Por Aracely Maldonado / [email protected] – Ilustración: Luis Yong
La mujer sonríe con un hueco en la dentadura; piensa en el ofrecimiento del dentista: reponer los dos dientes de adelante, que están rotos. Justo los de arriba, al centro, que son los que más se ven ni bien abre la boca.
Tantas son las ganas de reír que se decide y acepta.
Va y viene al consultorio una y otra vez. Que los moldes, que hay que tomar bien las medidas, que la semana que viene. Hasta que, por fin, llega el día.
Cuando vuelve, apura el paso por los pasillos, ansiosa por estrenar su nueva sonrisa. Sus compañeras la miran por entre los barrotes, estupefactas. No pueden creer lo que están viendo: como una burla siniestra, le han hecho un solo diente que abarca los dos espacios.
Mientras dura su encierro, cada día, al levantarse, la mujer dibuja con un lápiz negro una línea en su dentadura, un trazo que divide la dignidad de la infamia.
Esta historia fue contada el 4 de marzo de 2010, en Paraná, por Cristela Godoy, quien ya pasó casi una vida de la vida que vivió en la cárcel de Devoto y que hoy, cada vez que recuerda esta anécdota, sonríe en honor a su compañera de prisión en tiempos de la última dictadura cívico-militar argentina.