Estamos en las vísperas. Los ejércitos velan armas. Los recientes discursos del presidente de Estados Unidos avisan que la Casa Blanca ha decidido refundar su imperio, siguiendo su mejor doctrina, y poner proa hacia la forja de una nueva etapa del capitalismo, del que sus legiones serán garantes.
El objetivo central de este plan que llena de pavor, según la comunidad de expertos militares, es dividir, partir, balcanizar, la poderosa Federación Rusa, creando “una pluralidad de Estados debilitados y divididos, a las que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN ven en declinación demográfica, desindustrialización, pobreza, sin ninguna capacidad de defenderse y con unos recursos que están ahí para ser explotados”. Para, desde esa baza, lanzarse, a la conquista definitiva del Lejano Oriente.
Pese a las aparentes dificultades financieras y económicas de Estados Unidos, el plan de destrucción de Rusia está en plena ejecución. Chechenia forma parte de las acciones previstas por Washington. Se asegura que, también, responde a ese molde la crisis de Ucrania y la puesta en alerta de todos los países del Báltico. Conflicto que afecta en lo profundo a Rusia porque genera, en otras regiones, sentimientos parecidos y ansias de emulación que desesperan al gobierno de Moscú.
El plan no es original. Reactualizan los concebidos por la Trilateral Commission que, tenía, en Zbigniew Brzezinski a su principal inspirador. Personaje clave en la historia política reciente que -además de ser asesor en seguridad nacional del presidente Carter fue arquitecto de la invasión soviética de Afganistán-, abogó por la destrucción de Rusia mediante su gradual desintegración y transferencia de competencias. Estipuló que “una Rusia más descentralizada sería menos propensa a una movilización imperial”. En otras palabras, si Estados Unidos divide Rusia, Moscú no estaría en condiciones de desafiarle. En este contexto, Brzezinski decía: “A una poco rígida Confederación Rusa –compuesta por la Rusia europea, una república de Siberia y otra que abarcara el Lejano Este– le resultaría más fácil cultivar unas relaciones económicas más estrechas con Europa, con los nuevos estados de Asia Central y con el Oriente asiático; de este modo, Rusia aceleraría su propio desarrollo”.
El 8 de septiembre, el periodista Dmitro Sinchenko publicó un artículo sobre la división de Rusia. En su nota, titulada Waiting for World War III: How the World Will Change, Sinchenko se refiere al Euro-Maidan y su organización, la iniciativa ucraniana Statesmen Movement que defiende un nacionalismo étnico; la expansión territorial de Ucrania a expensas de la mayor parte de los países fronterizos; el reforzamiento de la Organización por la Democracia y el Desarrollo Económico de la GUAM (que agrupa a Georgia, Ucrania, Azerbaiyán y Moldavia), partidaria de Estados Unidos; la integración en la OTAN; y el lanzamiento de una ofensiva para vencer a Rusia, como parte de sus objetivos en política exterior. Una nota aparte; la inclusión de la palabra “democracia” en la GUAM no debería engañar a nadie: la GUAM, como lo prueba la inclusión de la república de Azerbaiyán, no tiene nada que ver con la democracia pero sí con el intento de crear un contrapeso a la Comunidad de Estados Independientes liderada por Rusia.
Sinchenko cuenta la historia del “Eje del mal”, utilizada por Estados Unidos para vilipendiar a sus enemigos. Habla de cómo George Bush (h) acuñó la frase poniendo en el mismo saco a Irak, Irán y Corea del Norte; cómo John Bolton amplió el Eje incluyendo a Cuba, Libia y Siria; cómo Condoleezza Rice sumó a Bielorrusia, Zimbabwe y Myanmar; y termina proponiendo que Rusia sea agregada a la lista por ser el mayor país paria del mundo. Incluso sostiene que el Kremlin se ha involucrado en todos los conflictos: los Balcanes, el Cáucaso, Oriente Medio, África del Norte, Ucrania y el Sudeste de Asia. Continúa su nota acusando a Rusia de planificar la invasión de los Estados Bálticos, el Cáucaso, Moldavia, Finlandia, Polonia y dos de sus más estrechos aliados, tanto en lo militar como en lo político: Bielorrusia y Kazajstán. Como ya lo dice en el título, Sinchenko incluso da la nueva de que Moscú tiene la intención de causar una Tercera Guerra Mundial.
Además, el artículo encaja muy bien en el vaticinio de Brzezinski en relación con Rusia, Ucrania y la masa continental llamada Eurasia. Predice la división de Rusia considerando que Ucrania forma parte de una Unión Europea ampliada, en la que también están Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Israel, Líbano y Groenlandia (la dependencia danesa en América del Norte). También controla una confederación de estados del Cáucaso y el mar Mediterráneo, lo que podría ser la Unión del Mediterráneo, que incluiría a Turquía, Siria, Egipto, Libia, Tunes, Argelia, Marruecos y la República Árabe Democrática Saharawi (hoy ocupada por Marruecos) en el Sahara occidental. Aquí, Ucrania aparece como un país miembro más de la Unión Europea. En este sentido, Ucrania estaría situada en un corredor –alineado con Estados Unidos– formado por Francia, Alemania, Polonia y Ucrania, es decir, en el eje París-Berlín-Varsovia-Kiev, cuya creación proponía Brzezinski ya en 1997 para que Washington pudiera desafiar a la Federación Rusa y sus aliados.