martes 26, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Mucho más que una “esposa leal”

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Reflejó en la pantalla lo que a muchas les ha pasado en su vida y su carrera profesional

 Por Luis R. Carranza Torres

La crítica televisiva la ubica entre las mejores series dramáticas de todos los tiempos en la pantalla chica. Nosotros la vimos por cable, con su título original en inglés: The good wife. En otras partes de Latinoamérica se emitió bajo el nombre de La esposa ejemplar, aun cuando a la situación le cuadra más el adjetivo de “leal”.
A lo largo de siete temporadas desarrolló una trama original para las series del género, encuadrada en la temática del denominado “drama legal” en el cual las historias personales de los protagonistas se entrecruzan con los casos judiciales en los que participan, profundizando en los aspectos humanos que implican tales situaciones antes que en desarrollar el suspenso del caso legal en sí, como pasa con su primo, el “thriller jurídico”.
El relato televisivo es desarrollado a partir de las vivencias del personaje de la abogada Alicia Florrick, interpretada por Julianna Margulies. Se trata de una madre y esposa que, a su edad adulta, debe desempolvar el título de abogada que una vez supo ejercer exitosamente, para hacerse cargo de la manutención de su familia después de que su esposo, el fiscal Peter Florrick, es removido de su cargo y encarcelado por cargos de corrupción, al mismo tiempo que se difunden videos que documentan sus relaciones, extendidas en el tiempo, con diversas prostitutas de lujo.
Tal hecho, que da inicio a la serie, se basa en un suceso real. El 12 de marzo de 2008, Eliot Laurence Spitzer, abogado y gobernador demócrata del Estado de Nueva York, anunció su renuncia al cargo por haberse revelado que había pagado por mantener relaciones con una “scort” de alto vuelo. Tal como ocurre en el inicio del primer capítulo de la serie con Alicia, durante la conferencia de prensa de Spitzer su esposa, Silda Alice Wall, se mantuvo a su lado, soportando estoicamente la humillación pública de las preguntas sobre las infidelidades de su marido. Ese comportamiento público -más allá de que, como pasó con Hillary Clinton, abofetee luego al cónyuge en privado o no le dirija palabra- recibe en el ambiente político estadounidense la denominación de “good wife” y otorga el título a la serie.
Se trata de la conducta que se espera por parte de la esposa de un político que se precie de tal. Que apoye a su marido incondicionalmente, a pesar de su traición. Sólo luego de aquietadas las aguas puede optar por un discreto divorcio, como Silda hizo recién en el año 2013. Algo poco entendible para nuestra idiosincrasia, especialmente la femenina y cordobesa, pero totalmente a tono con la hipocresía que caracteriza a tales estrados de la sociedad estadounidense.
Más allá de ese inicio del programa, que buscó aprovechar para el rating de debut el escandalete del momento en Estados Unidos, la historia contó luego con expertise los cambios y sentimientos en la vida de Alicia, al tener que volver forzadamente al ejercicio de la profesión para mantener a sus hijos, traicionada por su esposo ahora encarcelado. Los años desde que se alejó de la abogacía para dedicarse a criar a sus hijos y apoyar la carrera política de su esposo no dejan de pasarle factura. A sus cuatro décadas, debe empezar de nuevo en el afamado estudio Stern, Lockhart & Gardner, donde su antiguo compañero y amor de facultad, Will Gardner, le consigue un sitio como junior litigator, el inicial de la escala abogadil. Desde allí deberá abrirse paso entre jóvenes recién salidos de la escuela de leyes, casi dos décadas menores que ella. A esas alturas y en su desgracia, a nadie le importa que, en su tiempo, ella se graduara como primera de su clase en el Georgetown University Law Center, ni su promisorio inicio en Crozier, Abrams & Abbott, un estudio aún más prestigioso que el de su actual empleo.
Para peor, abogados que antes estuvieron bajo su mando ahora son sus jefes y Alicia debe hacer malabarismo para equilibrar los requerimientos y el tiempo que demanda su práctica legal y el ocuparse del hogar y criar a dos hijos, con la mochila de un padre ausente por estar preso por corrupto.
Es en dichas ocasiones cuando ella saca a relucir sus mejores rasgos de personalidad, antes eclipsados por la figura pública de su cónyuge. Demuestra entonces a todos que es inteligente, independiente, competente en su trabajo y ferozmente protectora de sus hijos. Es decir, mucho más que el papel de la esposa decorativa de un político, que había llevado anteriormente.
Todo ello aleja de los estereotipos del género de las series legales estadounidenses al personaje de Alicia Florrick, al tiempo que dota al relato de una dosis de realismo que llevó a muchas mujeres, siempre balanceándose entre la familia y la profesión, a identificarse con ella. Máxime cuando frente a todos sus problemas y las tristezas de un matrimonio al que apostó, destruido por el otro, Florrick rara vez se irrita, mantiene casi siempre su buen humor y se muestra sagaz en sus estrategias de supervivencia dentro o fuera de los tribunales.
No es raro, entonces, que la serie haya tenido el éxito de audiencia, un aluvión de premios y haya sido considerada entre las mejores no sólo del rubro dramático sino de la historia de la televisión. Todo ello por ser, en definitiva, un acabado recordatorio y homenaje de las muchas esforzadas Alicias que todos sabemos existen y cruzamos a diario en nuestra vida.

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