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Milei y el arcaico propósito de someternos a la dictadura liberal del 80

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Por Luis Esterlizi (*)

El plan de Milei

Muchos argentinos que votaron al actual presidente Javier Milei -sobre todo las personas jóvenes- no tenían muy en claro su estrategia política, ya que Milei tácticamente aprovecha muy bien la herencia recibida que se extendió durante 40 años con venalidad, especulación y latrocinio por una partidocracia contagiada de puro neoliberalismo que deterioró el funcionamiento y el rol de las instituciones tanto públicas como privadas.

Este proceso -con sus frustraciones, hambre y miseria- generó una tremenda crisis política, económica y social que muchos utilizaron para fines inconfesables; otros nada hicieron por inútiles y otros se acostumbraron a esta decadencia, conformando un modelo de partidos y coaliciones en forma espuria y prebendaria.

La publicidad de la campaña de Milei se concentró públicamente en la teatralización personal, utilizando una motosierra para destruir el poder de “la casta” pero por detrás comenzó a desarrollar su proyecto estratégico cuando habló de producir un cambio revolucionario. 

Es fundamental distinguir las auténticas revoluciones cuando éstas las realizan los pueblos, porque la historia muestra que, «si no participan en su concepción, suelen quedar fuera de los resultados”

Por eso, hoy los sectores del trabajo y la producción -sobre todo de las pymes, junto a las organizaciones educativas, de la salud, de la ciencia, de la solidaridad social, las economías regionales, artesanos y agricultores etcétera- sufren las consecuencias de las políticas que -mediante la inconstitucionalidad de los DNU- realiza el Presidente, incluyendo el menoscabo del poder a gobernadores e intendentes, cuyas consecuencias las pagan sus pueblos. 

De esta manera, cunde el desconcierto y comienza a resquebrajarse el espíritu solidario, lo que resiente el poder organizativo, mientras los partidos y coaliciones, donde están -según Milei- “los traidores, coimeros y ratas”, pero reconociéndolas como viejas instituciones devenida del liberalismo. 

Por lo tanto, esta “partidocracia” -como siempre y hoy más que nunca- sirve para mantener divididas a las comunidades y más cuando ya no representan a los ciudadanos. 

El odio lo descarga todo contra el Estado y las organizaciones libres del pueblo, con el fin de destruirlas, para que el Poder Ejecutivo Nacional, asumiendo la potestad del Estado, negocie con “la casta” y logre su objetivo de gobernar a discreción, ya que con los DNU actúa permisivamente sobre una sociedad atomizada, desparramada y empujada a la posibilidad de perder el sentido de pertenencia al país y a la misma comunidad de origen y destino común.

Milei persigue con esta estrategia reinstalar «el concepto del hombre masa que es una de las contribuciones más relevantes de Ortega y Gasset a la historia de la filosofía occidental. Éste es el hombre de su tiempo, el conformista al que la vida le parece fácil, que se siente en control de la realidad que lo rodea y que no se somete o se siente sometido a nada ni a nadie. Es un individuo egoísta y mimado, un ser cuya máxima preocupación es él mismo. También es el hombre del siglo XXI, preocupado por las tendencias y las apariencias, poco profundas”. (Candela Touza-Vidal, en el sitio Filosofía&Co, sobre La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset). 

¿Cuál es el cambio de época?

A esta altura de los acontecimientos, las formas desaforadas y exabruptas que brotan de la personalidad inédita que asume este presidente sin antecedentes similares en nuestra historia -quien por medio de decretos impone sus políticas- enturbian la atmósfera político-institucional que desconcierta y pone una gran dosis de escepticismo y angustia a toda la población. 

También es cierto que hay una parte importante de la sociedad argentina que aprueba no sólo su formas atípicas de expresarse sino que la entienden como necesaria para terminar con los atropellos de distintas entidades que mal utilizan para beneficio propio el mandato conseguido de dichas organizaciones o por medio de negociados fuera de la legalidad y del control de sus acciones.

Debemos preguntarnos: ¿por qué no perseguir y terminar con la especulación, el latrocinio y el uso personal de dichas organizaciones, en lugar de destruirlas? ¿o por qué Argentina no cuenta con dirigentes e instituciones obrando y ocupando sus roles ennoblecidos ética y moralmente para consensuar las tesis esenciales que nos permitan recuperar la República, el Estado y las instituciones -tanto públicas como privadas- al servicio del país y los argentinos? 

