Las manifestaciones del pasado 3 de junio bajo la consigna “Ni una menos”, en contra de la violencia de género, dejaron bastante “tela para cortar”.
El tema del feminicidio fue el tópico convocante y la situación a desterrar. Queda para otra columna hablar al respecto. Mucho se ha dicho sobre esa parte, respecto de las marchas del pasado miércoles. Quizás, todavía no lo suficiente. Pero ha sido un buen comienzo para la conciencia pública que debe tomarse al respecto.
Nuestro aporte trata sobre un tema colateral, pero que entendemos tan valioso como el objeto mismo de la manifestación. No es nada menor, en nuestros días, que la sociedad civil haya instalado un tema en la agenda política, por fuera de cualquier representante de la denominada (quizás, erradamente) “clase dirigente”.
La primera democracia directa del mundo, en la ciudad de Atenas, fue de carácter directo.
Quizás la democracia de masas del siglo XXI, tecnología mediante, vuelva a serlo.
La multitudinaria manifestación del 3 de junio fue convocada y publicitada desde las redes sociales. Referentes sociales no políticos la alimentaron, convirtiéndola en una “ola” o, como se dice ahora, “viralizándola” en las redes sociales varias en que se desmembra Internet.
Cuando ello pasó, los medios masivos de comunicación tradicionales como la televisión, la radio y los diarios la tomaron como noticia, infundiéndole -a su vez- mayor difusión.
¿Las marchas de “ni una menos” son las manifestaciones populares del siglo XX, en versión tecnológica? Se trataba, a diferencia de éstas, de una concentración del pueblo sin líderes ni referentes que la condujeran o pudieran atribuirse su representación. Fue una multitudinaria convocatoria que tenía claro por lo que pidió. Pero no un referente que la condujera.
¿Se trata de un ágora de Atenas, hecha a la medida de los nuevos medios de intercomunicación personal de nuestra época, como Facebook, Twitter, WhatsApp o similares?
Hay gente que sufre violencia y necesita ser escuchada… y encontró una forma de hacerse oír. Se trata de víctimas que quieren dejar de serlo. Las marchas autoconvocadas han sido el camino que se ha materializado para ello. Pero no sólo en este tema puntual. Quizás estemos asistiendo a una nueva forma de ejercicio de los derechos cívicos. Pero aun en caso de no ser así, queda claro que la gente gana las calles porque no se siente escuchada por sus representantes.
¿Deben ser necesarios semejantes actos de protesta para movilizar los cambios que múltiples situaciones de déficit de actuación de los organismos públicos dejan en evidencia?
¿No hay mecanismos legales que permitan dar respuestas a estos reclamos? O si los hay ¿por qué no funcionan o no se materializan a la altura de las necesidades?
Son varias las preguntas que hemos formulado a lo largo de la columna. El tiempo las contestará. Sin embargo, entendemos que cualquier respuesta debe partir del hecho de que no por trivial deja de ser cierto, los ciudadanos necesitamos que nuestras necesidades sean atendidas y resueltas por quien corresponde, lo que debe suceder respetando de la mejor forma la libre expresión y la participación plural. Éste, creemos, es el punto inicial de toda decisión correcta.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. **Abogado, magister en Derecho y Argumentación Jurídica