Por Norberto Barmat / Doctor en Derecho y Cs. Ss. – Profesor de Teorías del conflicto. Fac. de Derecho y Cs. Ss. UNC y U. Católica de Córdoba
Los conflictos emergen y son factibles de ser observados cuando, dentro de una relación social, ciertos actores tienen objetivos incompatibles con los de otros y ambos no pueden ser alcanzados simultáneamente.
Ello ha ocurrido en relación con la debatida cuestión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. Un actor colectivo, integrado por personas con inclinación hacia la homosexualidad en sus diversas manifestaciones (gays, lesbianas, travestis, transexuales, etcétera) se fijó como objetivo lograr que se prevea en la legislación argentina la posibilidad de que dos personas del mismo sexo contraigan matrimonio, en similares condiciones a las ya existentes para personas de distinto sexo.
Detrás de este objetivo concreto, se visualiza otro de carácter simbólico, consistente en un tratamiento social igualitario para todas las personas, con independencia de su preferencia sexual.
Al percibir la existencia de este objetivo, otro actor colectivo integrado esencialmente por personas practicantes del culto católico (tanto sus jerarquías eclesiásticas cuanto un sector de la feligresía) se propuso como objetivo incompatible con el anterior, que tal equiparación normativa no llegue a efectivizarse. También en este caso, tras este propósito concreto se observa como objetivo simbólico que no se altere el rasgo sacramenta, que posee, para la religión católica, el matrimonio entre varón y mujer como asimismo que se preserve la concepción tradicional de familia, atento a que la equiparación legal abre las puertas a la posibilidad de adopción por parte de matrimonios integrados por personas del mismo sexo.
No se puede pasar por alto que tanto el actor colectivo -que podríamos denominar convencionalmente “comunidad homosexual”-, cuanto el otro actor -que designamos como “comunidad católica”- contaron con diversos aliados, ajenos a estas identidades sociales, en la defensa de sus respectivos objetivos. Pero resulta interesante observar algunas diferencias entre los niveles de cohesión interna de ambos actores. Mientras todos los integrantes de la comunidad homosexual mantuvieron un objetivo en común, dentro de la comunidad católica se observó una fractura, ya que no todos sus integrantes conformaron una unidad de pensamiento. Por el contrario, muchos católicos practicantes o al menos creyentes e inclusive algunos religiosos mostraron sus disidencias y coincidieron con el objetivo del otro actor colectivo. Esta fragmentación se vio reflejada, finalmente, en la votación de los representantes del pueblo, al fijar su posición legislativa sobre la norma en cuestión.
En este conflicto, el actor que logró su objetivo fue la comunidad homosexual, mediante la intervención de un tercero al que se le adjudicó el conflicto y procedió a su resolución –el Congreso de la Nación- al dictar la ley modificatoria del Código Civil, en uso de sus facultades constitucionales.
Distinto resultado se habría alcanzado si la participación del tercero se hubiera limitado a facilitar la comunicación entre ambos actores, tal como lo hacen mediadores, conciliadores y facilitadores. En esta última hipótesis podría haberse logrado una solución que contemplara, aunque sea parcialmente, los objetivos de todas las partes.
Ahora bien, considerando la forma en la que este conflicto fue resuelto -y más allá de la fuerza convictiva de los argumentos esgrimidos por uno y otro actor colectivo en pos de sus objetivos- merece especial atención la cohesión interna demostrada por la comunidad homosexual en el reclamo de sus derechos, lo cual puede resultar el germen de una contaminación conflictual hacia otros países donde sus respectivas colectividades homosexuales planteen objetivos similares a los de la comunidad argentina.
Asimismo, la referida consistencia interna incidió, sin dudas, en el resultado final y le permitió a un grupo minoritario alcanzar sus designios en detrimento del propósito que guiaba al otro actor social, cuantitativamente más importante y supuestamente más poderoso. ¡Qué gran recurso de poder constituye la unión grupal!
¿Cómo podríamos percibir nuestro futuro si la sociedad argentina en su conjunto aprendiera de esta lección?