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Nuevos roles profesionales

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

Si hay algo que identifica estos tiempos son los profundos cambios por los que la humanidad está transitando. En medio de vaivenes, este mundo de nuestros días parece oscilar, entre una vuelta al pasado (reaparición con fuerza de modelos dictatoriales, guerras territoriales, rechazo a los avances científicos, etcétera) y el inevitable progreso hacia mejores estándares de calidad de vida, en los que el desarrollo tecnológico juega un papel fundamental.

También en esa puja se encuentra el derecho, en todos sus niveles. Adaptar la legislación a una realidad tan cambiante es un enorme desafío, más si se tiene en cuenta que el derecho necesita, para cumplir con su función de instrumento de pacificación social, de cierta estabilidad. 

Sin embargo, tal marea de cambio se extiende asimismo a modificaciones no menores en el ejercicio de la profesión de la práctica de las leyes, la que necesariamente tiene que adaptarse a una nueva realidad. Es indudable que la tecnología está cambiando de modo profundo y en varios aspectos tanto el perfil de los abogados, como la manera de solucionar los diferentes conflictos legales.

Mucho se dice sobre esta cuestión. No obstante, todas las opiniones comparten un denominador común: la influencia que está ejerciendo la tecnología en la práctica de la abogacía. A partir de ella, se desarrolla la tendencia de fomentar el aprovechamiento de todas las herramientas tecnológicas para potenciar el trabajo profesional.

En esta oportunidad no seremos exhaustivos sino que sólo mencionaremos algunas de las modificaciones que especialistas del mundo están señalando al respecto. 

La primera de ella es la cada vez más extendida modalidad de resolución online de disputas legales. Ello ha generado un cambio en el modelo tradicional de estudios jurídicos situados en espacios físicos, para dar lugar a patrones de oficinas de abogados on line; una adopción de un nuevo paradigma que trae como consecuencia de que, en muchos casos, basta con contar con un teléfono inteligente en cualquier lugar del mundo para asistir a los requerimientos de un cliente. No pocas veces, el “estudio”, “despacho” o ”bufete” ha sido reducido a un celular con ciertas capacidades de almacenaje, comunicación en plataformas varias y capacidad de realizar textos. 

Otras de las cuestiones que se destaca es la influencia que ha ejercido la tecnología en el comportamiento de los clientes. La misma le ha dado mayor poder, brindándole mayor capacidad para decidir en cuanto al alcance del servicio a contratar. En este sentido el experto Andrés Jara ha dicho: «Hoy el cliente determina qué es lo quiere pagar, cuánto es lo que quiere pagar y cuál es el servicio que desea adquirir».

No nos olvidamos en esta rápida puntualización de cómo el desarrollo de la inteligencia artificial se está constituyendo en herramienta de gran utilidad para litigar y asesorar; sobre todo, por la posibilidad que brinda para encontrar, en muchos casos, soluciones de una manera más rápida que lo que sucedía tradicionalmente.

Sin embargo, entendemos que no todo es tecnología, ya que la labor creativa de los abogados como así la naturaleza peculiar de los conflictos, que por lo general exceden la literalidad de la ley y requieren de otro tipo de ponderaciones, como por ejemplo morales, sigue siendo indispensable. 

Como ha dicho Héctor Ferreira, en su publicación “Impacto de las nuevas tecnologías en el ejercicio de la abogacía”: “Más allá de los avances tecnológicos, aquello en lo que los expertos son contestes es en que hay aún una parte importante de la actividad de los abogados que no ha sido sustituida por las máquinas, y es aquella que requiere habilidades blandas y creatividad. Cuestiones vinculadas a la negociación, o a llegar a soluciones creativas e innovadoras, todavía son concebidas como de difícil solución para la inteligencia artificial. También aquellos conflictos en los que se encuentren vinculados aspectos éticos serán difícilmente dirimidos por las máquinas”.

No hay dudas de que la realidad es cambiante y requiere que todos nos adaptemos, “incluso” los abogados; esta perspectiva implica que no deba ver la tecnología como un enemigo, sino como una herramienta útil, que facilita el trabajo profesional. Pero tampoco debe olvidarse que sigue siendo necesario en los abogados contar con carácter, sentido crítico, capacidad de juicio y empatía para llevar a cabo aquellos aspectos más humanos de la actividad profesional. Esos mismos en que el actuar humano no podrá ser reemplazado por la máquina y que requieren de modo ineludible de estudio, dedicación, compromiso y profesionalismo. 

(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas

(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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