Estamos cansados de repetir avances y retrocesos pero que en el fondo son pérdidas evidentes del poder del pueblo organizado, ya que -sin ética y sin moral- nadie los conduce ni ellos les creen, por eso esta realidad nos muestra que es ineludible ponerle punto final a estas maniobras que sólo favorecieron y favorecen a quienes las aprovechan para fines ajenos al bienestar y a la realización del pueblo argentino. 

Por lo tanto, la primera revolución debe ser aquella que reinstale los valores de la ética y la moral, para que nadie pueda oficiar de representante, cuando detrás de ellos se mueve la especulación electoral o personal o sean portadores del odio, la sorna, el sarcasmo o la diferencias de clases, religiosas o partidarias, etcétera.

Ello nos permitirá avanzar en la construcción de la unidad de cada una e integración en objetivos comunes con las demás, para consensuar las premisas fundamentales para ser libres, independientes y soberanos y como parte de una evolutiva construcción social y, podamos entregarle a las generaciones futuras un proyecto nacional en el cual creer como también participar en su grandeza.

Expongo un acontecimiento de la que fuí testigo y actor, cuando en los años 70, entre Ricardo Balbin como presidente de la Unión Cívica Radical del Pueblo y Juan D.Perón como titular del Justicialismo, constituyeron el vehículo político institucional denominado “La Hora del Pueblo”, enterrando las discrepancias y abriéndose a las coincidencias, porque volvieron a soñar con un país en el que “para un argentino no debía haber nada mejor que otro argentino”

Desgraciadamente las fuerzas destructivas de la Nación y de la entrega de nuestras riquezas, recursos estratégicos y soberanía de nuestros territorios, ríos y mares, aprovechando la muerte del general Perón, nos dieron el último golpe cívico-militar, tal vez el más sangriento de la historia, para dejar instalada una guía estratégica de disposiciones que nos trajeron a esta crisis actual y que hoy Milei aprovecha con su impertinencia.

Por lo tanto: “¿Los argentinos, empresarios, comerciantes, trabajadores, técnicos y profesionales, etcétera, queremos un modelo de gobernanza a semejanza de la precaria institucionalidad, la deplorable democracia con sectores empobrecidos, sin educación ni salud y carentes de todo derecho, emulando a la generación del 80 o nos decidimos a recuperar una unidad nacional basada en las coincidencias esenciales, que promueva una comunidad organizada e integrada al destino común y trascendente de todos los argentinos y sus nuevas generaciones? 

Discurso de Milei y el “pacto de mayo”

El discurso del presidente Milei fue claramente una reiteración de los hechos que busca que le justifiquen sus exacciones políticas, económicas y sociales, y que la expone como la herencia recibida de parte de “la casta”, y como broche de oro, convoca a realizar el denominado “pacto de mayo” en Córdoba.

Con dicha convocatoria Milei consigue por un lado dos meses más para seguir destruyendo entidades y empresas del Estado y por el otro lado extender las negociaciones con los gobernadores y la “oposición dialoguista” insistiendo con el tratamiento de su “ley ómnibus”.

Con este proceder, ratifica lo que publiqué en este mismo medio el pasado 19 de febrero, bajo el título “La tan deseada herencia que recibieron quienes operan detrás de Milei”, ya que dicha estrategia se condice con su manejo dictatorial instalando el andamiaje de medidas económicas, financieras e institucionales, como los cierres extemporáneos de entidades y empresas estatales, que fueron creadas legal y legítimamente.

Por último, destaco que lo que pretende Milei no es terminar con la especulación, la corrupción y el uso personal de dichas entidades, sino lisa y llanamente exterminarlas, porque no quiere enfrentar a un pueblo organizado, que asegure su participación en la toma de decisiones, como la de defender su institucionalidad y derechos cuando son conculcados por gobiernos antidemocráticos. 

(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba

“La generación del 80 -con un pensamiento predominantemente conservador, liberal y laico, controló las más importantes posiciones políticas, económicas, militares y culturales, manteniéndose en el poder político por más de cuatro décadas, mediante el fraude electoral” 

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