Por Matías Altamira *
Antes de nacer, los niños ya están en las redes sociales gracias a la emocionada pero inconsulta gestión de sus padres. Desde ese instante las empresas comienzan a delinear su perfil.
La doctora Paloma Llaneza, abogada española, publicó su libro Datanomics en el que plantea aspectos dignos de analizar e internalizar, partiendo de un sentir común que expresa que nuestra privacidad no está en juego porque no somos tan importantes como para que nos vigilen o porque no tenemos nada que esconder, desconociendo que tan sólo unas pocas pero gigantescas empresas globales recolectan sistemática e incansablemente cada uno de nuestros datos personales, distribuidos en gustos, afinidades, vínculos, intereses, preocupaciones y reacciones.
Luego, se cruza de lado para preguntarse, al igual que la mayoría de los usuarios, si ofrecen servicios gratuitos cómo ganan las empresas de Internet, que se las reconoce como GAFA por las iniciales de Google, Apple, Facebook y Amazon. Sostiene que los usuarios son una mano de obra esencial e ideal, al alimentar sus sistemas de datos de forma gratis y despreocupada. Esos datos son la fuente de su riqueza, al alimentar sus sistemas de aprendizaje automático.
Con el inicial objetivo de vender mejor los productos de terceros (Google y Facebook) o propios en el caso de Amazon, las empresas comenzaron a segmentar a sus usuarios, para alcanzar en la actualidad un conocimiento tan profundo y detallado de cada uno que pueden predecir sus comportamientos y deseos, generando adicción, al gozar de la atención constante de sus usuarios, por ejemplo, a las notificaciones, alertas y actualizaciones.
“En el momento en que me conocen, son capaces de enseñarme sólo aquello que yo deseo ver y, de esta forma, reafirmarme en mis sesgos”, comenta la doctora Llaneza. Es decir, si busco en Google con mi cuenta abierta, el algoritmo me mostrará resultados de búsqueda que estima es más útil para mí según muchos factores, como historial de búsquedas, con quién me relaciono o qué opiniones tengo. Además, consiguen un efecto añadido muy pernicioso, que es que piense que lo que veo es lo que piensa todo el mundo. Es decir, que piense que el resultado de la búsqueda que me ofrece el algoritmo es el mismo para todo el mundo, lo que me lleva a pensar que todo el mundo piensa igual que yo o que el que no piensa como yo va en contra de los hechos, es decir, de lo que me muestra el buscador o la red social.
Es un importante refuerzo al sesgo de confirmación: si la red dice lo mismo que yo es que tengo razón. Todo esto construye el llamado “filtro burbuja”, que los aísla efectivamente en burbujas ideológicas y culturales propias de ese usuario. En esta línea, Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, sostiene que saber que una ardilla muere en tu jardín puede ser más relevante para tus intereses que saber que muere gente en África.
Por otra parte, se ha vuelto tan esencial “aparecer” en las redes sociales que hoy en día no tener una huella digital, en si mismo, se ha convertido en un problema porque las agencias de información, la policía, etcétera, piensan que quien no tiene huella digital seguramente está ocultando algo.
Propone, entre varias acciones, que los legisladores regulen estas actividades empresariales que crecieron en la sombra; que se obligue a las grandes empresas a dividirse fomentando la competencia; y concluye que quienes piensan que los que estamos a favor de la privacidad estamos en contra de la innovación, está errado, ya que ahora se innova menos porque cuando una compañía pequeña desarrolla algo novedoso, es comprada para incorporar esa innovación a la recogida de datos masivos que realizan estos gigantes.
* Abogado, especialista en derecho informático