La violencia de género es un tema, como pocos, de gran actualidad. Uno de los mayores problemas y más difíciles desafíos de la sociedad de nuestros días.
Muchas veces la cotidianeidad de algunos temas lleva a disimular algunas de sus aristas. Es lo que pasa, entre otros, con la violencia de género. Diversos especialistas la entienden como la primera causa de muerte de la mujer en el mundo.
No se trata sólo de un problema criminal. Supone, en igual forma, una pandemia de tipo social. Es algo complejo por qué el ser humano se vuelve violento y empieza a descargar su ira sobre otros seres humanos, por motivos de su sexo, raza o religión. Pero es claro que en no poca medida inciden para ello factores como la propagación de falsos mitos de superioridad, prejuicios sociales, frustraciones colectivas, entre otros.
Se trata de un pulpo que se proyecta en diversos tentáculos, no siempre con los mismos nombres. La violencia contra la mujer parte de una idea de superioridad del uno sobre el otro, que no acaba allí. Más solapadamente o de forma explícita, no son pocos a lo largo del mundo y de los tiempos, que un país, una corporación, una clase por cuestiones de adelanto técnico, poderío económico o militar, se ha sentido superior y con derecho a sojuzgar a otros.
Invariablemente, ese tipo de actitudes nacen en el universo de la cultura, antes de consolidarse como práctica social. Por ello, no es menos el papel de la producción artística en prevenirlo.
El arte, en cualquiera de sus ramas, ha estado presente desde siempre en los conflictos de la sociedad. Casi puede decirse que parte de ellos. Y se constituye en un poderoso factor de cambio social. Por ello, no deja de ser tan oportuno como saludable que, por ejemplo, desde la literatura, se aborde la temática. Y últimamente “ha visto la luz” un libro llevado de una escritora comprometida, que aporta indudablemente a la cuestión.
Ana María Cabrera juega con las palabras desde los nueve años. Su madre la introdujo en ese mundo. Pero luego la afición se convirtió en vocación. La educó estudiando letras tanto en el país como en Madrid y Los Ángeles. Enseñó letras por mucho tiempo en varios niveles del sistema educativo: secundario, terciario y universitario. También, investigó en el ramo.
Un día, sin aviso previo, su gusto por las palabras le reclamó aún más: que las creara en lugar de simplemente transmitirlas.
Al presente, es autora de cinco novelas. A su opera prima, Felicitas Guerrero (1998), le siguió Cristián Demaría por los derechos de la mujer (2000), luego Regina y Marcelo un duetto de amor (2001) y Macacha Güemes (2011). Todas ellas compartían el hecho de ser novelas históricas ubicadas en el siglo XIX y principios del XX. En todas se hallaba una mirada de reivindicación de la valentía femenina a la hora de enfrentar su tiempo histórico.
En su última obra deja la historia y las mujeres que le dieron forma. Rituales Peligrosos es una obra que advierte desde su mismo título. Se desarrolló en nuestro tiempo y aborda en pleno el tema de la violencia de género.
“Es una novela contra todas las guerras entre países y entre el hombre y la mujer”, nos comenta su autora. “Siento que es un libro muy comprometido que está a la espera de ser completado por cada uno de sus lectores”.
Así la entendemos de nuestra parte. Y le auguramos el mejor de los éxitos.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. ** Agente de la Propiedad Industrial