martes 5, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Recuperar la calidad institucional y la ética de los dirigentes

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Caudillos, líderes y participación popular. a partir de la muerte de Néstor Kirchner. Por Luis A. Esterlizi

En la historia de los pueblos y en la construcción de los Estados, sobre todo en las etapas en las que el fuerte sentimiento popular está signado por el gregarismo, hombres eminentes y carismáticos se han visto consciente o inconscientemente obligados a ejercer, en toda su máxima expresión, el poder delegado.

Sin embargo, teniendo en cuenta la evolución social y el ascenso consciente de los pueblos ocupando el rol de beneficiario absoluto de las bondades y fracasos de los sistemas que hacen a la organización social y al gobierno, el sentido de su participación fue transmutándose desde el papel asignado por el liberalismo,en el que delegaba todo el poder, hacia una democracia de instancias más directas, sobre todo a partir del protagonismo que fueron adquiriendo las organizaciones sociales y entidades intermedias en el diseño y explicitación de las políticas públicas.

Pero muchas de estas modalidades todavía no se han debidamente institucionalizado porque los regímenes democráticos siguen descansando sobre los fundamentos constitucionales refuncionalizados por el neoliberalismo, retaceando tal participación. Tan es así que las mayores discusiones entre los partidos políticos han sido para ratificar un régimen presidencialista ante otros que abogan por darle mayores atributos al parlamento, pero no hubo preocupación para estudiar los mecanismos institucionales que permitan otorgarle al pueblo la posibilidad de una participación más directa y efectiva y lo poco que se ha hecho (audiencias públicas, presupuesto participativo, defensoría del pueblo, etcétera) ha servido más para entretener que para gestionar.

También hemos comprobado que las desafortunadas desapariciones de figuras de fuerte relieve en los escenarios políticos, algunas con características de auténticos liderazgos y otras acuñadas bajo las primitivas particularidades de los caudillos, más allá de los cimbronazos que se producen por el vacío producido en el seno de una sociedad, la vida de ésta continúa, no sin que se produzcan diferentes acontecimientos, algunos a favor y otros en contra de su propia evolución.

El poder del ex presidente y su fallecimiento
El tan infausto como inesperado fallecimiento del ex presidente Dr. Néstor Kirchner se produce cuando en el país no está para nada consolidado un régimen democrático basado en el diálogo y los acuerdos estratégicos entre las instituciones y los partidos políticos y donde además a la sociedad se la ha mantenido expectante y dependiente en gran medida de las decisiones que puedan venir de hombres de fuerte liderazgo. A ello le debemos sumar una atmósfera de constantes enfrentamientos que hacen impensable por el momento un proceso de Unidad Nacional, para definir un proyecto de país.

Dentro de este contexto el ex presidente ejercía con notable habilidad y oficio político, un poder que le asignaba facultades excepcionales a veces tan categóricas o de mayor preponderancia que las de la misma Presidencia de la Nación. Esta especialísima circunstancia desnuda con total crudeza un manejo del poder más allá del sistema presidencialista y por supuesto del parlamentarismo que es importante analizar, porque pone en evidencia -sobre todo después del fallecimiento de Kirchner, que el futuro del país no puede depender exclusivamente de lo que decida un hombre por más liderazgo que ejerza, como así tampoco lo que imponga una clase social o lo que intente, por más fuerte que sea, una institución u organización social o sectorial.

La enseñanza de la historia

Por ello, teniendo en cuenta el vacío que produce la desaparición de una personalidad de tamaña envergadura, sería aconsejable esperar que éste sea llenado con una mayor calidad institucional y ética dirigencial para poder encontrar el equilibrio y la armonía de intereses entre los sectores sociales, gremiales y políticos en bien del futuro nacional.

También la historia nos deja en claro que particularmente en el Peronismo, como parte de su liturgia, el Presidente del país debía preservar el cargo de Presidente del Partido del Gobierno, ya que ello constituía una especie de bastón de apoyo y signo evidente del poder político, sobre todo en el frente interno y ante la sociedad en general, para sostener las tareas de comandar los destinos del país.

Pero conviene aclarar que el mismo creador y jefe máximo del Justicialismo, Juan D. Perón, en una de sus últimas reuniones partidarias, justamente en el Congreso de 1973, señaló que tal vez esa fuera su última participación, ya que como Presidente de la Argentina debía atender los reclamos y necesidades no solamente de los peronistas sino de todos los argentinos. Como también dejó asentado que la organización vence al tiempo, proponiendo un modelo de sociedad al que llamó Comunidad Organizada.

Mayor calidad institucional y ética en el obrar de los dirigentes

Pero es evidente que no todos los herederos de tales presupuestos los cumplen con idoneidad ideológica. Más aún, es bueno deducir que tantos años de neoliberalismo lograron infeccionar el pensamiento de muchos dirigentes apartándolos de las esencias doctrinarias y del legado ideológico del líder de dicho movimiento. Debemos considerar, además, que fueron confundidos los roles y el papel primordial que deben sustentar las instituciones sociales y gremiales, por ser las células vitales de la organización de la Comunidad Nacional.

Por ello, actualmente vemos cómo con el juego de las pasiones y ambiciones menores, se pone en evidencia las maniobras de ciertos grupos y corporaciones empeñadas en mantenerse aferrados a concepciones sectarias y excluyentes y equivocadamente atadas a visiones sesgadas de los episodios generados en los últimos 30 años, como si recién hubiese comenzado la historia de nuestro país.

También somos conscientes de que existen opiniones de diferentes partidos y sectores con respecto a la organización del Estado y al equilibrio y responsabilidades que deben ejercer los tres Poderes.

Pero en lo que hace al momento político, no creo que allí esté solamente la solución.

Lamentablemente hoy carecemos de opiniones independientes y objetivas que sirvan para romper el statu quo en el que han quedado encerrados millones de argentinos que desean terminar con las peleas estériles y -sin abandonar las respuestas a los reclamos populares- protagonizar un proceso que nos dé la posibilidad de recuperar la concordia y la decisión de construir la Unidad Nacional, con justicia y equidad social.

Estoy convencido de que ésa es la mayor responsabilidad que debemos asumir los argentinos en bien del país, aceptando que los grandes liderazgos son aquellos que nos dejan, tanto en la plenitud de sus ejercicios como en el legado después de sus muertes, la importancia de armonizar los intereses de los sectores nacionales, la de integrar todas las clases sociales y reconstruir la Unidad de una Nación más justa, más libre y al servicio de la voluntad de todos los argentinos, sin discriminación ni exclusión de ninguna naturaleza.

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