicialmente por la publicación en su plataforma de mensajes con información intencionalmente maliciosa, concluyendo que el artículo 230 del Communications Decency Act protege las redes sociales ante comentarios de sus usuarios.
En este aspecto, más allá de esa protección legal, lo cierto es que algún equilibrio deberá mantener para que sus propios clientes no ensucien tanto la plataforma de modo que termine siendo un espacio de quejas y odios.
Hace varios años, cuando existían los blogs, un bloguero argentino famoso se quejaba de la línea editorial de un reconocido medio periodístico nacional y destacaba que en su blog él y sus usuarios podían expresarse libremente sobre cualquier tema y persona. Entonces, le pregunté si era una persona de fortuna, a lo que respondió que no, y le dije que cuando fuera famoso y rico, seguramente iba a fijar una línea editorial en su blog, para establecer un orden y poder seguir creciendo. Elon Musk será muy defensor de la libertad de expresión pero si quiere que Twitter domine la escena global deberá necesariamente fijar límites e imponer sanciones, como cualquier Buen Hombre de Negocios, según los romanos.