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Malala, Kailash, Sarmiento, el papa y nosotros (III de IV)

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Sarmiento fue un adalid de la libertad, expresando al final de su vida “los hombres no pueden ser libres a menos que sean educados para la libertad… las mujeres deben ser educadas a la par del hombre” (Conflicto y Armonía de las razas en América, 1883) ¿Será esa vocación libertaria y liberadora la que exacerba a sus detractores?

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La escuela ideada por su generación atrajo a la población porque llevaba ínsita la promesa de movilidad, ascenso social y reconocimiento económico, posibilitando el sueño de los inmigrantes en búsqueda de integración ( “m’hijo el dotor”). Quienes adscriben a la crítica de la obra sarmientina afirman que esa escuela no contenía a los criollos, los afroamericanos e indios. Considero, por el contrario, que la escuela no discriminaba, asistían quienes tenían un establecimiento cercano: en este enorme territorio nacional las desigualdades originadas en la pobreza, la marginalidad, la postergación económica y las dificultades de comunicación determinan la geografía de la exclusión educativa.

En breve digresión, una referencia a una destacada realidad local: de la exclusión por estas dificultades fue consciente el Cura Gaucho, José Gabriel Brochero, quien en 1880 bendijo el colegio que confió a las hermanas Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. Para eso llevó quince monjas de Córdoba, a caballo, cruzando las Sierras Grandes, hasta la Villa del Tránsito (hoy Villa Cura Brochero), en una epopeya similar a la inmigración de las maestras norteamericanas propiciada por Domingo F. Sarmiento. Es interesante la visión de las niñas que tiene Brochero quien, advirtiendo que no se contaba con suficientes escuelas en la zona y que la educación de la mujer se encontraba relegada, funda un colegio para niñas externas e internas.
La Escuela Externa, destinada a las jóvenes de la Villa con un plan de estudios que incluía materias diversas tales como Lectura, Escritura, Aritmética, Costura, Urbanidad, Historia Sagrada, Doctrina Cristiana y Fundamento de la Fe, la ubicaba en la vanguardia de la educación en la provincia de Córdoba. Cuando abrió sus puertas ingresó un centenar de niñas.

La escuela para niñas internas, por su parte, obedecía a un certero diagnóstico: muchas familias vivían alejadas de las poblaciones, dispersas en la campaña, por lo que el acceso a la educación les era casi imposible. El emplazamiento geográfico posibilitó también que las jóvenes de las provincias de San Luis y La Rioja, enviadas a Córdoba buscando una educación más esmerada, pudieran acceder con el régimen de internado a un plan de estudios más amplio que el anterior, por cuanto incluía asimismo Economía Doméstica, Historia Argentina, Gramática castellana, Astronomía, Geografía física y política, Geometría, Francés, Piano y Dibujo.
José Gabriel Brochero, el Cura Gaucho -hoy beato-, lógicamente se ocupó de la espiritualidad, pero lo hizo sin perder de vista que la prosperidad de los pueblos depende en gran medida de la educación, particularmente de las mujeres (a quienes no confinaba a la cocina y la costura sino que les abría las puertas del conocimiento para su inserción en la sociedad). Sabido es cuánto le preocupó además el problema del agua, de las comunicaciones, de las vías de acceso, etcétera.

También la obra de Sarmiento es fundacional, anterior a la ley Sáenz Peña de voto obligatorio, universal y secreto. Atribuirle entonces la responsabilidad de una exclusión que se encuentra agravada exponencialmente, habiendo transcurrido más de un siglo, es antojadizo sino malintencionado.
Será la participación política popular la que, comenzado el siglo XX, produzca mayor democratización y expansión de la escolaridad, posibilitando que sectores pobres de la población, amparados en sus guardapolvos blancos, ingresen a la escuela e incorporen la diversidad.
¿Cómo es la realidad hoy, a un siglo del sufragio libre masculino?
Las mujeres acceden a una cada vez más amplia inserción educativa: en muchos casos las egresadas de niveles terciarios o universitarios superan a sus pares varones. ¿Podremos afirmar que esta situación representa el colectivo Mujeres en su integridad? Desde luego que no. Estas mujeres pertenecen en su mayoría a un grupo social determinado: la clase media; porque, a pesar de la revolución tecnológica y legal, subsisten en nuestro país mecanismos de discriminación y diferencias sustanciales en las condiciones de vida de las mujeres de distintos grupos sociales.

El incumplimiento de las leyes pertinentes profundiza estas diferencias: la carencia de acceso a la educación sexual provoca cada vez mayor precocidad en la maternidad, lo que empuja a las niñas-madres a una búsqueda laboral signada por la precariedad y la explotación. Arrancadas del medio propio de su edad, debutan como adultas sin el amparo del conocimiento mínimo de sus derechos.
Por su parte, los jóvenes que el sistema educativo retiene acceden a una educación depreciada, en aulas precarias que no reúnen los requisitos mínimos para facilitar el proceso de enseñanza-aprendizaje, con docentes atemorizados y desbordados por una violencia creciente y sin elementos de contención para sí o para derivar a sus alumnos, con un calendario ficticio que ubica en el aula a los miembros de la comunidad educativa en medio ya de las fiestas de fin de año o inclusive de las vacaciones estivales, sin la infraestructura necesaria.

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